Capitulo 6-

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– ¿Y?

–Y puede que un baño sea divertido.

–Y apuesto a que también se considera un buen ejercicio para fortalecer los músculos de mi pierna.

Sentí el rubor culpable en mis mejillas y mi expresión se volvió defensiva.

– ¿Qué tiene eso de malo?

Él se encogió de hombros.

–Absolutamente nada –contestó–. Si quisiera ejercitar los músculos de mi pierna, que no es el caso.

– ¿Y por qué no?

–Apártate de mi camino, Jane–respondió él con los dientes apretados.

Me negué firmemente con la cabeza y levanté la barbilla. Me negaba a moverse.

–No hasta que no me expliques por qué ni siquiera pareces querer intentar recuperar la movilidad de tu pierna.

Una furia roja pareció pasar frente a los ojos de Niall cuando las preguntas de aquella insistente mujer lograron atravesar su armadura una vez más.

– ¡No seas tan estúpida!

– ¿Entonces sí quieres recuperar la pierna?

–Lo que quiero y lo que tengo son dos cosas muy distintas –señaló él.

Le puse una mano en el brazo.

–Entonces demuestra que me equivoco y ven a nadar conmigo esta mañana.

– ¿Ahora quién está jugando?

–Vamos, Niall, será divertido.

–No me obligues a echarte.

– ¿Podrías hacer eso? –levanté la barbilla más aún–. ¿Realmente te crees capaz en este momento de obligarme a hacer algo?

Niall apretó el mango de su bastón con fuerza para recibir el golpe de sus palabras.

– ¡Eres una maldita…!

–Nadie ha dicho que tuviera que caerte bien para poder ayudarte.

–No recuerdo haberte pedido ayuda –dijo él con un brillo de advertencia en la mirada.

–La pidas o no, desde luego la necesitas.

Niall tomó aliento y siguió mirando con rabia a Janine McKinley. Casi metro setenta de curvas y testarudez.

Deliberadamente, deslizó la mirada más abajo, hasta donde sus pechos presionaban bajo el tejido de la camiseta.

Dejar que mirara mis pechos con esa intensidad no era precisamente la definición de controlar la situación. Y durante mi noche de insomnio había decidido que necesitaba mantener el control desde ese momento si quería lograr la recuperación de aquel hombre.

Sobre todo porque sólo hacía falta una mirada suya para que los pezones se me endurecieran notablemente bajo el suave tejido de la camiseta, de manera que parecían dos bayas maduras pidiendo que las devorasen.

No recordaba haber sentido aquella tensión sexual con ninguno de los hombres con los que había salido. Ni la electricidad que parecía vibrar entre nosotros cada vez que estábamos juntos en una habitación. O la necesidad que tenía de detener el impulso de cruzarme de brazos para proteger sus pechos.

Seguí reprimiendo ese impulso mientras miraba a Niall a la cara.

–He venido para realizar mi labor profesional, no para divertirte.

Niall no parecía tan seguro de eso como yo parecía estarlo. Durante días, semanas después del accidente, había recibido docenas de visitas en el hospital; muchas de ellas eran mujeres con las que había estado en el pasado o mujeres a las que les habría gustado estar con él en el futuro. Ninguna de ellas había logrado despertar la respuesta acalorada que Janine  McKinley había provocado en él casi desde el primer momento. Y tampoco le habían proporcionado el disfrute que sentía durante sus batallas verbales.

Era cierto que inmediatamente después del accidente había sentido más dolor del que sentía actualmente, y no había estado de humor para estímulos físicos. Pero aún sentía mucho dolor, y sólo le hacía falta mirar a Jane para saber que deseaba desnudarla y tumbarla en la cama más cercana antes de besarla y acariciar cada centímetro de su cuerpo.

Centró su mirada en la carnosidad de sus labios. Unos labios que sin duda podrían conducirlo a las más altas cotas de placer…

–Hay partes de tu cuerpo que no parecen estar de acuerdo con esa frase –bromeó mientras miraba mis pezones erectos.

Me sonrojé al sentir que aumentaba la tensión sexual entre nosotros.

–Aquí hace frío –se excusó patéticamente.

Niall se rió.

–Qué raro… a mí me parece lo contrario.

A mí también. El calor sexual entre nosotros fue suficiente para que las mejillas se me sonrojaran más aún.

–No te retrasaré más –murmuró cuando finalmente me eché a un lado para permitir pasar a Niall.

Niall se apoyó en su bastón y caminó lentamente hacia la puerta.

–Házmelo saber si decides marcharte después de todo.

– ¿Por qué? ¿Acaso piensas venir a despedirme con la mano? –pregunté.

–No, pero me gustaría que me devolvieras la llave de la puerta antes de marcharte –fue su respuesta, y me dirigió una última mirada desafiante antes de abandonar la cocina.

Me senté en la silla cuando me quedé sola y me serví otra taza del delicioso café que Niall había preparado antes.

¿Qué diablos pasaba últimamente con mis pacientes masculinos? Estaba segura de que no me había convertido de pronto en una especie de vampiresa, así que la explicación debía de ser que mi trabajo me obligaba a mantener tanta cercanía con esos pacientes que me convertía en un blanco fácil.

Fuera cual fuera la razón, sabía que iba a costarme mucho más trabajo resistirme a las insinuaciones de Niall que a las del asqueroso Richard Newman.

A Dangerous Millionaire (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora