Capitulo 8-

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– ¿Crees que podemos pasear sin más? –preguntó él mientras comenzaba a caminar hacia Mulberry Hall.

–Desde luego –contestó ella–. ¿Nunca pensaste en trabajar para la Corporación St Claire? –pregunté con curiosidad.

Una curiosidad probablemente comprensible, dadas las circunstancias. Pero Niall no era conocido últimamente por su comprensión.

– ¿Nunca has oído hablar de mantener un silencio amigable cuando paseas?

Claro que había oído hablar de ello; pero no era algo que fuese a suceder entre Nial y yo. Un silencio incómodo, quizá. Extraño. Un silencio en el que seríamos demasiado conscientes el uno del otro. Al menos yo. El ceño fruncido de Niall mientras cojeaba a su lado indicaba que a él no le pasaba lo mismo.

– ¡Vaya!

Niall se apoyó cansado contra una de las cuatro columnas de mármol del impresionante vestíbulo de Mulberry Hall mientras yo contemplaba asombrada la enorme lámpara de araña de cristal veneciano que colgaba del techo sobre nuestras cabezas. La pierna le dolía demasiado tras el paseo como para compartir su entusiasmo. Además, había visto el interior de Mulberry Hall docenas de veces antes.

–Esto es… Quiero decir que… ¡Vaya!

–Entiendo que estás asombrada –dijo él secamente mientras me veía deambular por el vestíbulo admirando las estatuas y el suelo de mármol.

– ¿Y tú no lo estás?

–No especialmente –murmuró Niall. Se apartó de la columna y caminó ayudado del bastón hacia el salón principal, situado en la parte delantera de la casa.

Caminé tras él y me quedé parada en el umbral de la puerta, contemplando la hermosa decoración en color crema y dorado y los delicados muebles Regencia.

– ¿Lucan nunca ha pensado en abrirlo al público?

–Desde luego que no –Niall casi se rió al imaginarse la expresión de desprecio que aparecería en el rostro de su hermano si alguien se atreviese a sugerirle que debería abrir las puertas de Mulberry Hall a todo el mundo–. Y te recomiendo que no se lo sugieras, a no ser que quieras sentir el frío de su absoluta desaprobación.

–Pero me parece un desperdicio –dije–. El edificio en sí debe de ser muy antiguo.

–De principios de la época isabelina, creo.

Atravesé la sala para acariciar suavemente el marco dorado del enorme espejo situado sobre la chimenea.

– ¿Lucan la compró amueblada así?

Había adornos y lámparas en las superficies de las distintas mesitas, y un aparador en una pared, así como un precioso reloj de bronce dorado en la repisa de la chimenea.

–Por lo que yo sé –dijo él–, algunos de los muebles llevan aquí por lo menos doscientos años.

–Me pregunto qué fue de la familia que vivía aquí –murmuré–. Debían de ser millonarios, ¿no crees?

–Los duques de Stourbridge.

Suspiré.

–Es una pena que muchos de los antiguos títulos se hayan perdido o ya no se usen.

–Sí, una pena.

– ¿Crees que Lucan tiene intención de vivir aquí cuando se case? Es sólo una idea –me defendí cuando Niall se carcajeó–. Dices que no piensa abrirlo al público, pero algo pensará hacer con la casa, ¿no?

–Lo siento, sólo intentaba imaginarme a Lucan casado –dijo Niall–. No, me temo que no puedo imaginármelo.

–Entonces me pregunto por qué se molestaría en comprarla.

A Dangerous Millionaire (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora