4 días después.
Emilie Olive Brooks
El olor en el aire era menta y cítrico, delicioso. Sonreí al sentir su olor impregnado en las sabanas. Abrí con lentitud los ojos, encontrándome con un pequeño rayo de sol, luz natural proveniente de una pequeña ventana en la esquina del nido. Volteó a ver hacia los lados, y no. No hay rastros de él.
Estaba limpia, limpiar mis fluidos era lo más molesto para mí en mis períodos de celo, pero estaba segura que había funcionado, lo sabía porque mi loba no estaba ansiosa, estaba satisfecha como si resguardara su semilla con mucho recelo en mi vientre.
Esa semilla que no era de cualquier Alpha, era del Alpha sangre pura de la manada. Un Alpha al que ya le tenían miedo algunas manadas vecinas, un Alpha con el que había crecido desde joven, y siempre estuvo ahí para mi, pero al que nunca pensé querer tenerlo con locura insana.
Mi loba se removió ansiosa, él no estaba aquí. ¿Por qué? ¿Se había ido? ¿Y si no quería responsabilidades aún? ¿Y si no quería que una Omega como yo le diera cachorros tan pronto? Solté un sollozo y un sonido lastimero escapó de mi garganta, escuché un gruñido y la puerta se abrió, haciéndome notar al poseedor de ese cítrico y menta.
Su aroma en el aire me hacía sentir segura, ese aroma era cálido y tenía rastros a hogar seguro para mis futuros cachorros. Mostrándola a cualquiera que estuviera cerca que él estaba aquí conmigo.
— ¿Estás bien? — Asentí, mientras lo veía cerrar la puerta con cuidado y arrodillarse frente a mi. — ¿Es el celo? ¿Quieres que te ayude otra vez? — Negué avergonzada, había cuidado perfectamente de mi durante todo el celo.
— Mi Omega está tranquila. — Dije viendo al suelo.
— ¿Segura? — Asentí. — Eso solo significa que dio resultado. — Observe el suelo con mucho miedo. Y este dejó escapar un gruñido al oler mi miedo. — Me estás mintiendo. —
— No. Yo... Si no quieres al cachorro, no voy a obligarte a hacerte responsable, es mi culpa y...— Escuché una carcajada fuerte de su parte.
— ¿Quién dijo que no quería cachorros Olive? ¿Sabes todo el tiempo que te he esperado y me he contenido para no hacer una locura? —
— ¿Qué? — Volteó a verlo extrañada. — ¿Contenerte? ¿Por qué o qué? —
— ¿Crees que gruñía cuando me quedaba a dormir contigo porque tenía pesadillas? — Volvió a carcajear con fuerza.
— Me tenía que contener, no podía reclamar a mi pareja por más que me pertenecieras, apenas tenías ¿Qué? ¿14? ¿16 o 17 años? ¿Todos esos años? Por eso intenté centrarme más en el trabajo de la manada, si seguía mucho tiempo contigo iba a perder el maldito control. — Tragué fuerte. Acariciando mi marca sobre la piel de mi cuello, soltando un jadeo en el camino, que lo hizo gruñir.
— ¿Sabías que yo era tuya? — Asintió, lo vi mal, estaba muy enojada. — ¿Por qué no me lo dijiste? —
— No estabas lista. —
— Podrías haber solucionado los problemas de mi celo desde el principio imbécil. —
— No iba a contenerme, te iba a embarazar de todos modos. — Se creó un nudo en mi garganta. — ¿Tienes idea de cuanto Te Amo? — Habló y yo voltee a verlo extrañada.
— ¿Qué? —
— Lo que escuchaste y no lo pienso repetir. —
Sonreí, no sabía que se había contenido tanto por mi. Entonces todo lo que pasamos juntos tenía sentido. Y ahora recordaba a todas esas chicas a las que rechazaba mientras volteaba a verme, o cuando olía mi cabello y se quedaba dormido a mi lado. No podía evitar sonreír. Él siempre estuvo ahí. Y yo también quería estar con él. Mi estómago rugió comunicándome que tenía que ingerir algo de beber y comer.
— ¿Crees que dio resultado? — Pregunte con una sonrisa un poco avergonzada.
— No te veo rogando por mi nudo. — Sonrió de manera cínica, rodé los ojos, era un romántico sin demostrarlo o intentarlo, pero era un idiota.
Me llevé un bocado de la comida que había traído a la boca.
— Sé controlarme solo es eso, mi Omega solo está reconociendo que me ayudaste a calmar mi celo. Sabes que no es tan fácil que las lobas queden en cintas, yo no seré la excepción. — Digo sonriéndole con calidez, se lo mucho que quiere cachorros, pero yo no sé si podré dárselos.
— Eres una Omega, mi Omega. Estoy seguro que te he anudado bien. — Rodé los ojos.
— Eres un idiota. — Dije mientras terminaba de comer el desayuno, suspiré y abrió una pequeña puerta de la habitación que no había visto gracias a mi celo nublando mis sentidos.
— Te daré un baño. — Asentí sonriente, mientras me acercaba con cautela. Y con su ayuda apenas podía sostenerme de pie, pues mis piernas aún temblaban. Aún sentía sus fuertes y deliciosas marcas en mi piel. Sus chupetones en mi cuello y mis senos, sus pequeñas y exquisitas mordidas.
Disfruté de ese baño como nunca, mis muslos tensos se relajaron, el delicioso aroma de Warren estaba ahí así como él, me dejaba pequeños besos delicados en las mejillas y en los hombros mientras nos lavamos con cuidado.
Sabía que mimaba a mi omega, porque estaba muy sensible, y necesitaba de su pareja luego del celo en el que me hacía sentir como un trozo de carne, ella quería y ansiaba sentirse amada como lo estaba haciendo.
— En serio ¿No pudiste haberme dicho antes? — Pregunté suspirando.
— Ya te lo dije, no era la forma correcta. —
— ¿Qué si me dejaba anudar de alguien más? — Pregunte mientras lo escuche soltar un gruñido de advertencia.
— Por eso mismo te deje mi olor desde el principio. ¿Crees que presionar tus mejillas era solo porque me pareces tierna y linda? Por favor, nadie en la manada se acercaría a ti sabiendo que tienes mi olor o el de un Alpha. Y no creas que no me dí cuenta que te paseaste por el centro comercial llamando a tu mate. — Me removí incomoda, pero sentir su aliento en mi hombro hizo estremecer a mi loba.
— Oh Luna. — Jadee con una sonrisa al sentir el agua de la tina demasiado asfixiante para mí, y su piel alrededor de mi cintura. — Podrías. — Pido rozando mi trasero con su creciente erección, sonríe en mi hombro.
— Claro que podría. — Sonreí. — Pero no lo voy a hacer. — Mi sonrisa se borró.
— Tengo tu jodida marca en mi cuello Alpha, necesito tu nudo otra vez. — Lo miró mal.
— Yo no voy a ayudarte. — Se negó levantándose.
Tal vez exagere, pero hice escapar el aroma de mi loba, mi omega, gritándole a mi Alpha que le necesitaba, que quería con locura su nudo de nuevo en mi interior, porque me sentía insegura, lo cual era solo una rotunda mentira. Porque aún podía sentir sus fuertes arremetidas con su grueso nudo en mi interior.
— ¿Alpha? ¿No podrías ayudarme? — Dije poniendo mi mejor puchero. Tragó fuerte al sentir mi aroma. Y una sonrisa surcó su hermoso rostro. Levantándome con rapidez me coloco en el nido con cuidado, observándome con ternura. Tocando mi vientre con las yemas de sus dedos.
— Voy a asegurarme de que aquí hayan cachorros. — Sonreí, yo sabía la respuesta, pero había una posibilidad de estuviera equivocada.
— Tal vez haya uno. — Sonrió como nunca.
— Y voy a asegurarme de hacerte más. Quiero esos cinco cachorros. — Carcajee con una sonrisa. Quería darle todo de mi. Incluyendo unir su vida a la mía, y cuidar de los cachorros que él dejaría en mi vientre y yo le daría.
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Mi Hermosa Omega. ©
Short StoryAdvertencia: - Historia Corta. - Hombres Lobo. - Leves errores de Ortografía. - Mención u Descripción de relaciones sexuales y minima violencia. Derechos de autor completamente reservados a Kennya Chávez. *** NO COPIAS NI PLAGIOS NI ADAPTACION...