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El lunes puso a prueba mi paciencia. Para empezar, encontrarme rodeada de obreros estuvo a punto de provocarme un ataque de ansiedad como los de William. Tuve que escaquearme para salir fuera, dónde nevaba con fuerza, para poder respirar. El resto de la mañana, mientras coordinaba el montaje de los muebles, mi mente estaba en la torre. Deseaba meterme bajo el agua caliente con Will y olvidarme de la vida real.

Gerald fue otro culpable de mi estado alterado aquella mañana. Se disculpó como mil veces, porque decía que había sido culpa suya por no investigar mejor a los obreros antes de contratarlos. Yo aseguré que daba igual, pero él insistió tanto, que al final solo podía pensar en alejarme de la obra.

Claro que, en cuanto me daba la vuelta me chocaba con lo peor de toda la mañana: los guardaespaldas. Ahora tenía dos tipos que no se separaban más de dos pasos de mí. Yo les aseguré que dentro de la casa no era necesario y ellos, básicamente, me ignoraron. Debían tener órdenes muy estrictas de no dejarme sola.

Y como colofón, los que nos habían traído los muebles para montarlos, los dejaron fuera, bajo la nieve. Así que tuvimos que cargar todo dentro y averiguar a qué habitación pertenecería cada caja, mientras algunos de los obreros acababan de pintar los dormitorios que quedaban y otros montaban los armarios que serían empotrados y que ya estaban allí las maderas desde la semana anterior.

En definitiva, una mañana larga y desastrosa.

No pude subir a la torre hasta la noche, con la bandeja para la cena. El padre de Will, y Jade no se habían ido hasta la noche anterior después de la cena y yo me había quedado dormida leyendo, así que llevaba sin verle a solas desde que pasó todo el viernes.

Sin embargo, me lo encontré jugando a las damas con Chad, sentados ambos en la parte más alta de la escalera. La señora Bird preocupada por si le echaba, y allí estaba, entreteniendo al niño, que parecía encantado.

—Enseguida acabamos la partida —aseguró Will.

Y no tuve muy claro cuál de los dos era el más crío.

Al menos me dejó entrar a la torre y me acarició la pierna cuando pasé a su lado. Yo no pude evitar reírme un poco, antes de dejar la bandeja en el suelo en medio del sitio. Esperé pacientemente sentada sobre las mantas un par de minutos, pero entendí que enseguida, no iba a ser tan enseguida.

Me levanté aburrida y me acerqué a ellos, con los brazos cruzados. Will me lanzó una mirada de disculpa, pero bajó la vista al tablero enseguida y movió una de las piezas.

—Es que es muy bueno.

—¿Y no podéis dejarlo así y seguir mañana? —sugerí—. Tu madre te estará buscando, Chad.

Los guardaespaldas por suerte no me habían seguido a lo alto de la torre. Estaba segura de que les habían dicho que no entrasen allí. Me pregunté si le contarían al señor Millerfort que yo dormía de vez en cuando en la torre con Will y no pude evitar sonrojarme un poco. En realidad, no había pasado eso entre nosotros y aún no tenía ni un poco claro que había entre William y yo.

—Ahora voy —me dijo el niño, sin hacerme ni caso.

—Parece que hablo con la pared —me quejé.

—Que no, que no, ya acabamos, de verdad Aysha.

Aguanté cinco minutos más, pero me moría de hambre y había tenido un día agotador, así que decidí dejarlos jugar e irme a dormir. Estaba claro que no iba a obtener consuelo de William, lo cual no era del todo justo, porque yo llevaba dándole apoyo desde que le había conocido...

Pasé de nuevo sobre ellos, ligeramente cabreada, molesta y con pocas ganas de dar explicaciones, pero Will no iba a dejarlo pasar tan fácilmente.

Cuando encuentres una rosa - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora