|Capítulo 12|

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No puedo escapar de este infierno,
lo he intentado tantas veces,
pero sigo atrapado en él.

Que alguien me saque de esta pesadilla.
No puedo controlarme.
¿Qué más da si ves la parte más oscura de mí?

|12|

Purpurina y esmalte de uñas.

Eren.

Las clases apenas están terminando y el timbre apenas está sonando cuando Eren se levanta de su lugar, recogiendo con avidez los libros que ha ocupado en la clase y metiéndolos sin un cuidado en su mochila, se asegura de que nada quede olvidado y de que ningún bolsillo quede abierto antes de salir corriendo. Mikasa le ha dicho esa mañana que no podría acompañarlo a casa porque quería intentar dar la prueba para el equipo de voleibol, lo cual es bueno porque Eren espera que ella pueda ser capaz de adaptarse a este lugar mucho mejor que él. Y aunque también está esa cosa del proyecto, no ha visto a Levi por lo que va del día así que ha asumido que está vez es él quien no ha venido a la escuela, lo que es bueno, porque Eren no sabría cómo mantenerse quieto a su alrededor el día de hoy.

Avanzando por los pasillos se mantiene callado, con la mirada hacia el suelo y el gorro de su sudadera sobre su cabeza, así como la ha mantenido desde que ha salido de casa. También mantiene sus oídos agudos a espera de cualquier cosa. Sus manos están ocultas en los bolsillos de la misma sudadera.

Escucha risas detrás de él y el llamado de Jean, el molesto compañero de clases de Mikasa y quien parece convertirse en su némesis en este lugar; los cabellos en su nuca se erizan, lame sus labios y procura caminar más rápido. No quiere meterse en más problemas y sus manos ya se han formado en puños con anticipación. Ya está cerca de la salida.

—Oye, Eren — Su cuerpo se estrecha contra el de Jean que le ha tomado por los hombros de una manera que podría ser amistosa pero que a Eren le incómoda. Puede darse una idea de lo que Jean está planeando decir o de las razones por las cuales le ha detenido, y ninguna es demasiado agradable. Eren cree que Jean no es un mal tipo, al menos no lo parece, pero también cree que Jean es un idiota que no tiene tacto alguno. Y debería considerar explicarse, pero de nuevo ¿qué pasaría? ¿Jean le odiaría de verdad? ¿Le dejaría en paz? No quiere averiguarlo, principalmente porque se niega aceptarse por completo a sí mismo —. Me la debes ¿sabes? Rompiste mi ceja — y la señala, Eren lo sabe pero aun así mira como para asegurarlo, de pronto el rostro de Jean está tan cerca que no tiene más opción que volver a mirar abajo —, así que pensé en la forma en la cual podrías pagármelo: consígueme una cita con Mikasa.

Eren se aleja un poco de él. Jean no pone resistencia y le deja ir. No es la primera vez que Jean le pide ayuda con su hermana, de hecho lo hizo desde el primer día, cuando ella se atravesó en su camino agitando sus cabellos negros como cortinas al viento. Y hay algo que Eren sabe y que ha prometido mantener en secreto, pero lo cierto es que Mikasa no es demasiado indiferente a los sentimientos de Jean, y Jean podría intentarlo, y Eren podría ayudar un poco, pero tiene miedo de que las cosas no vayan como cree y Mikasa termine lastimada. Jean parece sincero, el tipo de persona impulsiva y estúpida pero con un buen corazón, pero Eren se ha equivocado antes juzgando a las personas que tiene miedo de volver a hacerlo.

—¿Por qué debería de hacerlo? — Reclama —. Arréglatelas como puedas, no soy cupido ni algo parecido, tampoco soy una clase de consejero. Si quieres hablar de daños que sepas que estuve a punto de ser expulsado, deja de ser tan llorón y háblale tú.

Jean se ofende, y como todos y cada uno de sus encuentros, éste no termina bien. Antes de que Eren pueda alejarse y escapar de cualquier caso de interrogatorio o soborno, Jean le jala del brazo, descubriendo su muñeca por accidente, aquella que lleva la pulsera que Mikasa le regaló y que de hecho combina con el color de sus uñas, aunque el problema no es ese, Jean también ha tirado el gorro de la sudadera dejando el rostro de Eren al descubierto, y esa mañana antes de salir de casa Mikasa le había convencido de alguna manera de jugar con su rostro y había terminado con algo de purpurina en la esquina de sus ojos y las cejas remarcadas; claro que había intentado quitarlo, pero se hacía tarde y no había hecho un buen trabajo. La peor parte: el pasillo está llenos de alumnos y algunos –quienes les conocen como problemáticos– se detuvieron desde el principio a mirar y ahora lo han visto todo.

Claro, porque los rumores no son suficientes y era necesario que toda la escuela se asegurase de los hechos.

Hay risitas y murmullos. Jean parece darse cuenta de que ha hecho algo mal y suelta la mano de Eren, hay vergüenza en sus ojos, Eren puede reconocerla, y parece querer decir algo más por la forma en la que sus labios se cierran y se abren con desesperación, pero las palabras simplemente no nacen.

—¡Que bonito el color de tus uñas! — alguien grita, Eren sabe que es alguien que no está en su clase porque no reconoce la voz. Guarda sus manos de nuevo, ignorando las miradas curiosas y llenas de burlas de las chicas a un lado de ellos. Tiene ganas de romperle la cara a Jean o a alguien, pero recuerda que no debe de meterse en más problemas. Suspira, pasa de largo a Jean en dirección a los baños, abriéndose paso entre los alumnos que están dispuestos a burlarse, agradeciendo mentalmente de que la mayoría haya decidido ignorarle.

Eren siempre ha sido un rumor entre los pasillos. Siempre desde que llegó a esta escuela; no es un rumor muy obvio, no, es ese rumor que se guarda en las paredes de un salón o entre cotilleos de amigos y el cuál no puedes asegurar del todo.

Pero ahora Eren no es un rumor. Eren es un hecho. Las distintas miradas que recibe de los chicos de los otros cursos lo confirman. Probablemente muchos de ellos ni siquiera sabían quién era en realidad Eren Jaeger hasta ahora. Y ojala pudiera maldecirlos a todos, pero no lo hará.

Solo avanza rápido, se dice.

Llega hasta los baños de los chicos y no le genera mucho conflicto, no esta vez. Entra ahí agradecido inmensamente con el hecho de que no hay nadie más.

A veces Eren no se entiende a sí mismo, no últimamente, porque él tiene claro que odia todo eso. Que no se siente en lo absoluto cómodo con esa parte de él que más bien es ella. Pero contradictoriamente cuando se pinta las uñas o usa broches en el pelo vuelve a sentirse feliz, de muchas maneras feliz, como si todo eso perteneciera ahí y no fuera un error llevarlo. Aunque por supuesto que lo es, porque él no es una chica, porque él nació como un chico, y un chico tiene que ser, y tal vez de esa forma su mamá vuelva.

Se encierra en una de las cabinas, baja la tapa del baño y se sienta, con sus dientes quitará el esmalta que Mikasa recién le puso hoy por la mañana.

As the sun rises outside my doorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora