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Me miré poco convencida al espejo de mi habitación. Llevaba un vestido largo hasta los pies, negro y de un material similar al terciopelo, que arrastraba ligeramente por el suelo. Y se ajustaba demasiado a mis curvas no muy pronunciadas, con un escote elegante y no demasiado exagerado, que me realzaba lo justo el escaso pecho.

Jade, que me observaba con los ojos azules brillantes de emoción. Se acercó tras dejarme que me mirase un buen rato, para hacerme a la idea del vestido, y me hizo sentarme en una silla. Dejé que me recogiese el pelo en un moño en la nuca, con algunos tirabuzones castaños fuera, enmarcándome la cara.

—¿Por qué no subes a pedirle a Will que baje? —sugirió, cuando acabó de arreglarme—. Seguro que mi tonto hermano no puede resistirse a ese vestido —bromeó un poco.

—Ya le invité, no creo que vaya a bajar. —Me encogí de hombros—. No creo que yo vaya a bajar.

—Tonterías.

Cogió mi mano, sin darme tiempo a quejarme y tiró de mí para llevarme a la planta de abajo.

Habíamos conservado la sala de baile original prácticamente igual. Yo no había dejado de quejarme de que faltaban metros para todo lo que queríamos poner, pero no había podido cambiar ese lugar. Era precioso. Así que nos habíamos limitado a ampliar las ventanas, que ahora eran una pared entera que daba al exterior y a decorar el resto con detalles dorados, que no de oro, porque yo no estaba loca. El suelo era de madera y había una enorme lámpara de araña. Además, con motivo de la fiesta, habíamos colocado una larga mesa a cada lado, abastecidas con comida y bebidas.

No me esperaba a tanta gente allí, cuando entré, apenas logré ver nada. Reconocí a la mayoría de los obreros y supe que todo el pueblo había subido a cotillear. Jade dio un par de palmaditas en el aire emocionada, yo estuve a punto de correr hasta la torre para esconderme con William.

—Tomemos algo —me sugirió, tirando de mi mano otra vez.

Yo me dejé llevar, segura de que necesitaba tomar algo. Jade sirvió dos copas de champán de las muchas que había para la ocasión por allí. Le había dicho que aquello acabaría con todo nuestro presupuesto, pero se había limitado a reírse de mí, así que no insistí. A fin de cuentas, pagaban ellos.

—Vaya, estás increíble, Aysha.

Gerald apareció de algún lado, con un traje de chaqueta que no llegaba a quedarle del todo bien. Era algo pequeño para él y tenía una mancha de yeso en la cara que acababa de sacarle de contexto.

—Jade tiene muy buen gusto —aseguré, aceptando su mano para dar una vuelta sobre mí misma.

—Ten cuidado, Mechon, vale más que todas tus posesiones —le cortó Jade, algo borde.

—No me impresiona el precio de la tela —se burló él.

—¿Quién habla de la tela? —replicó ella fría, antes de perderse entre la gente.

—Menudos humos —se quejó Gerald, cuando ella se perdió entre la gente—. ¿Quieres bailar?

—No creo que pueda, tengo miedo de pisar el vestido, o caerme de los tacones, o cualquier otra cosa ridícula.

—Vamos, yo te sujetaré.

Tiró de mi cintura y me molestó un poco que insistiese, porque le había dicho que no. Aun así, decidí no montar un espectáculo delante de todo el mundo y me acabé la copa de champán de un trago, antes de dejarme llevar.

Conseguí librarme de él cuando la banda, en la que apenas había reparado al entrar, porque estaban en una esquina de forma discreta, cambió de canción. Otro de los obreros me pidió bailar y yo giré por la sala con él. Vi a Jade reírse con otro de los muchachos, así que decidí escaquearme de la fiesta. Seguramente no se diese ni cuenta. Sin embargo, no llegué a la puerta, cuando otro obrero me ofreció una copa, y me pareció descortés rechazarle.

Cuando encuentres una rosa - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora