t r e s

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Hoy había despertado sorprendentemente antes que mis padres, lo cual me confundía en gran nivel porque tenia el sueño realmente pesado, y por más de que haya al lado de mi cama un grupo de mariachis realizando una ruidosa serenata, estaba más que segura que ni me inmutaría y seguiría con mi preciado sueño como si nada. Pues, dormir era mi vida, incluso mi abuela solía decirme que parecía estar invernando todo el maldito año.
Sin embargo hoy era un día muy especial para mí, y, sí, podría estar celebrando este día salvajemente entre mis tibias sábanas - nótese el sarcasmo -, pero hoy era ese día que necesitaba visitar a una persona que no veo desde que entré a la universidad.

En el jardín de mi hogar, frotaba mis brazos sobre mi sweater para conseguir algo de calor. El invierno se iba agazapando a mitades del otoño, mi estación favorita del año llegaba, y con eso, pasar toda la tarde durmiendo con miles de frazadas sobre mi. Observé unas flores blancas que se mantenían intactas a pesar del aire gélido. Por alguna extraña razón, me llegó a la cabeza la película de Tinkerbell, pero evité esos pensamientos sacudiendo un poco mi cabeza. No maduraba más, joder.

Ahora mismo tenía que realizar una misión que quizás me iba a costar la vida: cortar esas flores antes de que mi abuela se despierte. Así que sin más tardar, las corté con mi mano y las  escondí detrás de algún arbusto para ella no la vea.

Pronto las usaría.

Cuando el frío comenzaba a quemar mi piel y ponerse rasposa, decidí entrar a mi humilde y calentita morada. Camine hacia a la cocina, mi estómago estaba pidiendo a gritos que le de un poco de comida; tomé unas galletitas que parecían estar más húmedas que la dentadura de mi abuela (si, la había tenido sobre mis mano, pero esa no era una historia muy agradable de contar). Vaya, se suponía que hoy era un día muy importante para mi, y lo comienzo comiendo unas galletas asquerosas, demonios.

— ¿Alguien vió mi dentadura? — oí su voz media distorsionada.

La imagen de mi abuela hizo querer vomitar las galletas; una señora muy, muy, MUY mayor y arrugada como una pasa, y desdentada. A pesar de la vista para nada agradable, empecé a reír al ver el estilo de modelo de Gucci que ella portaba. Una bata, muy vieja, estampada de ositos marrones y unas pantuflas que se robó del hotel en el que se hospedaron cuando fueron a mi graduación. Original.

— ¡Ah! ¿Quién eres tú? — preguntó con el ceño fruncido al verme. Mordí el interior de mi mejilla para intentar no reír ante la pronunciación de sus palabras.

— Mmm, ¿Miyeon? — le dije irónicamente alzando una ceja, divertida.

— No, no, no... — negó la señora muy convencida. — Mí Miyeon no se levanta antes que nosotros, es imposible. — me examinó de arriba a abajo con una ceja elevada, haciéndola lucir patética. — ¿Quién eres, y que le haz hecho a Miyeon? — cuestionó en un tono amenazador.

— Soy Miyeon, abuela. — repetí.

— Haber, hay una cosa que solo ella sabe, así que lo averiguaremos ahora mismo. — mire incrédula a mi abuela. Dios, estaba loca. — ¿Donde está mi dentadura? —.

— Al lado de tu cama, en la mesita de luz. — contesté con una sonrisa en mis labios.

Mi abuela dudó unos segundos, pensando en si era verdad que sus dientes estaban allí. Así que dió media vuelta en silencio y fue a comprobar si realmente era cierto.

Mire como se alejaba, hasta que sentí un gran estruendo fuera de mi casa. Fruncí el ceño rápidamente, preocupándome de que fuera algún tipo de robo o alguna pandilla que este haciendo de las suyas, aunque dudo que eso ocurra a las diez de la mañana. Cuando mi vista atravesó la ventana con curiosidad y mucha precaución, un auto deportivo negro, hermoso, muy lujoso, estaba aparcando cruzando la calle. Me asombré al percatarme que el escándalo que oí anteriormente haya provenido de los motores de esa bestia.

Quedé completamente embobada al ver el auto, emanaba una elegancia que embelesaba a cualquiera que lo vea

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Quedé completamente embobada al ver el auto, emanaba una elegancia que embelesaba a cualquiera que lo vea.

Al cabo de unos segundos en los que trataba de volver a la realidad, recordé que frente de nuestra casa vivía la familia Jeon, y que desde que llegue o durante los años en Seúl jamás me ha llegado alguna notificación de él. Hace tiempo que no lo veía, he estado tan ocupada en mis estudios que jamás me he dado el tiempo de llamarle o quizás mandarle un mensaje de cómo estaba. Una amargura me atacó el pecho al notar lo desconsiderada que fui al no haberme preocupado un poco más por el que fue mi mejor amigo de toda la vida. Incluso, desde que llegué he estado más enfocada en dormir que ni siquiera me había percatado que al frente de mi casa vivía Jungkook, y aún no había considerado en visitarlo.

La puerta del auto se abrió, y una sensación extraña se formó en mi pecho. La emoción y felicidad de volver a verlo, aunque sea escondida detrás de la ventana, me estaba dejando en claro lo mucho que lo había extrañado, recordándome las largas y frustrantes noches en vela en las que no podía dormir pensando si llamarlo a esas horas nocturnas estaba bien, o simplemente me iba a odiar por interrumpir su sueño.
Vi sus pies apoyarse sobre el pavimento y...

— ¡Miyeon, bebé feliz cumpleaños! —.

Mi aparté de la ventana rápidamente, recargando mi peso sobre la pared mientras trataba de calmar mi corazón del susto que me había causado aquel grito.
Visualizo a mi padre, el cual portaba una sonrisa enorme en sus labios y mantenía sus brazos extendidos en el aire, esperando que vaya a abrazarlo.

— Tonto, ¿quieres que me de una taquicardia el día de mi cumpleaños? — me quejé con una mano en el corazón.

— Solo quería felicitarte, preciosa. — llegó hacia mí y me abrazó con fuerza. — Por cierto... ¿Qué hacías observando por la ventana? ¿Espías a los vecinos? — jugó con sus cejas elevándolas varias veces, con una sonrisa pícara.

— No, cómo crees. — dije avergonzada.

— ¡Feliz cumpleaños, cariño! — canturreó mi madre llegando junto a mi abuela.

— Gracias mami. — me aparté de mi padre para abrazarla.

— Al parecer si eres la Miyeon original. — pronunció mi abuela, ahora con la dentadura puesta. — La encontré. — sonrió señalando la dentadura. — ¡Cómo creciste pequeña! — jalo mis mejillas para dejar un rastro de besos por toda mi cara. Reí mientras negaba con mi cabeza.

Una vez todos se alejaron y se introdujeron a la cocina, corrí con rapidez hacia la ventana para corroborar si el chico seguía allí, pero para mi desgracia ya no estaba. Suspiré desilusionada, pensé que iba a ser la primera ves que lo iba a ver después de tanto tiempo, pero iba a tener que seguir esperando.









ya llegará el capítulo donde Miyeon se reencontrará con jungkook, tranquilas, tiempo al tiempo babe.

Clandestino𒊹︎ᴊᴊᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora