CAPITULO 16

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Alguien me ha dicho que la soledad
Se esconde tras tus ojos
Y que tu blusa atora sentimientos, que respiras

Soda Stereo





Sus ojos fatigosos continuaban perdidos entre el vapor que emitía la tetera, movió su cabeza y emitió un manso quejido ante el pequeño dolor muscular. En cuanto terminó de hervir el agua apagó la cocina y comenzó a retirar las tostadas calientes. Estaba lo suficiente acostumbrado a realizar esta actividad con un especial movimiento escandaloso, por todo lo ocurrido durante la noche anterior evitaba preparar el desayuno de forma cotidiana.

Natsu untó la mantequilla sobre el pan tostado y el aroma que desprendió consiguió una pequeña sonrisa de su parte, el soplo fresco de la mañana nublada entró por la ventana y le transfirió una gratificante tranquilidad.

—Despacio... —murmuró llevando el plato con pasos sutiles a la mesa de su pequeño comedor. Antes de volver a la cocina asomó su cabeza al interior de su habitación.

Lucy continuaba ceñida entre la frazada, se apartó con prudencia antes de que ella se revolviera sobre la cama casi lista para despertarse.
Agarró su celular y revisó las noticias de la mañana mientras se dejaba inundar con el sabor de aquel cálido té de canela. Sus manos frías pronto adquirieron la calidez de su bebida, la sonrisa de su rostro permanecía delineada como si por fin distinguiera algo entre toda la oscuridad, consiguió la potencia para apreciar la confianza en cada paso que daría a partir de aquel momento.




Gruño levemente en cuanto la frazada cayó al suelo, la muchacha empezó a moverse de un lado a otro hasta que sus ojos se abrieron perezosamente.

—¿Donde...? —acarreó su mano a su frente e hizo una mueca de dolor, percibió la hinchazón que probablemente experimentaban sus ojos, su garganta rogaba por un poco de agua. Arrebató aire y de un seco movimiento se sentó sobre la cama, inminentemente reconoció la habitación y la fragancia de las tostadas.

Arrastró sus pies y pretendió llegar al espejo que se hallaba al lado del placar. Lucy conmemoró la noche anterior a través de su devastada imagen, sus ojos hinchados le dolían por cada lágrima y su voz ronca a sus lamentos repetidos. Súbitamente se apreció agotada, la pesadez de su cuerpo le estaba jugando una mala pasada. Se apartó de aquel lugar para acercarse hasta la pequeña biblioteca que Natsu mantenía perfectamente ordenada.

En medio de aquel orden le llamó la atención que uno de los libros se hallara fuera de lugar.

—El Principito... —leyó paulatinamente. Lo abrió y echó un vistazo a las páginas marcadas con colores rebosantes de cariño.

—Oh, Lucy. Ya despertaste —la rubia soltó el libro y se perdió ante la presencia de Natsu, el muchacho inclinó la cabeza confuso.

—¡Ah! ¡El libro! ¡Lo siento! —se agachó para tomarlo entre sus manos y verificar que se hallará en buenas condiciones.

Natsu rio dócilmente e ingresó a la habitación para también posar sus manos sobre el libro, la rubia pudo vislumbrar su miramiento dulce.

—No te preocupes, sobrevivió a muchas caídas por mi parte. Me lo regalaron a los siete años así que imaginarás el peligro que atravesó.

Cada vez que diga "Te amo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora