9. Invasores.

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Advertencia: 

Leves menciones de deseo sexual. Si te hace sentir incómodo, no leas la novela. Porque no quiero leer comentarios despectivos acerca de lo antes mencionado, ya que entorpece mi autoestima y creatividad. 

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Emillie Olive Brooks.

Más de dos meses sin ver a Warren, en realidad lo había estado evitando a propósito, había pedido un permiso al pequeño trabajo en la biblioteca por dos meses. Me quedaba fuera de la reserva a dormir con mis amigas humanas si era necesario. Pero de vez en cuando regresaba a mi apartamento en la reserva, solo por ropa.

Según lo que había escuchado de la gente en el centro comercial de la reserva que nos rodeaba como manada, el Alpha había estado de muy mal humor últimamente. Típico de su lado Alpha cuando no se hacía lo que quería.

En mi caso casi me le había ofrecido en bandeja de plata, la culpa fue del mal momento, pero mi Loba me decía que quería dejarse anudar por Warren, lo cual era extraño, quizás solo quería procrear con un Alpha fuerte.

Sonreí sosteniendo mi título oficial con firmas y todos los papeles correspondientes en mi regazo, había logrado obtener mi maestría, y mis padres aún no habían regresado, al parecer estaban contentos porque mi hermana estaba embarazada de su esposo.

Yo iba conduciendo con una sonrisa hacia mi departamento, está vez aunque no quisiera tenía que regresar, en este momento estaba teniendo mi celo otra vez, eso y que además mis amigas celebrarían con sus familiares, no quería arruinarles la noche.

Fruncí el ceño cuando vi que las casas en la reserva estaban cerradas y las luces apagadas, aquello solo significaba una cosa, alguien quiso o quería invadir la manada, y por eso se apagaban las luces, alguien se encargaba de cuidar a los niños y los adultos que pudieran les tendrían que dar caza a los invasores.

Sinceramente creo que jamás había pisado tan asustada el acelerador. Deje mal estacionada la camioneta y apure a buscar mi bolso y mis llaves. Me bajé con rapidez temblando por el frió de la noche y por los tacones que no me dejaban correr.

— Esto solo me pasa por no venir a las reuniones de la manada. — Dije de mala gana buscando la llave correcta para mi puerta, mis dedos se estaban congelando.

Escuché muchas pisadas, hojas crujir y ramas quebrarse en medio del bosque, venían hacia acá. Corriendo, mis sentidos me gritaban peligro. Maldije por lo bajo cuando recordé que ni siquiera había tomado mis pastillas, al sentir mis muslos mojarse. Voltee cuando escuché el sonido de los pasos ligeros de los lobos detenerse a mis espaldas, tragué fuerte, muchos ya no tenían control de sí mismos, mi olor los estaba volviendo locos.

Me quedé quieta en mi lugar, si me movía de manera brusca solo los alertará, ahora yo era su presa. Demasiado tarde. Me transformé y comencé a correr lo más rápido que mis patas lobunas me permitían, sin un rumbo en particular, aunque conocía el camino, mi loba me llevaba a casa del Alpha.

Los escuchaba a mis espaldas, peleándose por mi causa, eso solo quería decir que el ganador me reclamará como su recompensa.

Cuando llegué a la mansión de Warren, dejé mi transformación y corrí con rapidez a tocar la puerta. Mala suerte la mía que las luces también estuvieran apagadas. Voltee al ver a mi espalda el último lobo de la jauría de invasores que quedaba frente a los demás, era un sangre pura como Warren, y su pelaje era gris oscuro.

Mi Hermosa Omega. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora