Capitulo XVI El Reencuentro

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Un año después...

El verano estaba por terminar y aún hacía calor como en un principio. —Quizás era el más caluroso de la historia, o por lo menos para Candy lo era. Estaba tan acalorada que ya había recorrido todo el departamento probando qué lugar era el más fresco para dejar de sudar.

No sabia por qué los hombres encontraban sexy a una mujer cubierta de sudor. Era incómodo, además de apestoso.—¡Argh! Como odiaba sentirse pegajosa.

Finalmente se recostó en el sofá que estaba en lo que antes era un pequeño antecomedor, y que acondicionó como área de lectura. —Estaba cerca de la cocina y del pequeño balcón que daba a una bonita vista a los jardines de los vecinos.

Abrió el balcón y la puerta a la escalera de emergencias para que circulara el ligero viento. —Fue el lugar correcto, a los pocos segundos recostada, ya se sentía menos acalorada.

Estaba con la vista perdida en su mano que rascaba su muslo cuando escuchó un gruñido. Volteó a la puerta.

—¡Hola, bonito! —le dijo al pequeño coati que siempre llega a mendigar algo de comida.

El pequeño animal la miró con sus curiosos ojos, pidiéndole permiso de entrar.

Seguro siente que mi casa está más fresca que allá afuera —Pensó Candy.

—Ven, bonito —lo llamó con un ligero tronido de sus dedos para que se acercara a ella.

El coatí entró sigiloso, se detuvo a medio camino para analizar qué tan seguro era acercarse. Candy se acomodó de lado y el pequeño animal corrió y brincó al sillón para echarse de inmediato junto a ella, lo acarició, era tan suave. —Le gustó que sus colores blanco y negro fueran inmaculados. —Su dueño, o dueña, se preocupaba por él. —Busco una placa para saber cómo se llamaba, pero solo traía un collar azul con una campanita.

*******

Sin querer, Candy se perdió en un sueño profundo y muy agradable; después de un rato así, sintió a alguien tocándola. —Abrió los ojos fatigosamente y vio un hombre borroso que trataba con mucho cuidado de tomar su mano. —Respingó por instinto y el coatí saltó emitiendo un horrible chillido.

—¡No, no, no! ¡No te asustes! —le dijo el hombre cuya figura aún le era borrosa a la joven rubia.

Candy buscó con que defenderse pero lo único que tenía a su lado era un cojín esponjoso. —Lo tomó, al menos le serviría para distraer al agresor. —Vio de reojo al coati que ya estaba en posición de ataque, seguía mostrando sus dientes y haciendo ese chillido agudo.

—¡Silencio, Klint! —ordenó el hombre al coati en voz alta, haciéndole ver que él era el Alfa.

Candy regresó al hombre y sintió como sus pulmones colapsaron por la sorpresa de ver aquel rostro frente a ella. —Se talló los ojos dolorosamente y parpadeó tres veces para certificar que no estaba soñando.

—Disculpa, no quería asustarte. —Soy tu vecino —le dijo, viéndole a penas en tanto hacía gestos apenados. ¿No la reconocía?—. Quería llevarme a este invasor de casas. —Tu vecina, la ancianita, me dijo que lo vio entrando aquí —agregó dirigiéndose al coatí—. Iba a tocar la puerta, pero vi que estabas dormida, así que decidí ingresar sigilosamente para no despertarte.

Candy se puso de pie mientras que él intentó agarrar al coati que de inmediato le soltó un zarpazo y le chilló de nuevo como advertencia para que no lo tocara.

—¡Carajo! ¡Condenado animal! —exclamó él mientras tocaba el rasguño con su otra mano.

—Tranquilo, bonito —dijo Candy al coati mientras lo cargaba.

 Mi primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora