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Debía reconocer, que me sorprendió la eficacia de los empleados de la casa. Quizá los había menospreciado, pero en cuanto los vi en movimiento, me arrepentí de ello. Todos parecían saber exactamente qué hacer con solo un par de palabras. Y no dudaban en ello.

El señor Forks, el señor Page y yo mantuvimos una conversación muy profesional y no tan larga como yo había temido. Todo fueron facilidades desde que les conté mi proyecto de iniciar las reformas desde el sótano. Y tras las explicaciones y que les enseñase los planos del primer arquitecto, que quería hacer un poco más óptimos, pero aprovechando todo lo que me gustaba de ellos, me llevaron a ver la casa en detalle.

Empezamos por el sótano, que era una estancia enorme que olía a humedad y que estaban usando de almacén. Jade me había hecho saber que querían un diseño moderno y actual. Por lo que no querrían ninguno de esos muebles. Una casa nueva, había mencionado. Así que lo primero era limpiar aquello. Y descubrir de dónde venía el olor a humedad, solucionarlo e instalar un sistema nuevo de calefacción que fuera efectivo para calentar un lugar tan grande.

Necesitaríamos fontaneros, electricistas, cristaleros y muchos otros tipos de especialistas. Fui apuntando todo en mi cuaderno, antes de dejar el sitio. La primera planta era lo que peor estaba, parecía que todos los arquitectos habían intentado empezar las obras por ahí y cada uno había intentado hacer algo diferente, quizá en un intento de impresionar al señor Millerfort. Habían tirado muros y tratado de levantar otros. En consecuencia, la mayoría de salas del piso inferior, estaban mal delimitadas. La zona de la cocina y las dependencias de los sirvientes, que estaban debajo del ala este, parecían no haber sido tocadas desde el siglo dieciocho, cuando se habían construido la casona, en contra de la moda de la época, por cierto. Y, en consecuencia, eran espacios estrechos, de piedra gris, fríos y feos.

Habría que reubicar a los empleados arriba, dónde estaba mi dormitorio, para poder arreglar aquel desastre. Y, por último, la planta superior. Los dormitorios eran amplios y anticuados como todo lo demás. Habían hecho un intento muy pobre de conducir cañerías hasta allí. En la mayoría de habitaciones se veían desde fuera y solo llegaban las de agua fría. Por no hablar de los materiales, que dejaban mucho que desear. Habría que tirar las habitaciones. Además, todas tenían baño privado, lo cual evitaría. Quizá se podían hacer dormitorios más funcionales, con un baño para cada dos o tres.

—¿Quiere ver la torre este? —me preguntó el señor Forks tras revisar el resto.

Yo había asentido, con la emoción apretándome el estómago. Quizá podría hacerme una idea de cómo era la otra torre, viendo la este. Sin embargo, la decepción me golpeó como un saco.

En lo alto de la torre, tras lo que me parecieron un centenar de escalones, encontré una habitación enorme, pero completamente vacía. Sin ningún tipo de mueble y con una sola ventana casi en el techo.

—¿Para que se usa esto? —cuestioné.

—No creo que se haya usado nunca, señorita Hill.

—¿Y qué hicieron con la otra torre? —pregunté confusa.

—Acondicionarla solamente —me dijo, pero se dio la vuelta para salir de allí y me pareció que mentía.

¿Por qué no iba a poder verla si solo era un espacio limpio y vacío? No, debía haber algo más. Un secreto que todos compartían y que no querían decirme a mí. Pero la curiosidad empezó a convertirse en una necesidad. Ya no era solo que quisiera verlo. Es que necesitaba hacerlo.

En cualquier caso, no me dieron oportunidad de preguntar nada más. Tras decidir cómo hacerlo, volvimos a sentarnos para acordar el número de empleados que serían necesarios y ultimar los detalles.

Cuando encuentres una rosa - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora