CAPÍTULO 35

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La mañana siguiente Manuel estuvo en silencio hasta casi la última hora. Cada vez que me le acercaba él me esquivaba y no entendía por qué. Tan solo necesitaba saber por qué había escondido esa información durante tanto tiempo.

Pero lo primero era lo primero. Valentina tenía que verlo y si era necesario mostrárselo a la directora para que Benjamín obtuviera su merecido castigo.

Así que allí fui.

—Valen —suspiré—, tengo que mostrarte algo que te va a dejar helada.

Ella arqueó las cejas y me acompañó al baño. Exponernos a verlo enfrente de cualquier otra persona podría traernos problemas.

—¿Qué es esto? —se horrorizó ni bien comenzó a reproducirse.

—Mirá bien.

—Pero, ¡¿a dónde conseguiste esto, Emm?!

—Eso no lo vas a creer. Lo tenía Manuel en su celular.

—¡¿Manuel?! No comprendo nada. Pasámelo, por favor, Emm.

—Claro —afirmé—. ¿Qué vas a hacer?

—No lo sé. ¿Debería hacer algo o ya es demasiado tarde? —se encogió de hombros.

—Nunca es tarde para escrachar a un macho —puse mi mano sobre su hombro—. Lo haría yo misma pero creo que es mejor si lo hacés vos, que también sufriste acoso de parte de él. Yo quiero hablar con mi mejor amigo pero me evita a toda costa...

—¿Querés que le pregunte yo? —se ofreció Valentina.

—No, dejá, gracias. No te preocupes, ya lo voy a hacer hablar. Está encubriendo a Benjamín y no sé por qué. Muy posiblemente lo haya amenazado o algo por el estilo.

—Conociendo a Benjamín, es lo más probable.

A la salida del colegio no me encontré a Manuel como de costumbre; se había ido sin esperarme. Me volví a mi casa sola y cabizbaja.

La sorpresa me la llevé el día siguiente cuando entramos al aula y la directora se hallaba parada frente al pizarrón esperando que nos acomodásemos.

Tras un tedioso discurso sobre la violencia hizo algo que nadie se esperaba excepto Valentina y yo: se acercó hacia el banco de Benjamín, lo agarró del brazo y se lo llevó afuera del salón.

Observé a Manuel, quien tenía los ojos rojos. ¿Había estado llorando? Tenía una expresión de velorio y no quitaba la vista de un punto fijo en el pizarrón.

La clase de literatura estaba transcurriendo con el asiento de Benjamín vacío. Yo estaba tan preocupada por Manuel que no pude siquiera prestar atención. En un momento se abrió la puerta.

—¿Manuel? —preguntó la directora y lo buscó con la mirada— ¿podrás salir un momento, por favor?

¿Qué? Cada vez entendía menos.

Él salió y al rato entraron ambos al aula con un dejo de furia interna. Pude notarlo. Miraba a Benjamín a cada rato y no cesaba de echarle un ojo con bronca a mi amigo.

¿Tal vez debería utilizar la inversa y preguntarle a Benjamín? No me había hablado con él jamás, y mucho menos después de lo que me hizo con Lautaro, Joaquín y Francisco. Pero, ¿qué podía perder?

En el recreo me acerqué a él y le pregunté qué había pasado, ya que Manuel no me hablaba. De todas formas no sabía que yo había visto el video.

—Nada, Emma —respondió en seco casi sin mirarme.

—No, nada no. Veo cómo lo mirás...

—No me jodas —masculló atinando a irse.

Hasta que de pronto apareció Manuel, me tomó de la mano y me llevó aparte.

—¿Pero qué te pasa? —le pregunté indignada—. ¿Me estás evitando hace un montón y justo cuando le voy a hablar a Benjamín te me acercás?

—Te protejo —soltó—. Es que no quiero que hables con él.

—Ni con él, ni con vos, ¿no?

Se encogió de hombros.

—Perdoname. Es que estaba enojado.

—¿Enojado por qué? —me senté y se sentó a mi lado— Manu, ¿qué es lo que está pasando?

—Porque te mandaste ese video y se lo mostraste a no sé quién. Era privado.

—Pero Manu, ¿me estás cargando?

—Ahora lo vio la directora y no tardará en salir a la luz. Y el único culpable voy a ser yo por haberlo grabado.

—El único que tiene la culpa es él por haber hecho lo que hizo en el video.

De nuevo la palabra "culpa". La culpa. Quién tiene la culpa. Como si la culpa fuera un objeto tangible que debe poseer una persona en particular obligatoriamente. Es como una bola de bowling que se va pasando, y al que la tiene le pesa.

Benjamín pasó caminando por delante nuestro y miró a Manuel con furia.

—Se supone que yo debía haberlo borrado —me confesó mi amigo sin mirarme.

—Si no lo hiciste me imagino que habrás tenido tus motivos...

—Sí. Uno guarda las cosas por las dudas, ¿viste?

—Por las dudas... Ajá —levanté el mentón esperando otra respuesta.

—Y sí, Emma, ¿qué querés que te diga? —se enojó.

Conocía a Manuel desde que nací y nunca antes se había comportado de esa manera. Manuel era mi otro yo, y sabía perfectamente que escondía algo. Me puse de pie y me fui con mis amigas sin contestarle.

—A Benjamín lo suspendieron una semana —me comentó Valentina—. Está terriblemente enojado con Manuel.

—Manuel no tiene la culpa —negué con la cabeza—, él solo se lo buscó. Y decí que este video apareció ahora y no hace dos años, porque en ese entonces lo habrían expulsado.

—Al menos ahora todos sabrán que ni yo ni la otra chica mentíamos...

—Yo siempre te creí —esbocé una sonrisa.

—Lo sé —me abrazó.

Cerré los ojos y los apreté con fuerza. Aún no tenía la más mínima idea que el haber mostrado esa grabación había sido lo peor que podía haber hecho en la vida. Todo por aceptar esa propuesta del concurso y revisar la galería de fotos de Manuel.

A partir de ese momento y hasta hoy que me arrepiento una y otra vez.

Cómo lo extraño.

Cómo me hice lesbianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora