CAPÍTULO 32

48 10 3
                                    

Los rumores de lo que había pasado no tardaron en aparecer; y por otra parte, procuramos guardar bien los videos de Lautaro en pelotas. Ya estaba amenazado, si hacía algo que nos violentara, todo el mundo le conocería su pene por casualidad. Y entonces se calló la boca. 

Sabía que estaba en inferioridad de condiciones y no nos molestó más; aunque por dentro estaba hecho una furia.

Pero yo no estaba tan segura de cuánto tiempo duraría apaciguado. Lautaro era un ser muy impredecible y, no me olvidaba que estábamos en una especie de guerra constante, por lo que en cualquier momento podría aparecerse con algo nuevo. No estaba preparada para ello.

El haberlo seducido, debo admitir que me produjo un poco de excitación. Tuve la posibilidad de verlo bien de cerca y era realmente lindo. Pero qué más daba; era un pelotudo. No podía olvidar todo lo que me había hecho años anteriores.

Lamenté tener que haberlo besado y dejar que pasase su lengua por mis pechos, pero esa fue la única forma de que se quitase la ropa frente a las cámaras ocultas.

—Espero que ese hijo de puta no se meta nunca más con vos, Emm —dijo al aire Manuel, recostado sobre mi cama, una semana después.

Tomás me miró.

—Te juro que lo hago mierda de nuevo —exclamó.

Estábamos los tres solos en mi casa una tarde de jueves. Ariana no había podido venir porque tenía danza, por lo que invité a mis mejores amigos para no sentirme tan sola. Solíamos hacerlo y ver películas mientras comíamos panqueques o pochoclos, pero esa vez no había nada de eso en casa así que solo nos acostamos a ver algo en Netflix.

Yo en el medio, Manuel a un costado y Tomás en el otro. Mirábamos el techo mientras reflexionábamos de la vida.

—No cambian más esos machos de mierda —añadí colocándome un brazo en mi cabeza.

Permanecimos en silencio unos segundos. Parecía que ninguno tenía ganas de pararse a buscar el control de la tele.

—Saben —rompí el silencio—, tengo ganas de viajar.

—Vayámonos juntos los cuatro —propuso Tomás.

—Me prendo a esa —coincidió Manuel—. Me pinta un lugar para relajar...

—Sí, totalmente. Podríamos ir a Córdoba o a Entre Ríos...

—Primero tengo que ahorrar —me reí—; y terminar las clases.

Manuel giró la cabeza para verme.

—Naa, ¿quién dice que no podemos faltar y hacer lo que se nos cante por una vez en la vida?

—Tenés razón...

—Yo apuntaría de mochileros al sur —agregó Tomás de repente, sin sacar la vista del techo.

—Es medio arriesgado —dijo Manuel—, pero bueno, me agrada la idea de probar cosas nuevas.

—Sí, ¿saben que es eso lo que necesito? —mascullé—. Probar cosas nuevas. Mi vida está siendo muy monótona y me estoy aburriendo.

Hubo unos segundos de silencio.

—Lo normal es aburrido —me miró a los ojos Tomás, tras colocar también su brazo abajo de su cabeza.

Giré mi cuerpo para quedar en posición de costado y mirando a Manuel.

—A ver, ¿vos qué harías para romper tu monotonía? —le pregunté.

Cómo me hice lesbianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora