Capítulo 7: Una odisea.

27 4 0
                                    

Un par de meses después...

Sin palabras, simplemente el deseo latente en el ambiente. Una caricia. Un beso de amor, la entrega total. Una mirada penetrante llena de mil promesas, deseos y esperanzas, con un brillo deslumbrante de amor, amor por ella... No podía dejar de mirarla, sus hermosos ojos reflejando inocencia y ternura, a la par que mostraban pasión y desenfreno. Sus labios rojos, temblorosos y ansiosos por sus besos; Su espectacular y abundante cabellera tan negra como la misma noche que los envolvía... Era tan bella, tan mujer, tan ella. Y en esos momentos, la tenía entre sus brazos y era suya. Completamente suya. Sonrió y ella le devolvió una temblorosa sonrisa. Él lentamente elevó su mano derecha y rozó con ternura, casi con devoción, su suave mejilla.

—Leonardo... —suspiró ella, cerrando los ojos ante su toque.

No necesitó que dijera más. Sin pensárselo dos veces, se inclinó suavemente hacia ella hasta que sus labios rozaron los de ella.

—Eres mi mujer... —susurró contra los labios de ella, apenas rozándolos— Únicamente mía...

Ella abrió los ojos, turbios por el deseo y lo miró.

—Mi cuerpo, mis sentimientos y mi alma te pertenecen —confirmó, recorriendo la escasa distancia que separaban sus labios, en un beso.

Un beso lento, pero profundo. De esos en los que quisieras detener el tiempo para poder sumergirte para siempre en el sin fin de sensaciones provocadas por la persona amada. La estrechó con fuerza entre sus brazos y ella se aferró a él como si la vida se le fuera en ello ya que era la última noche que pasaban juntos, antes de que él se fuera de viaje a República Dominicana a promocionar su nueva película que había grabado el año anterior. Durante el último par de meses se habían visto muy a menudo, aunque obviamente no todo en su relación era color de rosa, eran humanos y como tales, tenían sus diferencias, lo que en ocasiones los hacía discutir... Pero el amor los ayudaba a superarlos.

Él pasó sus manos por la espalda de Sofía con caricias firmes que, a pesar de tener la ropa como barrera, ella podía sentir cómo su contacto levantaba llamaradas de fuego por su piel. Un escalofrío la sacudió. Sin romper el beso, llevó sus dedos temblorosos hasta la camisa de él y lentamente, sin demoras, comenzó a desabotonarla mientras él introducía sus manos por debajo de la blusa y acariciaba casi con adoración su suave espalda... Ella soltó un gemido y él la estrechó con más fuerza.

Las barreras de tela fueron desapareciendo una por una con movimientos ágiles y expertos, entre caricias, besos y palabras dulces, hasta que ambos quedaron desnudos, frente a frente.

Ella se aferraba a sus hombros, con los ojos cerrados, disfrutando del sin fin de sensaciones que le ocasionaban sus besos. Él aprovechó el gesto y sin romper el beso, la rodeó con un brazo mientras que con el otro la levantaba en vilo mientras la llevaba hasta la cama, donde la depositó con suavidad. Con besos cortos abandonó su boca y besó sus parpados, después trazó un camino húmedo por sus mejillas hasta llegar al cuello donde inspiró profundamente su dulce aroma... Ella tenía los ojos cerrados, cada vez más excitada por sus caricias, y él continuó con su dulce tormento, besando cada parte de su cuerpo, recorriendo cada milímetro, haciéndola suspirar de gozo al besarla tan íntimamente en cierta parte de su anatomía... Con la respiración acelerada, ella se aferraba con fuerza a las sábanas, mientras intentaba moverse sin poder lograrlo, ya que él la sujetaba con fuerza por las caderas.

—Oh... —gimió ella.

Pero él no mostró piedad y siguió con su implacable ataque hasta hacerla llegar a la más alta cubre del placer.

Sin perder un segundo, reptó hasta situarse encima de ella y la besó en la boca con absoluta pasión. Ella lo abrazó por la cintura con sus piernas, acercándolo más...

Déjà Vu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora