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William

No conseguí comer nada, pese a que la señora Bird me había subido una bandeja una hora antes. Era consciente de que Lorcan había logrado incomodar a Aysha, o algo parecido, y se había ido enfadada. Y tenía la sensación de que ese enfado era conmigo, al menos en parte.

Había querido ir tras ella, pero la sola idea de salir a las escaleras, me había hecho temblar. Después de eso había tenido que echar a mis hermanos, de muy mala gana. Porque por un segundo, me sentí como meses atrás. Y, de hecho, horas después, aún no me sentía bien.

Lo intenté todo: hice pesas, abdominales, me duché con agua fría, traté de leer, de dormir... Cosas que siempre me habían funcionado, y que en ese momento no hicieron más que aumentar la desazón de mi pecho.

Lo único que logró pasar un poco la ansiedad, fue apoyarme en el balcón para mirar la ventana de Aysha. Estaba seguro de que mi hermana no le había dado la única habitación que se veía desde mi ventana por casualidad, pero no iba a echárselo en cara. Sin embargo, era difícil saber si estaba allí. Seguramente hasta que no cayese el sol, no podría comprobarlo.

Aunque el misterio se resolvió antes de lo esperado. Oí su risa cerca y, por un segundo, temí estármelo imaginando. Parecía un ruido demasiado bonito para aquel lugar, musical, perfecto.

No me costó dar con ella y averiguar que era real. Paseaba con Lorcan por el jardín que habían empezado ya a limpiar. Aunque como era fin de semana, no quedaban obreros allí, por suerte. Me ponía de los nervios verlos y no poder ayudar. Nunca había sido de los que se quedaban de brazos cruzados. Y saber todo lo que estaban haciendo y no poder moverme... Era una pesadilla. Y verlos, algo parecido a una tortura.

Pero nada tan horrible como ver a mi hermano paseando con Aysha, riéndose juntos de algo. ¿Qué había pasado si esa mañana parecía que no se soportaban? No tardé en ver el plan tan «sutil» de mi hermano. Si no fuera por el vistazo descarado que echó hacia mí, casi me hubiera creído que pretendía tener algo con Aysha.

Paró en el camino tras mirarme, sujetando la mano de la chica para que parase con él. Incluso desde mi posición pude ver la sorpresa de ella, y su tensión cuando él apartó uno de sus rizos castaños de su cara para engancharlo tras la oreja. Y, cuando se inclinó sobre ella, estuve a punto de ceder al plan maquiavélico de mi hermano para apartarlo de ella de un empujón, pero cuando me agarré a la barandilla el miedo me paralizó.

Tuve que convencerme de que saltar desde allí era una locura. La torre estaba al menos cuatro pisos sobre el nivel del suelo. Más que separarle de ella, conseguiría matarme.

Aysha se apartó de él, sin necesidad de que yo hiciese ninguna locura. Negó un poco con la cabeza, respondiendo a no supe qué, y se giró para volver dentro de la casa. Mi hermano me miró, se encogió de hombros y luego la siguió.

Yo entré de nuevo en la torre, con un suspiro, apartándome el pelo de la cara. Supuse que quizá debía haber funcionado. Obviamente Lorcan no quería que saltase, pero seguramente esperaba que saliese como un novio celoso a reclamarle.

Solo que su plan tenía tres fallos enormes: yo no era celoso, nunca desconfiaría de él y no era capaz de salir de aquella estúpida torre.

Recogí un puñado de libros, los últimos que Aysha me había devuelto, y los estrellé contra la puerta. Como si ellos tuvieran la culpa de mis males. Luego la emprendí con el pequeño escritorio que tenía en el costado. Tiré todo lo que tenía encima y lancé la silla de madera contra la pared, antes de hacer lo propio con la bandeja de la comida intacta y partir una balda con mis manos.

Pero ni rompiendo mis escasas pertenencias me sentí mejor.

Y cuando los ya conocidos golpes en la puerta de Aysha me sacaron de mis cavilaciones me sentí aún peor. Casi sentí que iba a desmayarme, o a vomitar, como si fuera un crío.

Cuando encuentres una rosa - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora