Capítulo 10 (Editado)

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Voces en mi interior, voces de culpa, voces de juicio se oían en todo mí ser... de nuevo esas extrañas sensaciones, el control sobre mi cuerpo se estaba perdiendo.

— ¡Vamos Richard! ¡Tú puedes!— Exclamó Moisés.

— Debo pensar en algo que me haga feliz ¡es muy difícil! Desde la muerte de familia no hay felicidad en mi vida, no tengo amigos, no tengo nada, no tengo a nadie. —Pensé.

"¡Richard tu puedes!" Era la frase que escuchaba constantemente, palabras de ánimo y aliento.

— ¡Lucero, Moisés! — dije para después gritar, era muy doloroso luchar contra esto. — ¡Ustedes son mi felicidad!— Añadí.

— ¿Por qué?— Preguntó.

—Porque... ¡Porque solo ustedes se han preocupado por mí, solo ustedes se han ocupado de mí, solo ustedes hacen que mis recuerdos se dispersen por un momento, solo ustedes me ayudaran a hacer catarsis!— grité levantándome de la almohada, sentí como perdí el equilibrio de mi cuerpo y caí al suelo.

Mi vista estaba borrosa, llena de sombra y penumbra, no sabía cuándo había llegado a la camilla ni cuánto tiempo estuve allí pero sentía como si hubiera dormido una eternidad. Revisé toda la habitación con la mirada, todo estaba vacío, no había nadie, se sentía el aire, el sonido del silencio, algo muy relajante comparado con la primera vez que estuve aquí.

Todo movimiento, todo objeto que había reflejaba paz, como aquella vez en la que tuve a Joey por primera vez en mis brazos.

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Desde afuera de la habitación se escuchaban los desesperantes gritos de Ariana que se encontraba dando a luz, yo me encontraba sentado esperando a que nuestro hijo naciera.
Después de un largo y estresante tiempo escuché llantos, en mi rostro se reflejó una gran sonrisa.

— ¿Familiares de Ariana?—Preguntó el doctor al salir de la sala.

—Soy yo. — Respondí levantándome de la silla.

— ¿Algún mayor de edad?—Preguntó.

—Nosotros. —Respondieron mis padres que venían saliendo del pasillo donde se encontraban los expendedores de agua.

— ¡Los felicito su yerna ha tenido un hermoso niño!— Celebró el doctor.

— ¿Puedo verlo?— Pregunté

Después de pensarlo un largo tiempo respondió.

—Está bien, pero que sea rápido, no tenemos permitido el ingreso de menores a este tipo de salas. — Respondió.

Después de haberme vestido con la ropa que siempre exigen entré a verlo.

— Mi amor. — Expresé cuando iba entrando en la sala.

— Bebé, es un niño. — Respondió emocionada al verme.

— Ya lo sé. — Expresé riéndome.

— Se parece a ti. — Dijo entre carcajadas.

— Quiero verlo — Expresé mientras me acercaba a ella.

Al estar al lado de su camilla, extendí mis brazos para tomar al bebé, era hermoso, lindo, adorable, sus ojos, boca reflejaban ternura.

Una hermosa paz que me hacía olvidar el resto del mundo invadió mi ser al ver por primera vez el rostro de Joey.

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CATARSIS: La vida es un cúmulo de crueles recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora