Capítulo XXVIII

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Richard estaba recostado a la puerta, se quedó ahí cuando salió, estaba mirando a la pared, pensando en cualquier cosa real, o quizá en otra cosa ficticia, en aquel punto de su vida ya no le importaba reconocer qué era real o falso, al fin y al cabo, ese era él y la verdad suele ser tan...relativa y extraña.

Richard, Richard...Oye tú, Richard... Hola, ¿cómo estás?... Has cambiado mucho, y eso no me gusta, para nada, no me gusta quién eres, eres un producto, ¡no quiero que seas un producto! Quiero que seas ese... quiero que seas... ¡ese! ¡Míralo! ¡Mírate ahí!

Mi pecho subía y bajaba, mi respiración era agitada, exagerada, diría yo. Todo comenzó a dar vueltas en mi cabeza, todo el panorama se convirtió en un huracán, todo giraba, todo daba vueltas y... me vi: Ahí estaba yo, estaba corriendo, dejaba el parque atrás, y con él, los cuerpos de quienes más amaba, corría y corría... Mi cabello se movía con el viento, poco a poco todo se oscurecía, todo estaba desolado, no se veía a nadie... Corría y corría, llevándome por delante las canecas de basura, arbustos, hasta que... llegué hasta la licorería de mi padre. Con desesperación saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta, entré, cerré con llave. Cojeé hacia un rincón, me había golpeado mi fuerte, al llegar, miré la pared roja; mis manos apretadas comenzaron a golpear la pared, las lágrimas corrían por mis mejillas, ¿lágrimas? ¡Era cataratas! Mis manos comenzaron a sangrar... Masajeé con furia mi cabello, caminé hacia las estanterías de la cocina, agarré una botella de cerveza y en un desesperado movimiento la abrí y sin pensarlo, bebí, un trago, dos, tres, cuatro, cinco... Se acabó. Lancé la botella, los cristales recorrieron todo el lugar. Cogí otra, la acabé en 6 tragos; la estrellé contra la pared, más cristales invadían el lugar. Me desnudé el torso en un agresivo movimiento, me quité los zapatos... y... me lancé, me tiré al suelo, caí boca abajo... Mi pecho comenzó a sangrar, algunos cristales habían penetrado mi piel. Me levanté y ahí... las vi, rosas rodearon el lugar, mariposas volaban e invadían el lugar. Cerré mis ojos, los cerré con fuerza, mucha fuerza; con manos temblorosas agarré un pedazo de vidrio, lo agarré con fuerza, con más fuerza de la que mantenía mis ojos cerrados, lo deslicé, deslicé el cristal por mi brazo. Un corte, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, hasta que... la fuerza se me agotó y la solté, abrí los ojos y los vi, vi a mamá, a papá, a Ariana, Joey y Rose, tomados de las manos y seguían un camino, un camino de rosas y las mariposas los acompañaban.

— ¿Qué he hecho? — susurré —. ¡Qué has hecho Richard! — grité, mientras me acostaba en el suelo, la espalda me dolía, ahora los cristales la lastimaban a ella.

Mi vista se oscureció y ahora estaba en el rincón...

El sufrimiento es divertido...

Y ahí, en el hospital, recostado a la puerta, perdí el conocimiento y caí mientras susurros confusos me hablaban... Y desperté en una camilla, o al menos yo creí haber despertado.

Unas bestias me rodeaban, me miraban confusos.

— ¿Ya vas a decaer?

Luego desaparecieron, y escuché:

—Tic, toc, toc... El tiempo está cerca.

Escuché un disparo.

Vi una sonrisa, una amplia sonrisa...Me vi feliz.

Lo siento...

Escuché una risa psicópata.

Escuché un llanto.

Escuché a Moisés hablar. Ahora sí, ahora sí había despertado.

—Tú y yo tenemos que hablar... — me dijo cuando desperté.

—Sobre... — dije con un hilo de voz.

—Richard, creo que ha llegado el momento de que sepas la verdad...Nunca estuve de acuerdo en decírtelo, no por ahora, pero Lucero...

CATARSIS: La vida es un cúmulo de crueles recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora