CAPÍTULO 27

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Ese verano estuve muy deprimida. No atinaba siquiera a salir de mi habitación. Mis amigos venían casi todos los días a verme y a convencerme de que debía olvidarme de todos los males y enfrentarme al mundo.

—Emm, hay que superar las recaídas. La vida es una montaña rusa, a veces subís, a veces bajás. Pero siempre se sale adelante...

—Además, has pasado por cosas peores....

Ellos tenían razón, después de todo, el episodio de mi humillación no había sido nada comparado con el acontecimiento. Lo que no sabían era que yo contaba con tanto desgaste emocional, no únicamente por lo último sufrido con mis compañeros inútiles, sino por un cúmulo de cosas; sensaciones que yo sola era capaz de percibir y que, me era muy dificultoso poner en palabras.

Todo el proceso de alejamiento con Felipe; más el episodio de mi papá y el reciente descubrimiento; el taladro en la cabeza que me resultaba Lautaro; la culpabilidad que me otorgaba a mí misma por casi todo lo que me sucedía; etcétera.

Pero por suerte los tenía a ellos tres, mis incondicionales que nunca me iban a dejar caer. Me conocían desde todas mis perspectivas y nunca me juzgaron.

Febrero del año siguiente se asomaba y yo seguía sin salir de mi casa más que para hacer alguna compra. Me la pasaba leyendo libros o mirando series. Estaba segura que necesitaba un cambio radical en mi vida, algo que me permitiera soltarme y volar alto; pero no sabía qué.

No, hasta que un día el cambio radical tocó mi puerta por sorpresa.

—¡Emma! —me sorprendieron dos voces femeninas al unísono cuando abrí.

A decir verdad a quienes menos esperaba en la puerta de mi casa en plenas vacaciones, eran a Alexia y a Valentina.

Las miré con asombro.

—¿Qué hacen acá? —me salió preguntarles.

—Nos enteramos de tu situación...

—Y no podíamos no hacer nada, después de lo que hiciste por mí... —terminó Valentina.

—Venimos a charlar un rato, además, nosotras tampoco estamos muy bien que digamos... —añadió Alexia.

—Sí, y no entendemos cómo es que le das tanta importancia a los pelotudos esos —dijo refiriéndose a los machitos.

—¿Qué? ¿No eran amigos ustedes?

—Estamos peleadas con ellos hace meses... Con Joaquín terminó todo pésimo, y bueno, de Benjamín mejor ni hablemos.

—Perdón, pasen —las invité cuando me percaté de que estábamos hablando en la vereda.

Valentina y Alexia nunca habían venido a mi casa. Estaba un poco nerviosa porque la tenía bastante desordenada, y mi cuarto ni hablar... No salía de ahí hacía fácilmente dos meses. Por un instante hubiera jurado detrás de toda esa inesperada visita había otra humillación, y que alguien estaría esperando afuera a que la broma terminara.

Pero decidí relajarme. Era mi oportunidad de apaciguar mi depresión y estaba dispuesta a aprovecharla. Dejé de lado mi posición de inferioridad y me autoconvencí que sería capaz de sentirme igual a los demás por un rato.

—¿Tenés ganas de salir con nosotras? Nos vamos a divertir, te lo aseguro.

Dudé por un segundo. Ellas dos eran las típicas que en una fiesta tenían la atención de todos, y el mayor levante que cualquier chica.

—No lo sé...

—Nosotras hace un mes que no salimos, tampoco. Como te dije, no estamos muy bien, pero hoy estamos dispuestas a darle la cara al mundo y empezar a ser como realmente somos.

—Y creímos que a vos te pasaba lo mismo, Emmi. Si querés, podés venir con Ariana.

—Una salida solo de chicas.

Lo pensé. Inmediatamente supe que la respuesta de Ariana sería "no". Pero qué más daba, después de todo, si la pasaba mal me iba y listo.

—Está bien —dije por fin—, pero no me van a dejar de lado, ¿eh?

Ellas se rieron.

—Por nada del mundo.

—Pero... si salís con nosotras es con una condición —agregó Alexia.

—¿Cuál?

—Nosotras te ponemos bien perra.

—¡¿Qué?! —largué una carcajada.

Esa noche me acosté a pensar con la mirada puesta en el techo de mi habitación. Iba a salir con Valentina y con Alexia; las dos chicas más lindas y perras del curso. Okay, sí, me iba a sentir opacada. De nuevo nacían mis pensamientos de inferioridad. ¿Por qué era tan pesimista?

¿Habría hecho bien en aceptar? Sería mi primera salida después de tanto tiempo; después de haberles negado rotundamente a mis amigos salir de fiesta reiteradas veces; ¿qué irían a decirme?

Hasta que tras tanto remorder mi cabeza llegué a una noble conclusión. ¿Por qué yo no podría ser como ellas?

Esa noche, algo en mí cambió. A partir de ese momento, surgió una Emma diferente, una Emma que pronto sería completamente irreconocible.

Cómo me hice lesbianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora