1. Aquel primer whatsapp

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Otro día aburridísimo en esta soporífera primavera con la misma gente de siempre en el mismo lugar de siempre... Bienvenidos a Londres, posiblemente el lugar más lluvioso del planeta y mi hogar en estos diecisiete años que llevo vivo. Mi nombre es Robert Brown y, tal y como dije antes, tengo diecisiete años. Si tuviera que hablar de algo, hablaría de mis padres. Mi madre, Catherine, me cuida sola desde que a mi padre lo destinaron a África. También tengo una hermana mayor viviendo en Liverpool por motivos de trabajo. También adoro a mis amigos, pero, somos... como decirlo...no muy buenos. Somos los típicos gamberros de barrio y los típicos ligones.

A lo que iba, el día empezaba a ser aburrido en plenas vacaciones de primavera, siempre viendo a la misma gente de siempre y siempre en el mismo lugar, donde podía pasarse por lo menos una semana entera lloviendo. Justo ese día no llovía, así que decidí salir un rato con mi mejor amigo, Chad Smith. El es un año mayor que yo, pero la edad no importaba en nuestra amistad. Cuando lo vi venir hacia mi, me enseñó una bolsa de plástico llena sprays, chocamos los cinco (Como siempre) y soltó:

-Hey, ayer descubrí una pared no pintada. ¿Te apuntas?

-Sabes que siempre me apunto a esas cosas

Me ofreció un spray color rojo y nos dirigimos al sitio aquel.

Como siempre, hicimos el grafitti que, curiosamente, no era lo de siempre. Aquel día hicimos una serpiente venenosa con unos colmillos de muerte y, como siempre, el graffiti iba firmado por nosotros como TheBoyz (Una larga historia, la de la firma). Cuando terminamos, nos dirigimos a casa de Charlie, otro amigo nuestro. Le contamos todo lo que habíamos hecho, hicimos unas cuantas gracias sobre el tema y, cuando me di cuenta, ya era casi medianoche y les dije:

-Tíos, me largo, que mi madre debe de estar preocupada

-Vale. ¿Nos vemos mañana?

-Si puedo, si

Me dirigí a mi casa, que estaba a unas cuantas manzanas de allí, y cuando llegué, allí estaba mi madre con los brazos cruzados, enfadada pero preocupada, vino hacia mi y, para mi sorpresa, me dio un abrazo bien fuerte.

-No me vuelvas a dar nunca más un susto como este, ¿de acuerdo?

-Vale, lo siento, mamá

Le devolví el abrazo y me fui a mi habitación y (Como siempre) me puse a hablar por Whatsapp con mis amigos, pero, en aquel momento, me llegó un mensaje de un número desconocido que decía:

“Hola, Robert. Soy Erica Jones, tu amiga de cuando teníamos siete años. ¿Te acuerdas de mi?”

Te confieso que sin ti no se seguirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora