Capítulo 10: La búsqueda.

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Al escuchar el grito de Sofía, Óscar abrió los ojos y dirigió la mirada hacia la puerta, viendo a su esposa que tenía una mirada de incredulidad en su rostro.

"¡Maldición!" —pensó lívido.

¿Qué hacía Sofía ahí? Se suponía que estaba en España ¿Por qué no le habría avisado que iba a volver?

Al verla salir corriendo, empujó a su compañero para ponerse de pie enseguida, vestirse con una bata y salir corriendo tras ella. La alcanzó en el rellano de la sala, en el primer piso, tan sólo a unos metros de la puerta de salida.

—¡Sofía, espera! —jadeó, tomándola del codo para girarla hacia él.

Ella agitó su brazo con brusquedad para soltarse, pero él no lo permitió.

—¡Suéltame! —le gritó enfurecida, con las mejillas llenas de lágrimas, tratando de zafarse de su agarre.

Él la tomó del otro brazo, haciéndole casi imposible el poder escapar.

—¡No! ¡Suéltame! —gritó, golpeándolo en el pecho con los puños.

—Sofía, por favor... Escúchame —rogó él con la expresión llena de temor y remordimiento.

—¿Escucharte? —lo miró incrédula—. ¡Jamás! —levantó la barbilla— ¿No te parece que después de lo que vi, no hay nada que escuchar?

—Sofía...

—¡Nada! —zafándose de su agarre y dando un paso hacia atrás— ¿Qué me vas a decir? ¿Qué soy tan estúpida como para no darme cuenta que mi marido me engaña? —escupió con rabia—. Y no con una mujer... sino con un hombre —lo miró asqueada— ¡Un hombre, por Dios! —las lágrimas afloraron por su rostro—. ¡Me das asco! ¿Cómo pudiste siquiera atreverte a tocarme cuando te revolcabas con Marcos? —hizo una mueca de asco.

El rostro de él se cubrió de culpabilidad e intentó acercarse de nuevo a ella.

—¡No me toques! —gritó ella, dando otro paso hacia atrás—. Nunca más volverás a ponerme un dedo encima —murmuró entre dientes y lo miró enfurecida, las lágrimas de rabia habían cesado— No quiero que te acerques a mis hijos...

Él la miró sorprendido.

—¿Qué estás queriendo decir? —preguntó temeroso.

—Qué no volverás a verlos —respondió con voz dura y levantó la barbilla.

—Sofía, creo que estás exagerando... —sonaba desesperado— Mira bebé, podemos superar esto, lo sé... —intentó acercarse de nuevo, pero ella caminó hacia atrás.

Ella rio con acidez. Y negó con la cabeza.

—Estás mal, Óscar. ¿Realmente crees que voy a pasar de largo este asunto, y seguir como si nada hubiera pasado? —lo miró incrédula— ¿Crees que volveré a dormir en esa cama cuando quien sabe cuántos más han estado en ella? ¡No! ¡No es así! ¡Jamás volveré a pisar esta casa! ¡Jamás volverás a saber nada de mí! —trataba de mantenerse serena, pero era casi imposible. Estaba realmente enfadada— Después de esto no puedo y no quiero seguir contigo —Óscar palidecía con cada palabra que ella pronunciaba— Quiero el divorcio —él intentó decir algo, pero ella lo interrumpió— Y no puedes negármelo...

Él estaba lívido.

—Mi amor, no... —susurró ansioso, cayendo de rodillas ante ella— No me quites a los niños, no me dejes —suplicó— Tú no puedes dejarme, somos una familia ¡Yo te amo! ¡Los amo! —gritó desesperado.

Ella lo miró incrédula.

—¿Me amas?... —se acercó a él— ¡¿Nos amas?! —repitió y él asintió, sin saber qué esperar. Si ella quería que se humillara, él lo haría con tal de no perderla— ¡Eres un maldito desgraciado mentiroso! —gritó al tiempo que le propinaba una fuerte bofetada que resonó por toda la estancia—. ¡Tú no amas a nadie que no sea a ti mismo!

Déjà Vu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora