Traer a Kira a su casa fue a la vez una brillante idea y, sin embargo, al mismo
tiempo, el colmo de la necedad. Arik lo sabía, pero lo hizo de todos modos. Tenía sus
razones. Algunas validas. Por un lado, él no estaba exagerando cuando menciono que
su piso tenía la mejor seguridad alrededor, y eso no significaba sólo el tipo de guardias
contratados. Ningún extraño irrumpiría en la torre de apartamentos sin que alguien de
su manada lo notara —y se encargara de ello.
Esa fue la parte inteligente de su elección. La parte tonta, sin embargo, fue
exponer a su ratón a las hembras de su manada. Hablando de lanzar a Kira a los leones.
Pero había que hacerlo en algún momento. Si Kira iba a ser una parte de su vida
entonces mejor que se acostumbrase a la locura de su familia desde el primer
momento, antes de que ella descubriera el hecho aún más loco de que su pareja y sus
familiares eran cambia-formas leones..
Ahora acerca de esa conversación que no tenía ganas de tener ¿Cómo decirle
que cambiaba a algo peludo, que rugía, y le gustaba cazar gacelas, a una mujer cuyo
encuentro más cercano con un gato grande fue probablemente en un zoológico?
Quizás Hayder podía encontrar un manual de cómo hacerlo para él.
Se preocuparía de eso más tarde. En primer lugar, tenía que atravesar el
vestíbulo para que poder llegar a su casa. Su casa era la suite del ático en el piso
diecisiete del complejo de imponentes apartamentos. Cabe señalar que poseía todo el edificio y las unidades eran, en su mayor parte, ocupadas por miembros de su manada.
Hubo algunos que alquiló a sus amigos, una mezcla de humanos y otras castas shifters,
pero la mayoría, eran felinos. Y estaban todos relacionados con él en alguna forma o
manera, lo que significaba que no podía esperar poder colarse con Kira y que nadie lo
notara, sobre todo desde que tomo la decisión de no traer a sus amigas a la casa, hasta ahora.
En cuanto dio un paso a través de esas puertas de cristal, de los cómodos sofás
y sillas situadas alrededor de una decorativa chimenea abierta abastecida por gas
como combustible, cuerpos descansando se animaron con interés. Las cabezas se
volvieron en su dirección. Conversaciones se detuvieron. Ojos siguieron sus pasos
mientras se abrían camino hacia el ascensor. Pasos que se fueron ralentizando hasta
que Kira se quedo de pie paralizada.
-No creo que esto sea una buena idea.Ella no lo miró mientras lo decía, pero con los ojos fijos en sus primos. -Yo no pertenezco a este lugar.
Ella lo hacía. Simplemente no lo sabía todavía.
-Podemos hablar de ello cuando subamos.
-O puedo dejarlo ahora. Ella giro sobre sus talones, decidida a marcharse.
Como si él fuera a dejar que sucediera. Él la esquivó y bloqueó. Ella se trasladó
al otro lado, sólo para que la bloqueara de nuevo.
-Fuera de mi camino. Me voy, y no puedes detenerme.
Eso le hizo reír.
-Oh, ratón, ¿cuándo aprenderás que no me puedes desafiar y esperar ganar?
Vamos arriba, y punto.-Cuanto antes, mejor, ya que las leonas estaban tomando
gran interés en su réplica, y algunas estaban empezando a acercarse, motivados por la
curiosidad.
Esta discusión tenía que cesar. Él era el alfa de la manada, y tenía que actuar
como tal. A pesar de los rumores que generaría con su público, Arik agarró a Kira por la cintura y la llevó hasta el ascensor, que se abrió ante su cercanía.
Por suerte para él, nadie de la manada se enfrentó a él antes de abandonar el
vestíbulo. ¿La parte no tan afortunada? Le avisaron a su madre.
Pero él no sería consciente de ese hecho por un total de tres minutos. Tres
minutos que iba a pasar a solas con Kira observándolo en el ascensor.
Que hermosa que se veía con los brazos cruzados bajo los pechos. Se preguntó
qué haría si él le dijera esto solo para irritarla aún más.
Probablemente usaría las tijeras contra mí otra vez. El problema era que, mientras el pelo volvía a crecer, otras partes de su anatomía no, así que tal vez no debería tentar su suerte.
-Tú sabes que, en algunos estados, estoy bastante segura de que esto se considera secuestro.
En su mundo, las leyes no se aplicaban a menos que el así lo quisiera.
