Cogimos el autobús de la línea siete, uno que iba directo a la capital. Una vez que llegáramos allí propuse que nos metiéramos en un taxi que nos condujera hasta el aeropuerto. Allí ya pensaríamos el destino, ya que había disputas sobre adónde iríamos primero.
Y yo no me sentía ni con ganas ni lo suficientemente descansada como para ponerme a discutir con el cabezota de Dylan Gibbs.
Y a él no le venía bien empezar a discutir con el mortal y cabezota Zombi Johnson.
Así que mejor hablaríamos más tarde, por el bien de su seguridad.
Mi viaje en autobús fue mi primero y último. ¿¡No podrían haber inventado unos asientos más incómodos para echarse una siesta!? Ni siquiera tenía claro qué postura era la adecuada para no romperme el cuello, o la espalda, y descartaba la posibilidad de apoyar la cabeza en el regazo de Dylan Gibbs, cómo él se había ofrecido.
Podéis imaginaros mi reacción a esa proposición. No me habló en un buen rato.
Llegamos en tres horas (las que a mí me parecieron ocho) a la capital. No tardamos mucho en encontrar un taxi que nos llevara hasta nuestro siguiente destino.
—Al aeropuerto, por favor —dije mientras Dylan se sentaba a mi lado con agilidad —. Y dese prisa.
—Muy bien —suspiró.
El primer tramo de camino fue bastante rápido, y el conductor se tomó tan enserio eso de “date prisa” que por un momento creí que saldríamos volando. Luego nos pilló un atasco en pleno centro de la cuidad que nos retrasó, algo que me cabreó más de lo que ya estaba.
Y encima nos había tocado un conductor cotilla.
—¿Y adónde vais de vacaciones? —preguntó.
—Aún no lo tenemos claro... —miré la tarjeta que colgaba del espejo retrovisor — Joshua.
Miré por la ventana... espera, ¿eso era una señal de stop? Y dime que eso no es...
—¡JODIDOS ESTUDIANTES! ¡UN DÍA DE ESTOS NO LO CONTÁIS, SALVAJES! —el conductor pitó cómo loco, acababa de casi-atropellar a un grupo de chicos en un paso de peatones. (¡Un puto paso!) —. Joder, perdonad —se disculpó, ya más calmado —, estos estudiantes... con la vuelta a clase están como locos.
Ya, solo los estudiantes...
Soltámos una risa nerviosa.
—Aunque seguramente Amsterdam sea nuestro destino —añadió Dylan Gibbs un poco tarde, dedicándome una traviesa sonrisa.
—No me toques los huevos, Gibbs —le susurré amenazante.
El taxista -Joshua- rió y se pasó por ahí mismo un Stop.
¿Dónde le habían dado el carnet a ese gilipollas?
—Bueno, bueno, qué tenemos aquí —rió— Una pareja joven peleándose por un viaje. ¿No estarán pensando en casarse?
Solté una sarcástica carcajada.
—Antes me tiro de un puente —murmuré.
—¿Es que no son pareja? —preguntó haciendo que las cejas se convirtieran en una —. Vaya, pues déjeme decirles que harían una pareja bastante divertida.
—Sí, de delincuentes —solté.
Dylan me dio un codazo en el brazo, al que yo contesté con una mirada de odio extremo. Si las miradas matasen, él ya sería ceniza.
—¿Entonces la señorita ya está cogida? —pregunto Joshua alias El taxista cotilla.
—No, señor —respondí molesta.
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Con más de un millón de dólares en los bolsillos - FDA18
AkcjaYo, Alexandra Johnson, antes era una chica normal que vivía una vida relativamente normal en un barrio tranquilo situado literalmente en el culo del mundo. Pero, ¿quién iba a decirme a mí que Dylan Gibbs, el chico más deliciosamente loco del mundo y...