Un trago de cerveza. Otro. Tres más seguidos de media botella de ron y seis chupitos de tequila.
Otra cerveza. Un vasito de agua y unas aceitunas: No es bueno beber con el estómago vacío aunque, ahora que lo pienso, hubiera debido ingerirlas antes de empezar con el alcohol.
Ese día me hice una inteligente nota mental: «No volveré a hacer caso a Dylan Gibbs.»
Y me la repetí unas cien veces, para asegurarme de no olvidarla: «No volveré a hacer caso a Dylan Gibbs. No volveré a hacer caso a Dylan Gibbs. No volveré a hacer caso a Dylan Gibbs.»
-Todas las ganancias irán para usted, jefe - aseguró Dylan al dueño del local. En un movimiento rápido desvió la mirada hacia mí y me guiñó un ojo, seductor como siempre, mientras yo intentaba degollarlo mentalmente - . Le aseguro que mi chica no lo decepcionará.
El jefe se giró hacia mí, la chica americana borracha enfrente del mini bar de su despacho de paredes granate después de haberlo vaciado casi entero, vestida con unos simples pantalones de cuero cortos, una diminuta chupa azul vaquero como top y una deslumbrante sonrisa de boca cerrada. Inmediatamente hizo una mueca insegura.
Intenté sonreír más abiertamente, aunque no funcionó.
- ¿Podrá bailar así de borracha? - preguntó.
Dylan se acercó a mí en tres zancadas y me estrujó los hombros con energía.
-Tranquilo - le restó importancia - . Tess solo bebe, o como mucho se pone "contentilla".
- Está bien... - respondió el italiano, inseguro -. En ese caso, tu piccola será la siguiente.
Y dicho esto salió a paso ligero, dejando el fantasma de un duro portazo tras él y a nosotros, una pareja de adolescentes demasiado idiotas e incoherentes como para pensar algo normal por una vez.
-¡YO NO SOY SU... - Hipé, el alcohol ya me empezaba a hacer efecto - . ¡YO NO SOY SUYA! - Protesté.
Dylan desvió la mirada hacia mí mientras se acercaba lentamente a la mesa en la que estaba sentada semi desnuda, descalza y a punto de salir a bailar como una stripper barata en una barra americana para un puñado de excitados italianos.
Quería vomitar tan sólo de pensarlo. Ni siquiera podía recordar Cómo había terminado en esta situación... ¡Ah sí! Como siempre, Dylan Gibbs tenía la culpa.
Sus manos se colocaron sobre la mesa dejándome atrapada entre ellas y su cuerpo consiguió colarse entre mis piernas mientras sus labios intentaron encontrar los míos, aunque los míos no quisieron encontrar los suyos.
Dejé caer mi frente sobre la suya, nerviosa. No faltaba mucho para que terminara la canción y la siguiente sería para mí, Tess, también conocida como Alexandra Johnson "La Desafortunada".
-No puedo creer que vaya a hacer esto... - murmuré y al momento busqué sus ojos azul celeste, obteniendo resultado -. No, lo que no puedo creer es que aún no te haya dado un buen rodillazo en las pelotas.
-Soy un chico con suerte - Opinó y se inclinó hacia mí. Sus ojos examinaron mi cuerpo semi desnudo y sus manos dudaron en si recorrerlo sería una buena idea o no -.Mucha, mucha, mucha suerte.
-Tampoco tanta -Solté. Seguido volví a hipar y él intentó besarme, pero yo no lo dejé -. No cantes victoria tan pronto, Gibbs. Mis rodillas aún no están ebrias.
Rió. Otro intento de beso, otro intento denegado por mi parte. No iba a dejar que me besara de nuevo, no mientras me afectara de tal manera su contacto. Así lo decidí en Berlín, así lo haría.
ESTÁS LEYENDO
Con más de un millón de dólares en los bolsillos - FDA18
AcciónYo, Alexandra Johnson, antes era una chica normal que vivía una vida relativamente normal en un barrio tranquilo situado literalmente en el culo del mundo. Pero, ¿quién iba a decirme a mí que Dylan Gibbs, el chico más deliciosamente loco del mundo y...