Capítulo XIX

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Alizza Evans:

Observaba mi reflejo, miraba las imperfecciones que había creado mi mente. Imperfecciones que eran tan reales a la vez que no lo eran.

Un ojo más grande que otro, una boca chueca, una verruga. Muchas imperfecciones en un solo rostro. Tenía dieseis años y no comprendía porqué era tan horrible. No tenía conocimiento de que estaba enferma, sólo era una adolescente horrible que encajaba pero que sentía que no lo hacía.

Odiaba ser fotografiada, temía a que se burlarían de mí y utilizarían mi foto para molestarme.

Era introvertida, y odiaba estar rodeada de gente, por eso, me gané el rechazo de mi clase. Algo que no era tan malo para mí, pues, entre menos personas vieran era mejor.

Síndrome de Cuasimodo o trastorno dismórfico, llámenlo como quiera, lo que importa era que quería cambiar mi apariencia y al no poder hacerlo deseé morir, además deseé romperle la boca a cualquier persona que se burlara de mi supuesta cara deforme.

Ni que se atrevieran a sacarme una foto. Era terrible lo que le sucedía a quien lo hiciera, las personas se alejaron de mí, era extremadamente agresiva. Expulsiones, suspensiones, actas de convivencia, correccional para menores, la cárcel y hasta salas de cirugía. Pasé por todos esos lugares a causa de un trastorno mental, por culpa de supuestos defectos que realmente nunca estuvieron ahí, por culpa de una bocha chueca y una nariz fuera de lugar, una extrema gordura que a la final, no era más de la que solía verme.

Viví el rechazo y lo que es ser introvertida, lo que es sentirse fea y que nadie te va a amar, lo que es ser la chica con baja autoestima que se odia y cree que no vale nada desde el día de su nacimiento.

Soy igual y quizá muy diferente a un millón de chicas. No son enfermas, están muy sanas, sin embargo, ven lo que no está allí y ven horror en tanto belleza, ven dolor y rechazo en las miradas de amor y aceptación.

Soy como tú, como tú y tú. Pero también puedo ser diferente, no me importa si eres gorda, flaca. Soy una chica y tú también lo eres, y también conozco la depresión, amiga mía que te deprimes en tu cama y empiezas a derramar lágrimas por desamor y odio mutuo, por tu inconformidad de tu físico y tus pensamientos conformistas y tristes que te llevan a creer que nunca serás feliz y que estás destinada a sufrir.

Yo lo pensé, pensé en que nunca sería feliz. Fue duro aceptar, aceptar que estaba enferma y que mis defectos nunca estuvieron allí y todo fue mi mente.

Perdí dinero en busca de una falsa perfección, sin saber que era más que perfecta, con mi piel morena y mi cabello crespo y alocado. Soy perfecta y después de errores, llantos, odio y cirugías innecesarias lo entendí. Pensé que había sido muy tarde. Quizá sí, pero sé que no llegué tarde para incentivar un cambio en la juventud y en la sociedad. Es lo que quiero lograr, el sueño que soñé después de haber soñado "ser perfecta".

Muchas veces, aun veo mis supuestos errores faciales, pero hoy entiendo que no están ahí y que lo que veo en el espejo no vale tanto como vale lo que está en mi corazón y aunque suene trillado, es la belleza que realmente importa y la única que tiene sentido cuidar. Solo es aceptar la realidad, no esa de: "soy feo". No lo eres, lo que eres por dentro y la personas que eres es lo que importa, la belleza que vale no es la que se ve en el espejo sino lo que no se ve a simple vista.

Yo viví todo y nada a la vez, viví el síndrome de Cuasimodo pero no viví la esquizofrenia y mucho menos el trastorno disociación. Mis amigos y Richard y Moisés han sufrido, yo también sufrí, no el mismo sufrimiento, las historias no se repiten, pero, todos tenemos algo en común, buscamos la felicidad, la felicidad que escasas veces sentimos por concentrarnos en el sufrimiento. Somos amigos enfermos con un objetivo en común, somos gente que sufrió que busca catarsis, que busca liberarse de lo que un día nos marcó y nos hizo creer que habíamos nacido para sufrir y llorar.

CATARSIS: La vida es un cúmulo de crueles recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora