CAPÍTULO 21

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—¿Estás muy segura? —me preguntó Felipe agitado.

Era una tarde de agosto. Habían pasado un par de meses desde el inicio de clases. Yo ya había cumplido dieciséis y Felipe también. Nos encontrábamos en su cama, desnudos, y a punto de tener sexo. Sí, era nuestra primera vez.

Lo habíamos intentado ya varias veces, pero por una cosa o por otra nunca se había dado. En realidad todas las veces que la situación lo ameritó, la que dio un paso atrás fui yo.

Me acuerdo que la primera vez que quisimos hacerlo, él simplemente sacó su miembro y comenzó a frotarlo contra mi vagina desnuda. Me dio miedo. Miedo porque ni siquiera me había consultado si yo tenía ganas o no. Y la verdad era que no, no estaba preparada mentalmente.

Cuando sentí esa sensación, mi cerebro no pudo hacer otra cosa más que acordarse de aquella vez que sentí el pene de un hombre grande introducirse en mí. Porque sí, la sensación corporal era la misma. Recordé mi violación. Cerré los ojos e intenté pensar en otra cosa pero no fui capaz. Todo me recordaba a eso.

Dicen que tanto los olores, como las imágenes, o la música, pueden despertar sensaciones dormidas dentro de nuestra mente, y hacernos acordar de un momento. Bueno, mediante el tacto también; y lo acababa de descubrir.

Me acuerdo que puse cara de asco cuando Felipe me tocó por primera vez. Me preguntó si estaba bien y le dije que sí. Pero frenó luego de ver que mi expresión no cambiaba. Reparó en que no hacía falta apurarnos; que cuando yo estuviera lista lo haríamos sin problemas.

Y así fue. A pesar de haber intentado varias veces las cuales yo siempre arrugué por miedo a la penetración, esa vez, estaba segura que quería vencer mi temor. Igual nunca le dije la verdad. Felipe no tenía idea de lo que me había pasado, y tampoco nunca lo sabría.

Esos tipos me cagaron la vida. Me daba miedo hacer el amor con mi novio, tres años después de aquel episodio. Definitivamente me cagaron la vida. Y no se lo deseo a nadie, nadie.

—Nunca había estado tan segura —respondí firme.

No, no estaba para nada segura, pensándolo bien. Pero de verdad quería enfrentarme a mí misma. Tenía que hacerlo.

Felipe se colocó la protección y, mientras nos besábamos fuertemente intentó meterlo. Traté de no poner cara de pánico para que esa vez no diéramos un paso atrás. La sentía cada vez más. Cerré los ojos y puse la mente en blanco. Me propuse disfrutar.

Y a decir verdad, hacerlo con él se sintió mucho mejor que la vez anterior. Esa vez sí que había sufrido; no estaba ni lubricada. Felipe me preguntaba a cada rato si me dolía, pero claro que no. ¿Cómo me iba a doler después de todo lo que me había dolido hacía tres años? Me sentí mal por ocultárselo.

Después empecé a disfrutarlo. Me gustaba. Y también me gustaba Felipe.

—¿Viste que no era para tanto? —se rió.

Si tan solo supieras... Pensé.

Me levanté y me senté arriba de él. Después me acosté en su pecho y nos quedamos abrazados por un largo rato.

—Te amo —le susurré al oído.

Pues era cierto; lo amaba por ser como era, por haberme esperado lo que fuese necesario, por cuidarme, y por sobre todas las cosas, por hacerme sentir querida y no vulnerable por primera vez en mi vida. Sabía que para él yo no sería un objeto de desecho una vez que tuviésemos sexo.

Ese día me volví a mi casa feliz. Él me acompañó, claro. Caminamos de la mano todo el trayecto y cada paso que daba, me enamoraba un poquito más.

—¡Pude hacerlo! —fue lo primero que le dije a Manuel ni bien Felipe me dejó en mi puerta y se volvió a su casa.

—¡¿En serio?! —se sorprendió mi amigo—. Te felicito, hermanita.

—Me di cuenta que no es nada que ver la sensación de hacerlo con alguien que querés, que de la otra forma...

—Ni lo digas... —y me dio un cálido abrazo.

Me agarró las dos manos y me regaló una sonrisa.

—¿No estoy como más radiante? —bromeé.

—Estás hermosa, como siempre —dijo sin soltarme las manos—. ¡Ah! Casi me olvidaba... ¿A que no sabés que me ofreció mi papá?

—¿Qué?

—Me preguntó si no tenía alguna amiga que quisiera ser la tapa de su próxima revista, y claro que a quién más que a vos le voy a decir.

—¡¿Me estás jodiendo?! —salté de la emoción.

El papá de Manuel trabajaba en una gráfica ultra conocida en todo el país. Varias modelos famosas habían modelado para su revista y yo siempre la veía con entusiasmo. No podía creer que fuese el papá de mi mejor amigo quien manejara parte de esa empresa. Y siempre había querido modelar y figurar. Además, en una de esas podía conocer a alguna famosa.

—Están buscando gente casual y no conocida para su nuevo proyecto. La tirada se hace el año que viene recién, falta, pero si querés...

—¡Obvio! —grité con euforia.

—Tenemos que mandarle unas fotos de cara y cuerpo para que hagan la preselección, lo único.

—Me encanta sacarme fotos.

—Bueno, más adelante te saco con mi celular.

El celular de Manuel era el mejor de todos. Tenía una cámara hermosa y siempre se lo sacaba para tomarme fotos.

Estuve toda la semana contenta. Tal vez haya sido por mi primera vez con Felipe... O quizás por la propuesta de Manuel... Bueno, por ambas cosas. Además, Lautaro había dejado de molestarme. Estaba segura que era la semana más feliz de mi vida.

En ese entonces creía que el modelaje sería lo mejor que me iba a pasar en años. Aunque, hoy en día, si pudiera volver al pasado, puedo jurar por mi vida entera que jamás hubiera aceptado esa oferta; esa oferta, que me cagó la vida por segunda vez.

Cómo me hice lesbianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora