Capítulo 9 (Editado)

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Lágrimas de desesperación, lágrimas de angustia, de tristeza y nostalgia, lágrimas que expresaban mi descontento con este mundo y mis podridos sentimientos hacia la gente y hacia mi vida.

Lágrimas que reflejaban mi gran odio hacia esta vida en la que ya no encontraba sentido. Sinceramente ya no sabía por qué Dios, sí es que realmente existe, aún me tenía en este mundo sabiendo lo que hice, él sabe que hay tanta gente inocente pudriéndose en una cárcel o incluso muriendo pero yo sigo libre, yo sigo vivo ¿muy justo cierto?

Aunque pensándolo bien quizá él no tiene la culpa, quizá no existe, o tal vez esto es culpa de la injusticia de la humanidad.

Definitivamente me he dado cuenta que este mundo está podrido, las personas verdaderamente buenas están encerrados en un celda o en una cárcel, sufriendo en un infierno donde los demonios son nada más y nada menos que los policías corruptos que cumplen la ley a su parecer y a su acomodo.

Pero personas que arrebatan vidas como yo, seguimos vivos, disfrutando de la vida y de la libertad. La maldad se encuentra volando libre por el mundo, mientras la bondad está encerrada en un infierno.

— ¿Quieres que hablemos de eso?— Preguntó Amparo con su voz apacible y dulce.

—No lo sé. —Respondí con mi típico negativismo

— ¿No lo sabes? O ¿Tienes miedo?— Preguntó tomando mi mano.

—Tengo miedo. — Respondí con mi voz un tanto quebrada debido a que mi rostro se había convertido en océano de lágrimas saladas.

— ¿Miedo de qué?— Preguntó mientras secaba con sus manos mis lágrimas.

—La verdad, en el tiempo que he estado aquí, he aprendido a quererlos demasiado, y tengo miedo de hacerles daño, miedo de dañar todo lo que hemos logrado. — Expresé.

—Creo que es momento. — Comentó Lucero a Moisés.

— ¿Momento? ¿Momento de qué? — Pensé. Realmente no entendía lo que estaban susurrando en ese momento.

— ¿De qué momento hablan? Lucero, Moisés, que alguien me explique esto por no entiendo nada. — Pregunté un poco desesperado. El hecho de no saber qué harían conmigo me enloquecía.

— Paso uno hacia la catarsis. — Respondió Moisés con una leve sonrisa en su rostro.

— ¿Paso uno hacia la catarsis? — Me pregunté. Su respuesta sinceramente no aclaró mi duda, pero la desesperación y la intriga que tenía por saber de qué estaban hablando me estaban matando.

—Vamos. —Expresó Lucero tomándome del brazo.

Caminábamos por los pasillos, el resto de pacientes estaban encerrados en sus habitaciones, por ende los pasillos estaban solos, el frío que invadía mi cuerpo me ponía mucho más nervioso de lo que ya estaba en ese momento.

—Llegamos. — Expresó Lucero rompiendo el silencio.

Una puerta blanca estaba frente de nosotros, Lucero extiende su mano para abrirla, una habitación completamente blanca estuvo frente a mí, almohadas y alfombras tiradas en el suelo, un aire de paz y tranquilidad se podía sentir.

—Vamos, siéntate. — Expresó la enfermera tocando mi hombro.

Obedeciendo sus órdenes entré a la habitación y me senté en una almohada y pocos segundos después lo hicieron ellos también.

—Cierra tus ojos. — Agregó el doctor en ese momento.

— ¿Qué es la vida?— Continuó diciendo.

—La vida es un cúmulo de crueles recuerdos, miserables recuerdos que nos hacen sufrir, en donde una terrible enfermedad mental podría cambiar el rumbo de una bella historia. Pasar de tenerlo todo a no tener nada; vivir solo, sin amigos, sin familia y sin amor. — Respondí sin titubeo alguno en mi voz.

— ¿Qué es lo que más odias de ella?— preguntó.

—Su injusticia. — Respondí seriamente.

— ¿Qué opinas de las mariposas?— Añadió.

—Las mariposas, son seres alados que vuelan libres gozando del cielo, seres que se emancipan de un capullo de paz y justicia para salir a un mundo lleno de maldad y crueldad. Son seres realmente estúpidos. — Respondí.

— ¿Qué opinas de las rosas?— Preguntó.

—Una flor, una flor roja, una flor sangrienta como las manos de las personas que asesinan a personas inocentes, plantas con espinas que duelen como el pasado. — Expresé.

— ¿Te sientes listo para hablarnos de como mataste a Ariana?— Preguntó.

—No, sé que ustedes morirán si hago eso. —

—Hay una forma de que no pase eso. — Soltó.

— ¿Cómo?— Pregunté muy intrigado por lo que dijo.

—Vamos a confrontar tu pasado.

¿Confrontar mi pasado? sinceramente no comprendía nada de lo que estaba pasando pero sin duda me aterraba lo que estaba diciendo, con el simple hecho de escuchar la palabra pasado, mi cuerpo se estremecía y temblaba de miedo, estaba asustado sabía que esto traería muchos problemas aunque no entendía nada sabía que mucha gente saldría herida, pero no tenía otra opción.

— ¿A qué? — Pregunté intrigado.

—A confrontar tu pasado. Paso uno hacia la "CATARSIS". — Respondió muy alegre.

—Tengo miedo. — Expresé con un nudo en la garganta.

—No hay nada que temer, yo estaré contigo. — Añadió Lucero para después tomar mi mano.

—Necesito que comiences a recordar ese momento en el que mataste a Ariana y luego cuando sientas que estás perdiendo el control piensa en algo que te haga realmente feliz.

°°°

Aquella tarde que estábamos en al parque, mis padres, Ariana, mis hijos y yo, todos jugamos tranquilamente en aquel lugar lleno de rosas y mariposas, Los niños Joey y Rose jugaban en aquel lugar, podía escuchar sus risas, escuchaba el ruido de las conversaciones de mis padres y mi mujer, yo estaba sentado contemplando la naturaleza, estaba feliz, estaba contento, en aquella época los ataques ya no estaban presentes en mí pues gracias a los medicamentos, los tratamientos y el apoyo de mi familia podía controlar la enfermedad.

El tiempo transcurría todo estaba oscureciendo, mi vista estaba concentrada en el rojo atardecer hasta que de repente escucho fuertes gritos que vienen de atrás, al darme la vuelta para ver que estaba pasando me doy cuenta que un asaltante está agrediendo a mi familia, en ese momento pasó algo que hacía mucho no pasaba, extrañas voces me invadieron, perdí todo control y conocimiento sobre mi cuerpo, me lancé sobre aquel hombre, cuando volví en sí, me vi sobre el cuerpo de Ariana, mis hijos y mis padres llenos de sangre, lo único que pude hacer en ese momento fue correr y correr hasta llegar a la licorería de mi padre.

Y así fue como acabé con la vida de las personas que más amaba en este mundo, mi mujer, mis hijos y mis padres.


CATARSIS: La vida es un cúmulo de crueles recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora