Capitulo 1-

346 18 1
                                    

¿QUIÉN diablos es usted? ¿Y qué está haciendo en mi cocina?

Había llegado a la casa situada a la entrada de Mulberry Hall hacía una hora, y había llamado al timbre y a la puerta. Luego, decidí que o bien Niall Horan no estaba en casa o se negaba a contestar. Así que no me quedó otra opción que entrar con la llave que Lucan St Claire me había dado. Al entrar en la cocina y ver el desastre que allí había, no me había molestado en seguir avanzando. Los platos sucios y el desorden eran una completa contraria para mi necesidad innata de orden y limpieza. Dudaba que Niall se hubiera molestado en fregar una simple taza o un plato desde su llegada a la casa un mes atrás.

– ¿Esto es una cocina? –Seguí recogiendo la vajilla sucia, que parecía inundar cada superficie, antes de dejarla en el fregadero lleno de agua caliente con jabón–. Creí que era un laboratorio de cultivos bacteriológicos –me di la vuelta para dirigirle una mirada reprobatoria al hombre que me miraba con desconfianza.

Y entonces sentí la necesidad de apoyarme contra uno de los armarios de la cocina para no caerme cuando lo reconocí. A pesar de su pelo revuelto y de la barba de varios días que cubría su mandíbula cuadrada, y pese a la camiseta negra y vaqueros gastados ligeramente holgados, no cabía duda de su identidad. Me costó un gran esfuerzo mantener mi expresión fría y distante al encontrarme frente a frente con el cantante mundialmente famoso Niall Horan.

Era cierto que el pelo revuelto y la barba lograban disimular casi todo su atractivo, lo cual probablemente fuese su intención, pero no había manera de ignorar aquellos fascinantes ojos color celeste. Las descripciones de los críticos sobre el color de los ojos diferían entre azul cielo y aguamarina; pero, fuese cual fuese el color, las descripciones siempre iban precedidas de la palabra «fascinantes».

Como admiradora del cantante inglés sabía perfectamente quién era. Debería saberlo, pues había escuchado todas sus canciones; unas cien hasta la fecha. Un par de ellas incluso le habían reportado Grammys por sus interpretaciones, y habría reconocido aquellos rasgos cincelados incluso en la oscuridad. En mis fantasías con aquel hombre, siempre había sido en la oscuridad…

Además, sabía que Niall Horan se había caído desde lo alto de un edificio hacía seis meses durante el rodaje de su último video musical. Los periódicos se habían llenado de especulaciones en su momento y habían insinuado que Niall había quedado severamente desfigurado. Que tal vez no volviera a caminar jamás. Que quizá no volvería a trabajar. No me cabía ninguna duda. El corazón me latía con fuerza y sentía las mejillas sonrojadas. Tal vez Niall caminase con ayuda de un bastón, pero seguía siendo el cantante increíblemente guapo con el que había estado obsesionada durante años. Un pequeño hecho que Lucan St Claire había olvidado mencionarme la semana anterior, pensé con cierto resentimiento. Me habría gustado que me hubiese advertido.

– ¡Muy graciosa! –gruñó Niall en respuesta a mi comentario sobre la cocina. Estaba en la puerta, apoyado sobre el bastón de ébano que tenía que llevar consigo si no quería acabar de cara contra el suelo–. Eso sigue sin explicar quién es y cómo ha entrado- .

Niall estaba durmiendo, tumbado en la cama que habían llevado al comedor porque no podía subir las escaleras, cuando oyó a alguien moverse por la cocina. Lo primero que pensó fue que se trataba de un ladrón, pero los intrusos normalmente no se quedaban a lavar los platos.

–Tengo una llave –respondí.

– ¿Y quién se la ha dado?

–Su hermano Lucan.

Niall frunció el ceño.

–Si el tarado de mi hermano la ha enviado aquí como ama de llaves, creo que debería saber que no necesito ninguna.

–Las evidencias demuestran lo contrario –contesté, le di la espalda y seguí moviéndome con eficiencia por la cocina, recogiendo más platos sucios y apilándolos en el escurridor.

Y aquello le dio a Niall la oportunidad de comprobar como la camiseta blanca se ceñía a sus pechos firmes y a su vientre plano, y terminaba un par de centímetros por encima de los vaqueros, que envolvían unas nalgas perfectas. Genial; la única parte de su cuerpo que no le dolía ya por sus lesiones acababa de inflamarse y empezaba a palpitar.

Era la primera vez que sentía el más mínimo interés sexual hacia una mujer desde el accidente que había tenido seis meses atrás; pero teniendo en cuenta las penosas condiciones en las que se encontraba el resto de su cuerpo, no era un interés que recibiera con especial alegría.

–Casi todas esas cosas irán al lavavajillas –me dijo mientras comenzaba a fregar los platos que había metido en el agua caliente del fregadero.

–Podrían haber ido al lavavajillas después de haber sido usados –le corregí sin darme la vuelta–. Ahora habrá que aclararlos primero.

– ¿Está insinuando que soy un guarro?

–Oh, no era una insinuación –respondí.

–A lo mejor no se ha dado cuenta, pero estoy ligeramente impedido –se defendió

Niall; de todas maneras, últimamente no tenía mucho apetito, pero cuando tenía hambre, la cadera y la pierna le dolían tanto cuando terminaba de preparar la comida y de comérsela que no se sentía con fuerzas para fregar los platos.

Dejé de fregar, me di la vuelta lentamente y lo miré con unos enormes ojos marrones.

–Vaya –dije–. He de admitir que no esperaba que jugara tan pronto la carta de «estoy tullido».

Niall tomó aliento y agarró el mango del bastón con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.

– ¿Qué acaba de decir?

Seguí mirando a Niall a los ojos, incluso mientras advertía el ligero matiz grisáceo que habían adquirido sus ya de por sí pálidas mejillas, así como la rigidez de un cuerpo que obviamente mostraba los síntomas del dolor y de la enfermedad.

Acostumbrada a ser una absoluta profesional en lo referente a mí trabajo, estaba costándome trabajo enfrentarme al atractivo oscuro y sensual de Niall con mi habitual distancia. De hecho, había evitado mirarlo durante unos minutos en un esfuerzo por recuperar la compostura. Normalmente mantenía la cabeza fría con los hombres. Mi hermana Joey iba a partirse de la risa cuando supiera a quién tenía como paciente. Mi expresión permaneció fría y calmada al darme cuenta de que, por fortuna, apenas había nada reconocible del atractivo actor en el hombre pálido y demacrado que tenía delante. ¡Salvo por aquellos ojos!

–Lo siento. Creí que era así como se consideraba a sí mismo. Como un tullido.

–Da igual quién sea y lo que esté haciendo aquí –contestó él con un brillo peligroso en la mirada–. ¡Simplemente lárguese de mi casa!

–Me parece que no- . Niall frunció el ceño ante mi respuesta calmada.

– ¿Perdón?

Sonreí al ver la furia que Niall estaba intentando en vano contener.

–Esta casa es de su hermano, no de usted, y el hecho de que Lucan me diera una llave para entrar demuestra que no le importa que esté aquí.

Niall tomó aliento.

–A mí sí me importa.

Volví a sonreír ligeramente.

–Por desgracia usted no es el que paga las facturas.

– ¡No necesito una maldita ama de llaves! –repitió él, frustrado.

–Como ya he dicho, eso es cuestionable –bromeé mientras me dirigía a secarme las manos con un trapo que también parecía necesitar un cara a cara con el jabón–. Janice McKinley–le ofrecí la mano seca–. Y no soy un ama de llaves.

A Dangerous Millionaire (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora