Capitulo 8.

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En el auto reina el silencio, vamos los dos atrás mientras su chófer conduce.

-¿A dónde nos dirigimos señor? - Pregunta, dirigiéndose al Señor Valverde, a la vez mirándolo por el espejo retrovisor.

-A mi casa - Responde seco. Yo volteó a mirarlo.

>>¿Qué, tiene alguna objeción? - Me pregunta con antipatía.

Sólo me limito a hacer silencio y desvío mi vista hacia la calle aguantando las ganas de llorar.  Pensaba que nos dirigíamos a un restaurante. No quiero ir, presiento que no me va a agradar el dichoso almuerzo.
Quiero abrir la puerta y tirarme, pero como mi suerte es tan mala, seguro ni un rasguño me hago, así que después de meditarlo decido quedarme tranquila con mi mente al aire.

-Bájate - Me ordena y es allí cuando me doy cuenta que hemos llegado.

Al bajar del auto me doy cuenta que es una casa hermosa, totalmente blanca, con grandes ventanales estilo muy moderno, me fijo que tiene seguridad por todos lados. Voy absorta en mis pensamientos  que no me doy cuenta que viene un escalón, tropezando, dándome de bruces con la espalda de mi jefe, siento que me agarran por el antebrazo antes que caiga y veo que es uno de los de seguridad.

-Lo siento - Le digo agradecida de evitar partirme la cara ante una caída, él sólo asiente y se retira. Mientras que mi jefe sólo me mira con aún más odio.

-Entra y procura no romper nada - Me dice mientras abre la puerta para dejarme pasar.

-Señor, no lo esperaba - Le dice una señora robusta vestida de negro y el cabello bien recogido.

-No te preocupes, la señorita aquí presente se ocupará de atenderme, así que te puedes retirar y tomarte el resto del día si lo deseas.

-Sí señor, si desea algo me puede llamar y enseguida vengo - Le dice mientras me da una mirada de pies a cabeza para llegar a mis ojos y darme una mirada de lo que creo es ternura, después de eso se retira.

-Al fondo hay un directorio con todos los números de teléfono, para que llames y pidas la comida, creo que lo puedes hacer, no creo que te quede grande.

-Pensé que iba a cocinar - Digo casi en un susurro.

-Y arriesgarme a que incendie la casa, no creo que seas buena en eso y ya te había dicho que tú no estas para pensar y no quiero que lo haga- Me dice mientras se retira.

Me dispongo a hacer lo que me ordenó, cuando siento que  me hablan a mis espaldas logrando asustarme un poco.

-Hola Mucho gusto, soy Lorena la ama de llaves - Me dice la misma señora de hace un rato.

-Hola soy Lía - Le digo con una sonrisa, no se que más decirle.

Me quita gentilmente el directorio de las manos para abrirlo.

-Pídele comida italiana, tiene días sin comerla y es su favorita - Me informa.

-Gracias por el dato -Le sonrío.

-No hay de que, el no suele traer a nadie aquí, prácticamente vivimos los dos solos y casi nadie llega a parte del resto de los empleados y claro su madre y Miranda una de sus hermanas - Me informa y yo sólo me limito a verla.

>>Bueno Lía debo irme, por el contrario quien lo aguanta si nota que aún sigo aquí.

-Gracias otra vez - Le digo viendo como ella se marcha despidiéndose con la mano.

Pido la comida y me siento  a esperar a que llegue, mientras, observó mis alrededores y noto que la casa está hermosamente decorada me imagino que su madre y su hermana lo ayudaron en tal tarea. Cuando llega al almuerzo lo recibo y lo pago, lo llevó a la cocina y me decido a servirlo.
Siento unos pasos detrás de mí, volteo y me encuentro con mi jefe sin el saco y la corbata, con las primeros botones sueltos y su cabello un poco desordenado

Atada en mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora