d o c e ii

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— ¿Y cómo mierda supiste que era ella? — entraba a la casa a regañadientes, pues recién había ingresado y ya le había dado la cabeza de la chica contra el marco de la puerta. Todo mal.

— Tu madre tiene un mural de fotos tuyas con ella y su hermano.

Y siendo claro, me sentí como un completo idiota al ver los cientos de retratos que había en una mesada junto a los hermanos Kim. Jimin había ido muchas veces a mi casa y era obvio que no había pasado de largo la cantidad de fotos que había en los muebles.

Ignoré aquello y subí a mi habitación rápidamente, estaba algo alterado. La recosté en mi cama con cuidado.

Ahora que podía observarla de con más detalles, tenía muchísimos moretones y heridas. Su labio estaba partido al igual que su ceja, y de su cabeza iba cayendo lentamente una gota de sangre.

— ¿No crees que debemos curarle esas heridas de inmediato? Puede infectarse, Jungkook. — propuso apiadado de ella.

— Pues a eso vinimos, genio. ¿Pensabas que tan solo la iba a dejar en su casa, y que sus padres se preocuparan? Sería un maldito caos.  — quité mi chaqueta, saqué un cigarrillo y lo encendí. La intensidad y preocupación de mi compañero de cabellos dorados me iba quitando paulatinamente la poca paciencia que había heredado de mi padre.

Jimin que quedó observando escéptico al verme soltar el humo parsimoniosamente por la ventana de mi habitación. Soltó una carcajada irónica.

— ¿Esperas que lo haga yo? ¡No se como hacerlo! ¡Tu eres el que tiene más experiencia en esto!

— Cállate, por favor. Me estás cansando y no quiero pelear contigo. No estoy de buenas, eh... — cerré los ojos con fuerza mientras tomaba entre mis dedos el puente de mi nariz.

El rubio tenía razón; yo sabía cómo curar heridas de este tipo, después de todo hubo momento en los que la vida me había obligado a aprenderlo porque en alguna ocasión me iba a servir para algo. Desde que había comenzado a asistir a las peleas clandestinas a principios de año había implementado las técnicas que me había enseñado mi madre cuando era pequeño y practicaba artes marciales. Y a pesar que los golpes y lesiones sean más brutales, estas medidas me ayudaban demasiado.

— Trae el botiquín del baño y una bolsa con hielo.

Asintió y fue en busca de lo que le pedí. Cuando quedé finalmente solo observé el cuerpo débil y maltratado de Miyeon frente a mis ojos. Apreté mis dientes al recordar las filosas palabras de Sungwo, pues nadie se debía atrever a hablar de la muerte de Taehyung de esa forma y amenazar a una sus familiares mientras yo esté con vida. Ese idiota tendrá su merecido en cualquier momento.

Pero aunque quería creer que Miyeon no me importaba era algo casi impredecible para mí; quizás el hecho de que era hermana de mi difunto mejor amigo me comprometía a mantenerla a salvo de lo que sea, por más de que él no esté aquí debía hacer algo por él. Pero aún no podía evitar comportarme como alguien receloso con ella. Me había dejado solo en uno de mis peores momentos, mierda. Me había lastimado demasiado, y eso no era algo que se perdonaba de un día para el otro.

Pero aún no tenía muy claro la que sentía cuando estaba cerca de ella: ¿enojo, tristeza, felicidad? La verdad es que es todo un enigma para mí.

Pero a pesar de todo aquello, ella cumplió su promesa: ella volvió. Pero, ¿por qué no podía procesar aquello y continuar con nuestra amistad? Es otra cosa que sinceramente, no lo sé; pero pronto lo descubriré.

— Aquí tienes. — me entregó el botiquín de primeros auxilios. Puso la bolsa de hielo en su cabeza con delicadeza.

Comencé a desinfectar las heridas de su rostro con un algodón y alcohol con cuidado, pero poco a poco iba perdiendo la serenidad, pues no quería estar curándole las heridas a una niña, debería estar en un bar bebiendo hasta emborracharme, demonios... Le había dicho que yo no iba a estar para ella cuando algo malo ocurra, ¡y lo primero que hago es salvarla de Sungwo!

Clandestino𒊹︎ᴊᴊᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora