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Aysha

—Tranquila, Peggy tercera —pedí a la vaca, acariciando su costado antes de acabar de ordeñarla.

Los animales parecían especialmente inquietos aquella mañana, pero quizá era porque llevaban meses sin verme y ya no me reconocían. Y me sentí fatal por ello. Aquel era mi lugar, ¿no? Pero yo no había deseado de verdad volver en mucho tiempo.

Acabé de ordeñar a las vacas y fui a dejar la leche en la casa antes de ir a coger los huevos de las gallinas. Aquella mañana le había pedido a mi tío que me dejase ocuparme de todo y, aunque se había quejado porque yo «perdiese así el tiempo», al final había aceptado ir al hospital para quedarse con mi padre mientras yo limpiaba la granja y me ocupaba de mis viejos quehaceres.

Le dediqué más rato del que debía después de dejar los huevos en la casa para limpiar el gallinero y los establos. En realidad, no quería volver al hospital. Mi padre seguía cabreado conmigo o algo parecido. Solo me había hablado para decirme que no me aceptaría en casa de nuevo.

Y sabía que él creía hacerlo por mí, pero es que tampoco tenía muchas más opciones. Había dimitido, porque no me parecía justo que el señor Millerfort no pudiera acabar la obra. Estaba segura de que Will había mejorado lo suficiente como para encargarse de todo, y si no, lo podría hacer Gerald. Ya no quedaba tanto.

Al final no podríamos montar la zona turística, salvo que Will retomase mis ideas, pero aquello tampoco era mi problema, no era lo que me habían pedido. Yo había cumplido en gran medida y tampoco hacía falta ya allí...

O al menos, no dejé de repetirme aquello.

En cualquier caso, ¿qué pintaba yo en aquel lugar? William me había dicho que podía quedarme, pero no que quisiera que lo hiciera. Quizá separarnos así, aunque doloroso, era lo mejor.

Me sequé las lágrimas que se me mezclaron con el sudor de limpiar los desperdicios animales y terminé con aquello antes de irme a dar una ducha. Me arreglaría un poco y me iría a cuidar a mi padre. Le haría entender que yo no tenía ningún otro lugar...

Quizá la granja no era el mejor sitio dónde estar, pero la vida real dolía demasiado. Mi corazón se había convertido en un hueco doloroso. Ni siquiera sabía en qué momento me había enamorado de William, pero era así. Le quería. Pero lo nuestro no era posible.

William necesitaba tiempo para superar todos sus problemas, no meterse en una relación complicada...

Y definitivamente, la nuestra era complicada. Yo tenía que cuidar de mi padre y él estaba encerrado en una mansión.

Me quité la ropa y me metí bajo el agua caliente, tratando de sentirme mejor. Aunque no funcionó del todo.

Y para colmo Will llevaba llamándome sin descanso desde el día anterior y yo no sabía como decirle que no iba a volver. Quizá era una cobarde, pero había dejado el móvil al fondo de mi bolso y me negué a mirarlo.

Después de salir de la ducha y vestirme iba a irme inmediatamente al hospital, pero decidí que no tenía prisa y me eché un té. Me senté en el sofá para tomármelo tranquilamente y cerré los ojos, imaginando que mi madre estaba allí, conmigo.

—¿Qué debería hacer, mamá? —me pregunté en alto.

Siempre había sido muy imaginativa, pero no logré ninguna respuesta en aquel momento. No sabía lo que me diría mi madre. Jamás le había planteado ningún problema con hombres, así que no sabía si ella preferiría que fuera tras William o, por el contrario, preferiría que cuidase de mi padre.

Pero ¿qué opción real tenía? Mi padre no podía quedarse solo. Él necesitaba ayuda. Y William tenía a su padre, al servicio, a sus hermanos...

Cuando encuentres una rosa - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora