Kira despertó... y maldijo.
HabÃa momentos en la vida de una mujer en los que ella desearÃa no ser tan independiente. Tan obstinada. Tan malditamente estúpida.
DeberÃa haber escuchado a Arik.
Pero, no, como una tonta, sólo para molestarlo, y porque él no era el único que
podÃa llevar la contraria, habÃa tomado la decisión equivocada. Ella pensó que era más
inteligente que él, que sabÃa más, pero resultó que ella deberÃa hacer revisar su coeficiente intelectual porque la falta de sentido común la habÃa llevado a la situación actual, atada a una silla.
Esto no es bueno.
Un breve sacudón a su cuerpo mostró que ella no irÃa a ninguna parte fácilmente. La cuerda, de nylon trenzado como la que su abuela utilizaba para su tendedero en el patio trasero de su casa, estaba envuelta varias veces alrededor de la parte superior de su cuerpo. Nada muy elaborado, ciertamente no al nivel de kinbaku,
—que, para los no informados, es un estilo japonés de bondage BDSM con cuerdas,—
algo que aprendà de un ex-novio que habÃa expresado su interés en educarla. Ella
declinó cortésmente.
Dejando las perversiones de alcoba de lado, maniatada profesionalmente o no,
la cuerda la inmovilizaba eficazmente al asiento. Buenas noticias, sin embargo, sus
piernas quedaron sin restricciones. Patear sus pies, de mal humor porque ella no tenÃa
nada más a su alcance, no hizo mucho para ayudar a su situación.
Ya que ella no iba a ir a ninguna parte, hizo un balance de su situación actual.
Se parecÃa a un plato de pelÃculas de bajo presupuesto. El lugar parecÃa bastante
sórdido. La iluminación tenue que se filtrada a través de los ventanales cuadrados no
permitÃan un escrutinio profundo, sólo lo más básico. A juzgar por la altura del techo,
junto con el suelo de cemento polvoriento y, a cada lado de ella, lo que parecÃan ser
pilas de cajas para enviar, Kira supuso que se encontraba en una especie de almacén.
Totalmente cliché, y si alguien hubiera puesto una banda sonora siniestra en
ese momento, probablemente habrÃa mojado los pantalones. SabÃa lo que pasarÃa en
una pelÃcula. La muchacha era asesinada, que a ella no le extrañarÃa de Gregory, o la
muchacha se salvaba en el último momento, poco probable dado que la persona que
podrÃa haber notado que ella desapareció no tenÃa idea de dónde habÃa ido. Y
entonces la banda sonora dum-dum-dum apareció de nuevo.
Un arrastrar de pies por detrás hizo que se estirara para ver quién se acercaba.
Incluso antes de que él hablara, ella podrÃa haberlo adivinado correctamente.
-Finalmente despertaste. Te tomó bastante tiempo. Culpa mÃa. Olvidé cuando
te inyecte con ese tranquilizante que le robé al veterinario que eres humana y un poco
más lenta para procesar las drogas.
¿Él me drogó? Bueno, eso explicarÃa el pinchazo que creyó sentir antes de
desmayarse.
-No tiene sentido que precises noquear a una mujer para conseguir que pasé
tiempo contigo.Â
Demasiado tarde para morderse la lengua. Un movimiento poco inteligente.
Fastidiar al tipo que te tiene prisionera.
-Veo que sigues tan bocazas como siempre, algo que una vez creà poder
arreglar. - Mientras hablaba, Gregory entró en su lÃnea de visión, y lamentaba no
poder decir que era feo. Que era un hijo de puta de aspecto repugnante. Él era todo lo
contrario. Incluso ahora, sabiendo lo que sabÃa de él, no podÃa negar que era un diablo
guapo con pelo negro cayendo infantilmente sobre sus ojos, rasgos aristocráticos, y un
cuerpo delgado. Bien parecido con un excelente fÃsico, y sin embargo, él la dejaba frÃa.
Personalidades psicopáticas tendÃan a enfriarla.
-¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
-Un poco más de cinco horas. Tiempo suficiente para que me aburra.
¿Aburrido y haciendo qué? Un hombre que estaba dispuesto a drogar a una
mujer y secuestrarla no establecÃa un lÃmite a otras atrocidades. Dio un rápido repaso a
sà misma, preguntándose si se habrÃa aprovechado de su inconsciencia. Si lo hubiera hecho, no habÃa dejado ni una pista. Su ropa permanecÃa intacta, y ella no notaba
ninguna clase de dolor o humedad. Aun asÃ, no pudo evitar preguntar:
-¿Hiciste algo mientras estuve desmayada?Â
La esquina de su labio se levanto, torciendo su sonrisa. Su risa irritante sobre
ella.
-Como si yo fuera a tocar tu cuerpo contaminado. No ahora, después de haber
estado con él. Y pensar que me rechazaste, pero veo que no tuviste ningún problema
en decirle que sà a ese gato sarnoso. No me di cuenta que estabas esperando por alguien con más dinero. Si hubiera sabido acerca de tu falta de moral, te habrÃa tratado
de manera muy diferente.
-¿Diferente cómo? ¿Dejándome sola y asustando a otra chica? Tú hiciste mi
vida un infierno y tuve que mudarme. ¿Qué peor podrÃas hacer?
-PodrÃa haber cerrado tu boquita con mi polla.
-NecesitarÃas más que eso para mantenerme callada. He visto el tamaño de
tus manos y tus pies. Una vez más, su boca la metÃa en problemas, pero no podÃa
evitarlo. A pesar del miedo, encontró una chispa de lucha. No voy a morir como tu
perra sumisa.
Los dedos que sostenÃan su rostro se clavaron en su piel lastimándola.
-Sigue hablando, puta perra. Vamos a ver lo valiente que eres, una vez que haya terminado contigo.
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Cuando un Alfa Ronronea •||Saga El Orgullo Del León I ||• [Terminada]
General FictionLa arrogancia del león no se define sólo por aquellos que él manda, sino que también reside en su pelo, por lo que cuando un ser humano se atreve a masacrar la melena de Arik, él consigue su venganza y la reclama como su compañera.