EL YO DE ESTOS MOMENTOS

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—¿Estás bien? — La voz entrecortada y preocupada de Matías ni siquiera pudo sorprenderme, seguía pálido desde lo que había sucedido y ahora tenía ganas de vomitar, habíamos corrido, lo que yo no había corrido en la vida y ahora habíamos terminado por descansar enfrente de una casa.

—Mm— Hice un sonido arrastrado en forma de asentimiento, Matías suspiró, se echó el cabello hacía atrás con una de sus manos y luego sacó una llave.

—No será como lo que estás acostumbrado, pero bienvenido a mi casa— Cuando Matías abrió el portón y la puerta principal abrí mis ojos de par en par, la casa era la perfecta definición de hogar acogedor, fue allí, cuando vomité.

—Bien, tienes que dejar de hacer eso— Matías había rodado los ojos con disgusto al ver como había manchado la entrada de su casa, y luego había limpiado de mal humor, señalado el baño, para que fuera, con la misma actitud. Pero, aunque creí que maldecía en sus pensamientos, me encontré con otra cosa cuando quise escucharlos:

"Esto me pasa por ser amable"

Nos sentamos al rato en su comedor, me había limpiado lo mejor posible, y según mis estándares no olía mal, observe la casa y como no parecía haber nadie mas en esta, le pregunté con la mirada sobre ello, y la verdad asumí que sería un buen inicio de conversación, él y yo apenas nos conocíamos y aun así me había salvado de lo de antes y me había traído a su casa.

—Mi madre llega tarde del trabajo— Respuesta concreta de su parte, quise intrusear en su mente, pero me detuvo con una pregunta.

—¿Qué le dijiste a la Mari? — Pensé nuevamente que lo preguntaba porque estaba celoso y de nuevo le iba decir que ella no me gustaba. Pero me detuve completamente porque antes de darme cuenta, sentí claramente como yo temblaba del miedo recién pasado, Matías lo notó y extrañamente no se burló de mí por ello.

—Ya, ya, vas a estar bien— Él dijo cálidamente, mientras calentaba agua para lo que asumo era el té.

—¿Nunca habían intentado robarte? — Así fue como nuestra conversación comenzó, una larga conversación de cómo había llegado donde Mari, de que le había dicho, de mis apreciaciones de la fiesta, de lo que hacían nuestros padres, de como él había conocido a Marina y como eran amigos de la infancia, era extraño pero era realmente fácil hablar con Matías, cuando no estaba al lado de su mejor amiga.

—¿Tienes hermanos? — Matías preguntó de repente, cuando habíamos superado el tema de nuestras series favoritas. Miré hacia el suelo, pero me armé de valor y le vi directamente.

—Tenía un hermano— Soné más triste de lo que intentaba. Matías puso una mueca indescifrable, era como si dijera "que mala suerte" o "que mal". Viendo que no era capaz de decir mas por el momento cambió radicalmente de tema.

—¿Y qué te pasó con el beso de Marina? Nunca me aclaraste eso—

—No sentí... Nada—

—¿Sí? Que raro, pero te gustan las minas, ¿cierto? — Miré hacia al lado sin ser capaz de negar o asentir a tal afirmación y es que la verdad ni siquiera yo lo sabía —A ver... ¿Te has besado con un weón entonces? — En respuesta si puede negar con mi cabeza, porque lo de Marina había sido mi primer beso.

—Con Marina fue mi primer beso— Mi respuesta dejó perplejo a Matías, pero al rato se las arregló para abrir la boca.

—Pero, ¿la idea de besarte con un weón te da asco? — Escuché un poco de nerviosismo en su voz, quizás por eso quise reafirmarle lo contrario diciendo un "—No—"de forma clara.

—Si es así, cierra los ojos— Con eso, Matías ni siquiera intentó disimular su nerviosismo, solo lo expuso, así como así, a flor de piel. Seguí sus indicaciones y el nerviosismo de repente también me invadió a mí, antes de idear que seguiría, sentí los labios de alguien más sobre los míos, rompí las indicaciones inmediatamente y vi a Matías besándome con sus propios ojos cerrados, el contacto era superficial, mucho mas inocente que el beso que me di con Marina, pero contrario a lo esperado, sentí que me faltaba el aire, que mi corazón se descompensaría por latir tan rápido y que el calor subía por mi cuello hacia mis mejillas.

—¡¿Qué está pasando aquí?! — La voz de una mujer interrumpió lo que sea estaba ocurriendo entre nosotros en ese momento, mi corazón agradeció su intervención. Matías estaba sorprendentemente rojo y avergonzado.

—Vaya, vaya Matías, no me has presentado a tu amiguito especial— La señora hizo un énfasis notorio en la parte de "especial", mientras sonreía, Matías escondió su rostro entre sus manos.

—No ahora, mamá— avergonzado, él me dejó saber la identidad de la mujer que acababa de interrumpir.

—¿Cómo se llama amorcito? — La mamá de Matías me preguntó con dulzura y aunque él me hacía señas como para que ignorara su pregunta, de todas maneras conteste.

—Tomás Echeverría— Mi nombre sale algo tambaleante, desvío mi mirada nervioso, siento aún mi corazón algo agitado, pero lo ignoro, ahora lo que me aturde es que me presten semejante atención.

—Mijo, pero mira que tienes buen gusto — Acota la mujer de forma divertida, y Matías enrojece más, yo me siento algo excluido de la conversación e inmediatamente creo que llegó la hora de que retome mi idea de volver a casa. Saco mi celular y busco en la agenda algún contacto que estuviese dispuesto a venir a buscarme, rápidamente al ver la fecha y hora en mi celular de pasada, me di cuenta que hoy día era veinticuatro de diciembre, o sea noche buena y que era el cumpleaños oficial de Marina, lo que hacía que fuera el bastardo sin corazón que la rechazó en su cumpleaños. Lo otro, referente a quien podía venir a buscarme, pues, no había nadie entre mis contactos que saliera en noche buena específicamente por mí, así que miré a Matías mostrando preocupación. —¿Pasó algo? — Responde, en un tono suave.

—No tengo quien me lleve a casa— Lo he dicho mientras luzco terriblemente cansado, la verdad he vivido demasiado por el día de hoy, mi cerebro está a solo segundos de apagarse. Matías mira a su mamá como si le pidiese algo.

—Oh si, Matías puedes ir a pedirle a Brayan que los vaya a dejar, estoy segura que tendrá ganas de recorrer Santiago esta noche—La mujer dice segura, aunque al parecer quien sea el pobre Brayan, pues no parece tener opción alguna, Matías asiente y luego de eso, con una despedida algo incómoda, vamos en búsqueda del susodicho.

Al cabo de unos minutos, discusiones que no comprendo del todo, logro subirme a un auto que se ve viejo, pero no por eso inútil, en compañía de Matías y el conductor que no está muy feliz que digamos, ni siquiera nos presentan, pero eso es lo de menos, porque en el viaje nadie parece ser capaz de intercambiar palabra alguna, y yo no me siento con las fuerzas suficientes ni el humor como para husmear en sus cabezas. Luego de un buen tiempo y vueltas de mas, por mi inhabilidad de dar con mi dirección, llego a casa.

En cuanto estoy en mi cama, es cuando mi cerebro hace un recuento de lo que pasó en el día y vuelvo a descolocarme por el asunto del beso, tapo mi cara con mi almohada y me siento totalmente fuera de carácter, porque no es hasta ese momento que me percato que me he besado con alguien luego de haber vomitado, y que aún con eso, me ha gustado, ¿qué me está pasando? ¡La higiene Tomás! ¡La higiene!

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