¿Dónde has estado? –preguntó Niall a la mañana siguiente cuando abrí la puerta de la cocina y entré en la casa acompañada de una ráfaga de viento frío. Como llevaba varias bolsas de plástico en las manos, tuve que cerrar la puerta con el pie.
La ducha fría que Niall se había dado la noche anterior había logrado aliviar su excitación brevemente. Por desgracia, esa excitación había regresado con fuerza nada más oír a Jane subir por las escaleras y meterse en uno de los dormitorios para pasar la noche.
Dado que él no podía subir las escaleras, Lucan había convertido el comedor en dormitorio antes de que se mudara allí, y Niall se había quedado tumbado, mirando al techo, consciente de la palpitación de su erección e imaginándose a Jane desnudándose en la habitación situada encima de él. Niall se había levantado para vestirse con impaciencia y regresar a la cocina. Dadas las circunstancias, la botella de vino tinto sobre la mesa le había parecido de lo más atrayente.
Lo cual no había resultado ser una muy buena idea con el estómago vacío. En consecuencia por la mañana le dolía la cabeza y las sienes le palpitaban al igual que otra parte de su anatomía había hecho durante casi toda la noche.
Ya había preparado café y se había bebido media taza antes de ser consciente del silencio que reinaba en el resto de la casa. Incapaz de subir las escaleras para ver si Jane se había marchado o no, había mirado por la ventana de la cocina y había descubierto que su coche ya no estaba, lo cual le había hecho pensar que había seguido su consejo y se había marchado.
Sin embargo aquello no le había causado tanta satisfacción como había imaginado, lo cual le hacía pensar que tal vez Lucan tuviera razón al decir que llevaba allí solo demasiado tiempo. Al ver a la fisioterapeuta entrar en la cocina, supo que era cierto.
– ¿Dónde te parece que he estado? –pregunté sarcásticamente; pregunta que no necesitó respuesta cuando dejé las bolsas de la compra sobre la mesa de madera antes de quitarme la chaqueta y revelar que aquel día llevaba una camiseta amarilla ajustada, así como mis vaqueros gastados de cintura baja.
¨Otra camiseta corta que de nuevo dejaba ver parte de su vientre plano y que se ceñía a unos pechos que sin duda no estaban constreñidos por sujetador alguno¨.
– ¿Por qué no me sirves un café mientras busco los cruasanes que he comprado para el desayuno? –sugerí mientras comenzaba a rebuscar entre las bolsas y mi trenza me caía hacia delante por encima del hombro.
–Sí, señora –murmuró él secamente, y se recostó en la silla para alcanzar una taza limpia antes de inclinarse hacia delante y levantar la cafetera.
–Era una petición, no una orden –respondí.
Niall arqueó las cejas mientras colocaba la taza al otro extremo de la mesa, frustrado al darse cuenta de que se alegraba de que su compañera de batallas verbales hubiera regresado a casa.
–Anoche llamé a Lucan –dijo él con frialdad.
–Lo sé.
– ¿Lo sabes?
–Sí –Sonreí satisfecha al encontrar la caja de los bollos y la saqué de la bolsa.
La dejé sobre la mesa junto con la mantequilla y la miel–. He hablado con él antes de salir a comprar. No parecía muy contento de que lo hubieras despertado a las dos de la mañana para decirle que no te parecía bien que me hubiera enviado aquí.
Dejé el resto de bolsas en el suelo para vaciarlas más tarde y saque los platos y cuchillos que necesitaban para los cruasanes antes de sentarme a la mesa frente a él.
El estado de ánimo de Niall no había mejorado mucho la noche anterior tras tomarse dos tercios de la botella de vino, y ni siquiera se había dado cuenta de la hora que era cuando se le ocurrió la idea de llamar a Lucan y descargar su frustración con él. Los gruñidos de
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A Dangerous Millionaire (Niall Horan)
FanfictionÉl se comportaba como una fiera, pero ella se sentía desfallecer en sus brazos. La fisioterapeuta Janine McKinley se quedó de piedra al ver que su último cliente era el cantante Niall Horan, al que siempre había admirado. Ahora ella tenía que enfre...