Capítulo 32: Redención.

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— ¿Eres feliz?

—Mucho, mi cielo... —respondió la mujer con una amplia sonrisa en el rostro justo antes de inclinarse y robarle un beso a su amado.

¿Quién lo iba a decir? Valentina Donoso se daba una nueva oportunidad en el amor. Y era feliz.

Durante las últimas semanas se habían solucionado los malos entendidos y había retomado su relación con Javier, la cual iba viento en popa a pesar de que en un principio Perla había protestado. Lógicamente a Perla no le gustaba la idea de ver a sus padres separados, pero Valentina había hablado largo y tendido con su hija y parecía que finalmente la había hecho entrar en razón. Ahora, Valentina podía vivir libremente su amor: un amor recién descubierto y el cual sentía que crecía cada día más.

—Te amo ¿Lo sabías? —espetó Javier.

Valentina se quedó de piedra. Si bien ella acababa de descubrir cuáles eran sus sentimientos hacia Javier, esa era la primera vez que él le decía que la amaba... Y eso la hizo muy feliz.

— ¿De verdad? —inquirió ella con una temblorosa sonrisa.

— ¿Te he mentido alguna vez? —rebatió él dulcemente.

—Pero...

Él la tomó de las manos y la miró fijamente a los ojos.

—Valentina... Me enamoré de ti desde el primer momento en que te vi —declaró—. Si no te amara ¿Crees que estaría en estos momentos aquí?

Ella sonrió sabiendo todo lo que había hecho Javier para trasladar sus oficinas desde España hasta Hermosillo, el lugar donde ambos pensaban radicar indefinidamente...

—Yo también te amo, Javier —suspiró—. Gracias por haber llegado a mi vida cuando más te necesitaba.

Javier le devolvió la sonrisa y con suavidad posó sus labios sobre los de ella, tratando de transmitirle en ese beso lo que sentía por ella.

A lo lejos, Perla observaba la escena con una pequeña sonrisa. Sí, era un hecho que aún se sentía dolida ante la inminente separación de sus padres, pero... Ahora, al ver a su madre tan feliz entre los brazos de Javier, por fin se daba cuenta que no podía actuar como una niñita inmadura. Al fin y al cabo ¿Quién era ella para impedir la felicidad de sus padres? Amaba a su madre y nada deseaba más en este mundo que ella fuera feliz... Al igual que su padre. Y sin duda ambos lo serían, aunque fuera por caminos separados. Perla suspiró y dio media vuelta para ingresar de nuevo a la casa.

"No es el primer, ni el último, matrimonio en divorciarse..." —pensó.

.

Sofía y Leonardo se encontraban en la sala de espera en el área de urgencias esperando noticias de Marcos. Hacía un par de horas que lo habían llevado al hospital, pero aún nadie les decía nada.

— ¿Crees que estará bien? —inquirió Sofía con preocupación. Por décima vez.

Leo, que estaba sentado a su lado, le rodeó los hombros con un brazo y la atrajo hacia él.

—Por supuesto que sí, mi vida —respondió e imploró en silencio porque así fuera.

Sin separarse, ambos permanecieron en silencio durante varios minutos más hasta que finalmente Sofía volvió a hablar.

— ¿Cómo lo supiste?

Leo enarcó una ceja.

— ¿El qué?

Ella elevó la mirada para verlo fijamente a los ojos.

—Que estaba en el departamento con Óscar.

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