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Luego de haber desayunado la comida especial que cocinó mi madre junto a la abuela, tomé mi chaqueta y le pedí mi abuela las llaves de cacharro. Tal así como se lo dije, me arrojó las llaves con tanta fuerza que casi dan contra mi cara, y me mostró los colmillos al decirle cacharro a su auto. Tras esa escena, tomé las flores que había escondido detrás de un arbusto del patio, y sin que me vea la abuela subí al auto. Agradecí que no me haya visto, ya que eso colmaría la gota del vaso y me arrancaría los ojos con una cuchara.
Cuando me adentré al auto, vi que aquella bella carrocería seguía estacionada frente de la casa. Desde que llegué a Busan jamás había visto este auto, es decir, era la primera vez que veía este auto estacionado frente a mi casa, lo cual me dejo pensando en que quizás Jungkook no vivía más con sus padres. Recordé las veces en las que me decía lo tanto que ansiaba tener un departamento para el solo cuando sea grande. Me alegré por el al pensar que quizás habría conseguido lo que él quería.
Conduje con tranquilidad por la ciudad observando lo mucho que había cambiado, parecía más iluminado y habitado. Era hermosa mi ciudad. En unos minutos, luego de haber conducido tranquilamente, por fin había llegado.
Al bajar sentí una opresión tan fuerte que se empeñaba en quitarme el aire. Esa sensación de culpabilidad otra vez. Intentaba calmarme observando la cantidad de flores que había en este lugar e inhalar y exhalar lentamente.
— ¿Miyeon? — escuché detrás mío.
Al girar, mi vista se encontró con la hermosa sonrisa de un chico, la cual, luego de unos segundos, me había contagiado.
— Hoseok... — no lo dudes más y me abalancé sobre él. Lo abracé con mucha fuerza, pude sentir tu mano hacer presión en mi cintura. Reí sobre su cuello. — no te imaginas cuanto te extrañé. — aquella presión se había esfumado, estaba completamente feliz.
— Y no te das una idea de cuanto te extrañe yo. — ambos brazos se ajustaron fuerte en mi cintura para luego mantenerme sobre el aire unos segundos en los que reí por su acción. — por cierto, feliz cumpleaños. — recordó.
— Gracias, Hobi. — cuando nos alejamos pude notar lo mucho que había cambiado. Era más esbelto, incluso parecía más guapo de lo que acostumbraba a ser. Su cabello estaba negro, sus hombros eran anchos, y aparentaba a ser un hombre fuerte. Vaya que me perdí de mucho en estos años.
Conocí a Hoseok en aquella época, en la que solo pasaba por mi mente la velocidad y el acelerador siendo pisado con fuerza. Sí, lo había conocido en una de las carreras, ambos habíamos apostado por un corredor en especial. Esa noche platicamos mucho, y habíamos terminado en una cafetería, pasándonos los contactos y haciéndonos buenos amigos.
Luego de hablar un rato, sobre cómo me había ido en la universidad y demás, ambos habíamos quedado en vernos alguno de estos días, a lo que no me rehusé ya que no hacía más que nada en casa.
Al despedirme, comencé a caminar nuevamente. Caminando entre tantas lápidas, por fin había llegado a la que deseaba visitar, pero alguien ya se encontraba haciéndolo. Observé la figura, claramente de un chico. Era alto, muy alto, tenía los hombros anchos, al igual que su espalda. Pude deducir a través de los pantalones ajustados unos muslos que parecían reventar, y unos brazos que podían notarse lo marcados que estaban por la fuerza que ejercía su chaqueta. Capté como depositaba sobre la lápida una margarita blanca y luego acariciaba mármol con parsimonia.
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Clandestino𒊹︎ᴊᴊᴋ
FanficEsa necesidad de velocidad era lo que los volvía el uno para el otro. El destino los volvió a juntar, y no diría que fue pura coincidencia. Juntos seguirían teniendo la misma pasión por las carreras, y un secreto el cual iban a descubrir pronto...