-¿No es el secuestro una fantasía romántica femenina? ¿Apuesto multimillonario secuestra a preciosa peluquera para hacerle cosas decadentes a su voluptuoso cuerpo?
-Esto no es romántico. Y no habrá cosas decadentes hechas a este cuerpo.
Hizo un gesto a su forma, llamando su atención a las curvas que quería explorar.
-Oh, habrá cosas por hacer. Y lo disfrutaras.
-No, no lo hare.
Era demasiado fácil de demostrar que estaba equivocada. Él invadió su espacio,
su cuerpo se movía hacia ella mientras se alejaba en la cabina del ascensor hasta que
golpeó la pared y tuvo que parar. Su pecho se movía, con los ojos dilatados, y el dulce
olor de su excitación se burlaba de él.
&¿Quieres cambiar tu respuesta?Él susurró, acariciando su mejilla con un
mechón de pelo.
-Ya basta. Sé lo que estás haciendo, y no voy a permitirlo.
-¿Qué estoy haciendo?
-Usando mi cuerpo contra mí. El hecho de que sienta deseo no quiere decir
que me gustes.
-Creo que realmente te gusto. Mucho.
-No, no lo haces. En absoluto. Nada. Cero. Nada de nada. Ni en un millón de
años.
La tomo de la barbilla y frotó el pulgar sobre el labio inferior y la sintió temblar.
-Una vez más mientes. Y protestas demasiado. Admítelo. Estás tan atraída por
mí como yo por ti. Y no sólo físicamente. Nos complementamos.
-¿Cómo sabes eso? Nosotros somos personas completamente diferentes.
-Es por eso que funcionamos muy bien juntos.
-¿Qué te pasa? Yo te insulto, ¿y crees que eso nos hace perfectos?
-Pero de eso se trata. No te sientes intimidada por mi evidente grandeza. Tu naturaleza temible te convierte en una compañera perfecta para mí.
-No me llamarías temible si me hubieras visto ayer por la noche,-ella soltó.
Como si se avergonzara de su admisión, bajó la cabeza, pero él no la dejó ocultarse. El
levantó su barbilla y forzó su mirada sobre él.
-Hay momentos en los que el miedo es adecuado. Cuando te sientes
amenazado, nada menos sería una tontería. Pero no tienes miedo de mí.
-Porque yo sé que no me vas a hacer daño.-
La admisión lo calentó, hizo que su pecho se hinchara de orgullo. Extraño,
porque con cualquier otra persona, él les habría mostrado que el miedo al rey león era
adecuado, pero no con Kira, quería su confianza.
-Tienes razón. No te haría daño. Porque eres mía.-
Antes de que pudiera protestar, y él podía decir que iba a hacerlo, muchachita
terca, inclinó su boca sobre la de ella, atrapando su negación en la boca y respirando la excitación de nuevo en ella.
Kira se derritió, como él sabía que lo haría. Esto estaba destinado a suceder. En
sus brazos sostenía a su mujer, su compañera. Ella se amoldo a su cuerpo y dejo que su boca trazara la forma de la misma. Encontró su lengua con la suya, con impaciencia chupando y jugando y...
Las puertas del ascensor se abrieron, y una tos ahogada —alguien tenía una bola
de pelo atravesada en la garganta— le permitieron saber que tenían audiencia.
-¿Qué crees que estás haciendo, Arik Theodore Antoine Castiglione?-
Ooh, sus cuatro nombres. Alguien estaba en problemas. O habría sido así si él
fuera todavía un niño. Sin embargo, él era un hombre ahora. Alfa de la manada. Que
pena que su madre seguía negándose a cumplir sus órdenes.
Con un profundo suspiro, se separa de una Kira sonrojada y se volvió hacia su
madre, que lo miró con desaprobación severa desde la puerta del ascensor abierta.
En sus cincuenta años, su madre parecía mucho más joven que su edad, su piel
todavía suave, empañada sólo por las arrugas en las comisuras de los ojos. Su cabello
rubio, con un poco de ayuda de una botella, mantenía su brillo dorado y estaba
cortado en capas que enmarcaban un rostro anguloso. Los labios, que generalmente
llevaban una sonrisa para su amado hijo, se estiraron en señal de desaprobación.
-Hola madre. Gusto en verte aquí. Supongo que alguien se ha chivado de mí.
Su madre arqueó una ceja perfectamente arreglada.
