|Capítulo 6|

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El ayer no es más que un mal recuerdo
y es hora de deshacerse de él eternamente.
No estás sola, no te preocupes más por eso.
La noche es tuya y me pregunto qué es lo que esperas;
solo puede mejorar.

Es una vida sin corazón.
Y se ha ido en un minuto
¿por qué no lo admites?
Es un cruel, cruel mundo.
Una cuna de pecadores,
donde los perdedores son ganadores.

|6|

Puesta de Sol.

Eren

Para mitad del día Erin no se siente mucho mejor, ni siquiera está cerca de estarlo. Quiere volver a casa y meterse bajo sus sábanas y no salir de ahí hasta que sepa que todo está bien, que todo al fin está en su lugar y es correcto, pero no puede. No puede ni siquiera correr junto a Mikasa y llorarle como muchas otras veces antes, porque continúa fingiendo que todo está bien, y no quiere admitir que no lo está.

Es hora del descanso, y aunque el clima va empeorando con el pasar de las horas, Erin no tiene las energías ni el humor de soportar las miradas curiosas que últimamente recibe, gracias a que él imbécil de Jean se encargó de gritar a media escuela sobre lo raro que es, así que luchando contra su piel que se eriza y sus dientes que castañetean, sube a lo azotea del edifico en pros de mantenerse tranquila, y tal vez, de algún modo, aliviar un poco su incomodidad.

Ahí arriba el aire corre mucho más helado, las copas de los pinos y los árboles no ayudan mucho con la sombra que forman. En su antiguo hogar Erin nunca había experimentado esta clase de clima, por lo general el termómetro no marcaba nada menor a doce grados, ni siquiera nevaba. Pero este es un lugar oculto entre montañas, claro que es de esperarse que caiga nieve. Se abraza a sí misma para darse calor a la vez que se acerca a la reja que rodea el lugar y mira hacia abajo, a los chicos que juegan fútbol y a las chicas que platican entre ellas con sonrisas traviesas y miradas coquetas.

Erin se recarga sobre el muro cercano, el de la entrada al lugar, y se desliza lentamente a través de el hasta que está sentada sobre el frío piso. Cierra los ojos, el viento sopla y le congela las pestañas y le parte los labios. Oculta en los bolsillos de su chamarra las manos enguatadas y siente entre sus dedos el brillo de labios que Mikasa le ha dado esta mañana.

Su mente, traicionera, no deja de repetir como un casete que es rebobinado las palabras que Mikasa le obsequió esa mañana, y como repentinamente estas le hicieron sentir tranquila. Pero, a su vez, no olvida las últimas palabras que recibió de mamá, y las que sin duda tienen un mayor peso para Erin, pues mamá nunca se equivoca, nunca lo ha hecho ¿por qué habría de hacerlo con esto?

Su padre, Mikasa, no se cansan de decirle que todo está bien con ella, que no hay nada de malo en querer ser quien es, pero todo el mundo a su alrededor, la mayoría siendo objetivos, piensan lo contrario, ¿y cuándo alguna vez alguien le ha hecho caso a las minorías?

Lleva sus rodillas contra su pecho, las abraza y oculta su rostro entre ellas. Tal vez se saltará la siguiente clase. Tal vez, si pudiera, se saltaría la vida. La idea, absurda, le hace sonreír.

Son unos minutos, no está segura de cuántos porque no les ha contado, pero del frío silencio en el que se ve envuelta, de pronto, como el sol de mediodía que brilla en lo alto del cielo entre las nubes, ella escucha una voz, fuerte y poderosa, que oscila desde la pared de al lado.

Es un sonido increíblemente hermoso, tanto, que ella no encuentra las palabras que puedan describirlo. Abre los ojos lentamente, consciente de qué tal vez la persona del otro lado de la pared no sabe que ella está ahí, intenta no moverse demasiado y no hacer ruido, incluso contiene la respiración un segundo.

As the sun rises outside my doorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora