El joven chico y yo, nos hallábamos desayunado, sentados en una mesa en silencio, incómodos silencios de ellos, un mordisco y lo miraba a los ojos, otro, y así sucesivamente. Arthur no hablaba cuando comía, tenía sus razones para no hacerlos, pero él, no me las había dicho... El desayuno estaba rico, delicioso, era la primera vez que algo estaba así de sabroso, la comida que siempre nos daban, no eran tal desagradables pero tampoco llegaban a esos límites de encantarnos. Pero esa vez, sí, la comida estaba deliciosa.
Volvimos a nuestras celdas, todo estaba demasiado tranquilo, de hecho, esos dos días fueron demasiado tranquilos, no había peleas, ni riñas, ni golpes, ni suicidios, ni asesinatos... Todo iba extrañamente bien. Había llegado el día de mi nuevo juicio, estaba bastante nervioso, y algo triste a la vez, todos esos meses con los chicos de la lucha y con la incondicional amistad Arthur, no había sido en vano, había aprendido a quererlos y a querer aquel lugar, pues ahí había aprendido tantas cosas.
Salí esposado y escoltado de la cárcel, iba en camino en una patrulla. Estaba nervioso, mi ritmo cardiaco estaba acelerado, mi respiración era agitaba, cerré los ojos para ver si lograba tranquilizarme un poco, pero no, es que estar en esas situaciones no era nada fácil.
Por fin habíamos llegado, ahí estaba el juez, no era el mismo de la primera vez. Era un hombre anciano, su rostro se veía muy limpio, sus canas parecían brillar. Y ahí estaba también la madre de Jaden, mirándonos con odio. El abogado, Lucero y Moisés estaban junto a mí, como siempre, apoyándome, jamás encontraría cómo pagarles todo lo que habían hecho por mí.
—Richard Andrés Martínez Fernández, condenado por asesinar con sus propias manos al hijo de la demándate, Jaden Rivas...
—Pido la palabra su señoría...— dijo mi abogado.
—Adelante.
—He de agregar que mi cliente tiene una enfermedad mental llamada esquizofrenia, y que por cierto, el juez anterior lo sabía.
— ¡Pero sea como sea él lo mató! — gritó histérica la madre de Jaden.
—Silencio, o se suspende el juicio — dijo el hombre golpeando la mesa con su martillo.
—También quiero agregar que, aquí está como testigo su médico psiquiatra, Moisés Arango — prosiguió el abogado con rostro enseriado.
—Pido la palabra su señoría — dijo el abogado de la mujer.
El juez aceptó.
—El hombre aquí presente no tenía razones para matarlo, su enfermedad no justifica su agresividad. Quizá si hubiese sido en defensa propia, la situación hubiese sido diferente — dijo el abogado con una voz delicadamente quebrada.
—He de decir, que si el hijo de su cliente no hubiese matado a la familia de este hombre nada de esto hubiese pasado. Por lo menos lo hubiese negado y la cosa hubiese sido diferente, digo, sé que esto no justifica las acciones de mi defendido, pero teniendo en cuenta el tema de su enfermedad, sus acciones son más que justificadas, él no era consciente que hacía.
— ¿Cómo? — El juez sonaba sorprendido.
—Así es su... ¿señoría? Sí, su señoría, Jaden Rivas, amigo de la infancia fue quien mató a mis padres, mi esposa, y mis dos hijos, el causante de la miserable vida que había llevado. Sé que matarlo no era la solución, pero comprenda, mi enfermedad, ese hombre mató a mi familia.
Abogados intercediendo, manos arriba, alegaciones, testigos, Moisés, Lucero, habla por aquí, también por allá. Todo era demasiado angustiante y desesperante para mí, sólo quería saber el veredicto final, sólo ansiaba escuchar la voz del juez diciendo: Libre o se queda. Sólo esperaba eso, no quería escuchar más discusiones, las horas parecían ser eternas. Hasta que por fin sentí que el Tic, tac de mi amigo se detuvo y ya iba a hablar el juez, mi corazón palpitaba con fuerza, con mucha fuerza. Sentía que me quedaría sin aire, sentía que ya no podría respirar.
—... Siendo así, declaro a Richard Andrés Martínez Fernández... ¡En libertad!
Quedé paralizado, Moisés, Lucero, el abogado, me abrazaban con fuerza, me abrazaban como si fuera la última vez que podrían verme.
—Lo pagas a pagar... — dijo entre dientes la madre de Jaden quien salían de sala furiosa por lo que recién acababa de suceder.
Volví a la cárcel, no quería irme sin despedirme de Arthur y de mis chicos, quería irme, pero por otro lado quería llevarme a mi amigo de ese lugar, pero yo quería justicia, y él tenía que pagar por lo que había hecho, yo sólo esperaba volver a verlo cuando saliera de ese lugar.
—Adiós hermano. — Le abracé con fuerza.
—Adiós Richard...
Caminé por los pasillos con mi rostro feliz y mi corazón triste, el oficial iba detrás de mí, caminé hacia la puerta y luego hacia el auto de Moisés, extrañaba montarme ahí. El auto arrancó, mucha adrenalina sentí, quería ver con ansías a mis amigos, pero de vez en cuando me acordaba de Arthur; era una montaña rusa de sentimientos.
No quería hablar, mis sentimientos contrastados no me dejaban hablar, las palabras no salían de mi boca. El auto comenzaba a disminuir la velocidad, pude darme cuenta que ya estábamos llegando, estábamos cerca, muy cerca, ya podría ver los lugares vecinos a la clínica. Mi corazón palpitaba cada vez más rápido, el auto frenó, me bajé del auto. Pude sentir el viento golpear mi rostro, pude escuchar los animales cantar, ladrar, maullar.
Una sonrisa apareció en mi rostro, mi corazón saltaba, mi corazón estaba feliz, mi corazón tenía nostalgia, pero estaba feliz, muy pero muy feliz. Subí los escalones con lentitud, quería disfrutar y saborear cada instante, quería emocionarme con cada segundo.
Abrí las compuertas, entré al hospital, todo el lugar se veía diferente, todo estaba pintado de blanco, los pisos estaban relucientes, baldosas grises, hermosa iluminación, brillo, plantas verdes decorativas, ventanas y cristales brillantes, el lugar estaba hermoso, muy hermoso, cómo había cambiado todo desde que se había ido; su corazón se estrujó al ver de todo lo que se había perdido, pero después volvió a contentarse al ver a Henry y Alizza tomados de las mano corriendo hacia mí.
— ¡Richard! — gritaron en coro. Mi corazón saltó de la emoción. Un fuerte abrazo me abrigó, me sentí feliz, me sentí bien, estar rodeado por sus brazos era una sensación tan bella...
Sonreí y una lágrima se deslizó por mi mejilla.
Pero de repente empecé a escuchar voces en coro que cantaban: "Sepulte, abre, descubre la verdad" decían eso muchas veces, era como un canción, escuchaba también tambores. Mis pupilas recorrieron en círculos en lugar hasta que caí.
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CATARSIS: La vida es un cúmulo de crueles recuerdos
Mystery / Thriller"Convierte tu pasado en mil razones para vivir. Convierte tu presente en un agente de cambio para que tu incierto futuro no sea un clon de tu pasado, es decir, para qe tu vida no sea un cúmulo de crueles recuerdos" Conoce a Richard y conoce su mundo...