-Hay numerosos alguien con razón ¿Qué estás haciendo trayendo a una
busco...-Ella se corrigió a sí misma -una chica como ella a casa contigo?
Antes de Arik pudiera decir una palabra, Kira, siendo Kira, saltó.
-¿Una chica como yo?-su ratón se puso las manos en las caderas y dejó que
sus expresivos ojos marrones lanzaran dagas a su madre. Sin miedo ante la mejor
cazadora de la manada. Excepto que Kira no sabía a quién se enfrentaba. Incluso si lo
supiera, apuesto a que no le importaría.
Se le ocurrió a Arik intervenir, pero él se quedo sobre sus patas. Este enfrentamiento tendría que suceder en algún momento. Dado que las dos mujeres serían siempre una parte de su vida, Kira y su madre tendrían que aprender a lidiar con sus diferencias.
Esa fue la primera razón para permitir que esta reunión se desarrollase. La
segunda podría ser culpar de su gato, que tenía curiosidad acerca de lo que iba a
suceder. Fuegos artificiales seguro y se preguntó si podría conseguir un poco de
palomitas para el inminente espectáculo. Su madre no estaba acostumbrada a que
otras personas, la mayoría especialmente humanos, enfrentándose a ella.
Desdén arrogante marcaba los rasgos de su madre mientras miraba a Kira de pies a cabeza.
-Exactamente, ¿de dónde sacaste a esta niña abandonada? ¿Del cajón de rebajas de algún negocio? Realmente, Arik. ¿Si sientes la necesidad de satisfacer tus deseos carnales no podías hacerlo más discretamente, o al menos con una persona de tu nivel?
En otras palabras, centrarse en su especie, no en humanos. Pero Kira no sabía eso. Kira asumió lo peor, y se enfado impresionantemente, —para un ser humano.
-Desde que conocí a Arik vi sus modales, o más específicamente, la falta de
ellos. Tengo que preguntarme si los vapores de peróxido que utilizó durante años en
ese montón de paja en la cabeza tiene la culpa.
-¡Es natural!
-Claro que lo es.- La sonrisa apaciguadora de Kira solo alimentó el fuego.
-Tu, pequeña perra, yo te enseñare a burlarte de tus superiores.
-¿Burlarse? Lo siento. ¿No era mi insulto claro?
Oh demonios. ¡Qué manera de incitar a su madre! Arik podía ver el control de
leona de su madre desgastarse. Como parecía que las garras podían llegar a salir,
pensó que era prudente intervenir.
-Ahora, señoras, seguramente podemos resolver nuestras diferencias de
manera amistosa.
-¡No!-Por lo menos en la medida en que su madre y Kira acordaron.
-¿Podemos entrar y hablar de esto?
-Tú y tu madre pueden. Yo me voy.-Kira, que aun no había salido de la cabina del ascensor, intento golpear la pantalla táctil, pero Arik bloqueo su intento.
-Tú te quedas, le indico.
-Déjala ir. Es la primera cosa inteligente que ella dice.-Su madre miró a su ratón.
-Kira no va a ninguna parte.
-No puedes hacer que me quede.
En este punto, Arik finalmente perdió la compostura. Podía haber dejado que
su gato saliera un poco cuando él gritó:
-¡Basta!
Ojos redondos y una boca abierta le dijo que podía haber sido un poco más
bestia de lo esperado. Mientras Kira procesaba su sorpresa, él aprovechó la
oportunidad para sacarla del ascensor y llevarla a la puerta de su apartamento. Su
madre les siguió, renegando todo el camino-¿Qué estás haciendo, Arik? ¿Por qué traes a esta mujer a casa? Quiero algunas respuestas.
En realidad sólo había una respuesta, y se la arrojó a su madre antes de cerrarle la puerta en la cara.
-Ella es mía.
El rugido de negación al otro lado de la puerta de madera no auguro nada bueno, pero tampoco, la tormenta que se avecinaba en los ojos de Kira cuando él la dejó.
Supongo que no estaba pensando en un revolcón o una siesta breve. Maldita
sea. Y el sol estaba en su justa altura para lanzar cálidos rayos sobre su cama.
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Cuando un Alfa Ronronea •||Saga El Orgullo Del León I ||• [Terminada]
Ficción GeneralLa arrogancia del león no se define sólo por aquellos que él manda, sino que también reside en su pelo, por lo que cuando un ser humano se atreve a masacrar la melena de Arik, él consigue su venganza y la reclama como su compañera.