v e i n t i d o s i

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Habían pasado dos días, Jungkook había sido dado de alta y fue libre. Al fin pudo escapar del "puto hospital", como decía él cuando le traían la insulsa comida. En cierta parte lo entiendo, y es un poco gracioso verlo molesto todo el día por esa simple razón.

Ahora estaba quedando en la casa de Jimin, nuevamente. Lo curioso es que pensé que iba a volver a su casa, pues uno de estos días que Jungkook ha estado en el hospital, fue visitado por su padre. Pensé que, no lo sé... quizás se había arreglado; o quizás ni siquiera se vieron a las caras.

Resoplé, y miré las llaves del departamento otra vez en mis manos.

Había recordado a Jimin que si Jungkook se notaba extraño que me llamara, y yo estaría allí para él. Sin embargo, comenzó a apenarme la idea de que Jungkook vagaba de aquí para allá, semejante a un pobre nómada, para conseguir un simple lugar para descansar.

De esta forma, una idea había surgido en mi cabeza, y aunque mi padre no estaba tan de acuerdo, mi madre fue la que me apoyó completamente a llevar a cabo de mi objetivo. Decía que un acto de bondad podría llevar a cosas más grandes; pero no quería más cosas, lo único que anhelaba es que él no rechace mi oferta; yo, simplemente... de alguna forma me sentía conforme sabiendo que el bienestar de Jungkook estaba en buenas condiciones.

Me dirigí directo al cacharro de Betty, y antes de encender los viejos motores, esperé a que Jimin me mandara la dirección de su hogar. Al obtenerlo, procedí a seguir el camino repleto de las calles de Busan.

El mapa de mi celular me registraba que su hogar se encontraba cerca. Era un barrio muy bonito, pues seguía existiendo las tradicionales casas de antes, la acera a tostada de jardines atestados de flores, similares a los que mi abuela pone tanto empeño en cuidar; y los famosos árboles de cerezo tampoco se quedaban atrás, también ornamentaban el barrio con sus flores rosadas. Era agradable y placentero de observar.

Estacione a un lado de la acera, y baje del auto, asegurándome de tener las orejas tapadas con la bufanda.

Visualicé el número de la casa para verificar si era verdaderamente el correcto, y cuando lo hice toque la puerta con mis nudillos un par de veces. Apreté las llaves dentro de mi campera con nervios.

— Miyeon... — me observó sorprendido. — No creí que vendrías.

— ¿Y por qué te pediría tu dirección? — enarqué mi ceja, observándolo con obviedad.

Jimin pareció meditarlo unos segundos, me miro a los ojos y me señalo con su pequeño dedo índice, y dijo: — Buen punto. — formuló algo apenado.

Sin pensarlo dos veces, se hizo a un lado y me dio permiso para ingresar a su hogar. Ingresé a paso lento y observe a mis alrededores, me sorprendí demasiado al ver como el lugar estaba demasiado prolijo, no pasó desapercibido la cantidad de plantas coloridas en macetas colgantes en las paredes beige del considerado salón y el pequeño gatito blanco que jugaba alocadamente con una bola de lana desgreñada.

— Estábamos por comenzar a jugar un poco al Overwatch, ¿quieres? — sacudió el joystick frente a mis narices con una sonrisa divertida.

— Mejor no, Jimin. Soy un cero a la izquierda con estas cosas. — Arrugué mi nariz disconforme, y sonreí con gracia.

— Yo también, pero... — se acercó a mí y coloco su mano a un lado de su boca, como si me quisiera decir un secreto. — Jungkook me obliga a jugar con él, y se aprovecha de mi inexperiencia para alimentar su ego. — susurró, e hizo un puchero.

Carcajeé levemente, contagiándole a mi compañero, Sus ojitos se achinaron más de lo normal. Sin embargo, su risita finita y constante fue reemplazada por un grito de susto. Bajo su mirada y acaricio su pie mientras gesticulaba con dolor.

Clandestino𒊹︎ᴊᴊᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora