EPILOGO

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Luego de que sus parpados temblaran una conocida silueta se fue aclarando a medida que su visión realizaba su trabajo; sus labios se separaron para liberar un sonoro bostezo y su mano derecha se encargó de tallar sus ojos adormilados.

—Happy... —movió sus piernas entumecidas musitando una disculpa al vislumbrar a Happy saltando desde sus piernas y estirándose en el suelo para avanzar hacia la salida de la habitación.

Ella sonrió apreciando una evidente comodidad por la suavidad de las sabanas rodeando su cuerpo, echó un vistazo a su reloj de mesa y suspiro complacida por lo temprano que aún era.

Lucy contuvo un grito cuando aquellas arrebatadoras manos la atrajeron hacia la calidez que amaba como el primer día.

—Buenos días —susurró Natsu emitiendo una voz ronca.

Lucy infló sus mejillas sonrojadas a causa del cosquilleó que brotó en su pecho.

—Hum... —balbuceó.

—¿Sigues enojada?

—¿Por qué debería estarlo?

Natsu carcajeó jovial mientras sus dedos rozaban con parsimonia y delicadeza su vientre contraído por las emociones que gobernaban su cuerpo. Lucy ahogó una risilla con sus manos cubriendo sus labios y cerró sus ojos con frenesí.

—Lucy... —murmuró depositando un efímero beso sobre su hombro desnudo—. Prometo que esta noche lo haremos, estaba muy cansado, por favor.

La rubia arrugó sus labios y se llamó la atención mentalmente. Natsu tenía razón, estaba muy ocupado esa semana dando su atención en el Hospital de Magnolia. Era cierto que ambos estaban sumergidos en sus labores cotidianos que en cuanto el viernes llegó ambicionaba perderse en los calurosos brazos de Natsu, no obstante, aunque deseaba hablar con él y demostrarle todo su amor durante la noche, el pelirrosa difícilmente pudo mantenerse despierto hasta las doce. El mal humor se reflejó en su semblante y si bien Natsu estaba angustiado por el poco tiempo que tendrían al día siguiente a causa del primer cumpleaños de Ur le fue inevitable no entregarse al sueño.

—No estoy enojada —habló risueña.

—¿No? —preguntó apartando sus brazos al descubrir que la rubia intentaba moverse sobre la cama.

—No —sentenció con una ladina sonrisa—. De todas formas, es sábado y tenemos todo el día hasta las cuatro de la tarde —las palmas de sus finas manos comenzaron a recorrer el pecho de Natsu en una sugestiva invitación.

—Lucy... —susurró cohibido de improviso por el atrevimiento que fulguraba en sus ojos chocolates—. Usted es una señora muy cambiante.

—¿Señora? Me ofendes, estoy por cumplir los veintisiete, pero aún no soy una señora.

Natsu aprisionó las mejillas sonrojadas de Lucy y las oprimió suavemente ignorando que su entrecejo y nariz se arrugaban con un fingido disgusto.

—¿Qué no eres una señora? Los papeles que firmaste dicen lo contrario, señora Dragneel.

En cuanto la rubia se percató de la triunfadora sonrisa de su esposo aprovechó que sus muñecas quedaban a su alcance para sostenerlas y llevarlo de nuevo a su posición inicial. Natsu parpadeó boquiabierto al divisarla sobre él con una genuina sonrisa. 

—Y debo agradecerte por los mejores años que le pudiste dar a esta señora —mientras ella movía sus hombros de manera coqueta Natsu se quedó estático apreciando la tibieza de sus pieles juntas y rememorando ese instante que su corazón recibía con una extraña sensación de júbilo.

—Esto es como esa vez.

Lucy liberó las muñecas de Natsu y sus cejas perfectamente arregladas se aproximaron. Al descender su mirada y hallarse con el ruborizado rostro de su amado adivinó que era la misma posición atrevida que unió sus vidas aquella tarde luego de la tarea de matemáticas. 

Natsu avistó la mirada apenada de su esposa e intuyó que tal vez se hallaba en un pequeño regreso al pasado. Pero ahora estaban en el presente y ansiaba que sus ojos se conectaran con esa complicidad energética que estaba acostumbrado a experimentar, se removió sobre la cama y captó la atención de Lucy.

—Nunca te dije porque me lancé a ti de esa forma.

—¿Había un por qué? —cuestionó Natsu elevando sus cejas.

—Fue luego de que expusieras en el curso de biología, tal vez no lo recuerdas, porque tú nunca estabas pendiente de mí. Me había encantado como manejabas el tema del metabolismo celular que al final de la clase te pregunte si me podías aclarar sobre el punto del transporte pasivo y activo —la rubia suspiró entusiasmada con el recuerdo de aquel Natsu—. Me respondiste sin dejar de leer lo que fuera que estabas leyendo y cuando te dije gracias te dignaste a mirarme y darme una sonrisa. Pensé que era la sonrisa más hermosa que pude ver en un chico ¡y tu voz! Me maravilló tu voz durante esa exposición.

Natsu carcajeó pretendiendo sosegar el desenfrenado latido de su corazón, el calor se intensificó en sus mejillas y Lucy sin resistirlo se lanzó sobre él gozosa.

—Oh, pero que muchacho tan distraído era —musito divertido. Lucy asintió apoyando su rostro sobre el pecho de su esposo.

—Te amo, Natsu.

El pelirrosa elevó las comisuras de sus labios y su voz abochornada partió, con el dorso de su mano cubrió parte de su rostro.

—Lucy, eso fue un golpe muy bajo.

La rubia alzó su cabeza y le proporcionó un beso fugaz.

—Necesito que lo sepas —respondió ella juguetona. Natsu retiró su mano y sus ojos jades centellearon al hallarla cerca de él, con suavidad las palmas de sus manos tomaron el rostro de Lucy y se acercó a ella analizando cada minúsculo movimiento de sus facciones.

—Y yo también necesito que sepas que te amo, Lucy.

Ambos se fundieron en un delicado beso, uno que siempre les encantaba dar luego de confesarse muchas veces cuanto se amaban porque de esa forma sus almas se abrazaban con cariño y devoción. Sus dedos se entrelazaron al igual que sus labios ávidos del fuego, volvieron a repetirse cuanto se amaban sabiendo que aunque los años siguieran pasando esas dos palabras continuarían coexistiendo grabadas en sus almas eternamente. 


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Cada vez que diga "Te amo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora