Capítulo 12: En un Ford mustang camino al infierno.

5.4K 354 29
                                    

El primero se acercó con rapidez hacia mí.

Cojí aire, temblaba como un chihuahua mientras intentaba pensar, pero en estos casos es mejor no pensar y actuar simplemente como te dicte tu cabeza, tu corazón o cualquier maldita parte de tu cuerpo, racional o irracional.

¿Quién lo dice? La chica temerosa del arma, yo misma.

Tragué saliva y pulsé el gatillo. Grité.

—JODER, ¡MALDITA ZORRA! —exclamó.

La bala le dió de lleno en el pié, pero solo me sirvió para detenerlo unos instantes.

Aproveché su situación para darle un rodillazo en el estómago, lo que lo dejó aún más aturdido, pero no ví venir a su compañero por mi espalda, quién me puso el arma en la sien mientras tiraba de la mochila hacia atrás.

Ignoré que tenía un arma cargada apuntando a mi cabeza y le dí un buen revés para quitármelo de encima, lo que hizo que disparara a su compañero en un hombro.

Comenzó a pegarme puñetazos, uno me rompió la naríz; el otro la autoestíma y me causó heridas por el vientre. Le hice una buena llave y le dí una patada a la pistola que tenía en la mano para enviarla al otro lado del vestíbulo.

—Me gustan tus gafas, capullo —murmuré junto a su oído—. Creo que... Sí, definitivamente me las quedo.

Le sonreí y le disparé en la pierna seguido de un buen puñetazo en la mandíbula justo antes de agarrar sus hermosas gafas de sol, las que guardé en la maleta.

Uno de los chicos me disparó, pero gracias a un acto reflejo conseguí esquivar la bala.

Los muy cobardes lo único que hacían era disparar mientras soltaban insultos contra mi persona. Malditos idiotas...

Pero entonces, como una visión celestial, mi ángel de la guarda Dylan Gibbs apareció dentro de un impresionante Ford mustang amarillo disparando a mis atacantes.

Joder, él sí que había hecho bien su trabajo consiguiendo ese pedazo de deportivo con el que creo que soñé alguna que otra vez. Era precioso, mister Ford mustang.

Así que salí corriendo hacia él mientras me protegía de los disparos y entré en el deportivo que apenas tuve tiempo de admirar.

—Corre, corre, corre, corre —repetí una y otra vez mientras él arrancaba y comenzaba a conducir a cualquier parte, intentando escapar del vehículo de los malditos agentes.

Whuo, el maldito coche te hacía sentir en la jodida gloria mientas aceleraba. Conducirlo tendría que ser la hostia. Joder, que suerte tenía el idiota de Gibbs.

—Oh Dios, Oh Dios mío, nos van a... nos van a matar...

Me sentía incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el túnel blanco que vería cuando una de esas balas perdidas me alcanzara.

—¡DEJA DE ALUCINAR, ALEXANDRA! —me riñó Dylan a gritos— ¡DISPARA, HAZ ALGO, IDIOTA!

Bajé la ventanilla y comencé a disparar hacia la luna del coche que nos seguía, aunque el pulso me temblara como loco y apenas podía sostener el arma.

Por suerte me equivoqué al apuntar y le dí a las ruedas delanteras, lo que les hizo chocar contra un camión de gasolina.

Lo próximo que recuerdo es una explosión, gritos de gente -¿o puede que fueran míos? Si, creo que era yo la que gritaba- , cuerpos ardiendo vistos desde la mirada empañada de mi iris verde, cubierto de lágrimas.

Apenas podía escuchar lo que Dylan me gritaba, simplemente cerré los ojos con fuerza mientras todo a mi alrededor explotaba, comenzada a arder y desaparecía tras una pantalla de humo y cenizas.

Con más de un millón de dólares en los bolsillos - FDA18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora