Cap 3: Departamento blanco.

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~NARRADOR~

—¡¿QUÉ?! ¡¿CÓMO?! —cuestionó KyungSoo levantándose de su asiento. Pese a que era de madrugada, Suho los citó para que hablaran todos en conjunto y discutir un tema con importancia; estaría inactivo durante una semana entera—. ¡NI SI QUIERA NOS DIRÁ LA RAZÓN! Tendremos que cancelar la misión de la emboscada a la casa de los Wu.

Suho suspiró hondo pasándose las manos por la cara—No puedo decirles... en serio... si pudiera lo haría —no era tanto que no quisiera, más bien era un gran orgullo por encima. No podría decir que perdió una apuesta y se entregaría a otro hombre. Por obviedad, intentaría asesinar a Lay pero debía de hacerlo con mucha discreción—. Les encargaré la misión de la casa Wu. Confío en que son perfectamente capaces de realizarla sin fallar.

—Pero líder Suh-

—¡Ningún pero, Park! —exclamó mirándolo con severidad—. Han trabajado conmigo cerca de cinco años y saben lo que tienen que hacer. Si hacemos esa extracción de dinero y ponemos en evidencia al famoso Yifan de que en realidad es un mafioso, la policía nos lo agradecerá y nos quitarán la mirada de los sospechosos. ¿Entienden la importancia de que esa misión se haga mañana mismo? ¡La policía nos ha estado investigando por varias semanas y necesitamos actuar con rapidez! Tienen dos sospechas sobre nosotros; una, que somos espías por nuestra propia cuenta o dos; somos mafiosos. Y no podemos permitir que sepan que somos la segunda opción. ¿Quedó claro?

Todos aceptaron y Suho suspiró con mayor alivio.

—Ah, y, por favor, Kai —miró a éste que dejó de besuquearse con la chica que yacía en su regazo—. No andes muy calenturiento en mi no presencia, no queremos que tengas hijos mientras yo no estoy aquí —le advirtió y éste rodó los ojos pero igualmente asintió.

Junmyeon suspiró y se tocó la sien observando la mesa y pensando en Lay una y otra vez. Se preguntaba qué era lo que le intrigaba tanto de ese hombre. ¿Su cara? ¿Sus hoyuelos? ¿Sus movimientos? ¿Sus intereses? ¿Su forma de hablar? Qué era, qué era. La pregunta más recurrente de todas en su cabeza.

Se levantó y les dijo al resto de los presentes que podían retirarse mientras él empacaba armas para ir a enfrentar a Lay. Planeaba acabar con él antes que acostarse. Era perder su dignidad como varón, como hombre. Aunque si bien dicen "cortar un sólo árbol no te hace talador", sólo sería una vez. No era para exagerar. Después de la semana, todo quedaría en el olvido. ¡Resuelto! O también está la opción de aniquilarlo antes de que la semana suceda.

—Señor... está susurrando cosas sin sentido mientras mete bala por bala en la cajuela de su auto —parpadeó dos veces y se dio cuenta que lo estaba haciendo estúpidamente. Suspiró con irritación pues Lay le distraía todos sus pensamientos y afectaba sus acciones. Ahora guardaba balas en la cajuela a lo menso. Recogió todas las balas y las metió a diversas pistolas que tenía guardadas en la maleta.

Cerró la cajuela y regresó a su habitación para revisar que las armas escondidas en sus prendas no se vieran tanto. Frente al espejo se arregló de nuevo. Su cabello lo tenía de lado cepillado cuidadosamente. Portaba una playera de algodón de un amarillo opaco con cuello de tortuga. Usaba una chaqueta negra bastante gruesa. Usaba pantalones cómodos pero algo holgados. Y por último, unos botines oscuros pero limpios.

Las armas estaban ocultas entre su chaqueta, su playera, su pantalón y sus zapatos. Una última estaba en el lugar más obvio que ningún pendejo se atrevería a buscar por lo obvio que es; la bolsa de la chaqueta. Quería tomarlo por sorpresa de todas las maneras posibles.

Volvió a bajar y se montó en su auto para volver a asegurarse de que las armas no fuesen notorias en el lugar en el que se hallaban. Recordó las palabras de Lay de que le daba algunas horas y se alivió. Prefirió salir del auto para ir a dormir algunas horas; necesitaría energía para atacar a Lay. Regresó a su habitación y se recostó mirando el blanco techo mientras pensaba en su infancia. No tenía nada que ver con lo que sucedía en ese preciso instante, pero solía recordarla con mucha frecuencia, para su desgracia.

La apuesta. |CORRIGIENDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora