Su puño impactó de lleno en mi estómago por tercera vez consecutiva.
-Eres una maldita zorra, una maldita... -mascullaba una y otra vez.
Yo volví a caer al suelo, golpeándome de nuevo contra el frío parqué. Mi cabeza no daba crédito, mis recuerdos me torturaban una y otra vez con la misma historia de siempre y mis ojos, cansados de tanto drama, se cerraron.
-Para, por favor... -rogaba de vez en cuando. Tenía las mejillas empapadas de tanto llorar y las uñas rotas de arañar la pared, buscando una salida.
«Solo eres una estúpida perra, mi princesa. Pero yo sé exactamente como tratar con niñas como tu».
Su pierna impactó de lleno en mi pecho, causandome un intenso dolor que llegó hasta mi boca y me hundió los pulmones.
Quise gritar, pero estaba segura de que, si lo hacía, vomitaría un pulmón.
-Eres... despreciable. Una basura, eres... -apretó los puños, sintiéndose impotente. Iba a escupirme a la cara, estaba segura de ello, pero de repente me agarró del pelo con fuerza y tiró de él hasta ponerme a su altura, contra la pared. Yo estaba temblando. Apreté los dientes mientras siguió tirando de mi pelo hacia abajo, obligándome a mirarlo directa a sus ojos oscuros-. Maldita puta -gruñó.
Me colocó las manos sobre la cabeza y las sujetó con fuerza. Me revolví entre sus brazos en un vano intento de liberar mi piel de su tacto, pero su boca impactó sobre la mía y me besó con impaciencia. Creo que yo también lo besé.
Con su mano libre desgarró el escote de mi vestido justo antes de que su boca descendiera desde mis labios hasta mis pechos. Me tenía tan bien sujeta contra la pared que apenas podía respirar, siquiera mover un músculo. No pude impedir que su mano se colará bajo la falda de mi vestido y me tocara de la manera en la que lo hizo, pero eso me facilitó darle un buen cabezazo.
-Hijo de puta... -protesté. Levantó la cabeza para encararme e intenté escupirle en el ojo, pero no atiné donde quería y conseguí que se enfadada aún más.
El guantazo que me dió lo sintieron hasta los dedos de mis pies. Grité y él colocó su antebrazo contra mi garganta, presionándola con fuerza.
Su aliento calló sobre mi oído. Yo empecé a dejar de respirar.
-No intentes pasarte de lista conmigo, preciosa -musitó. Moví mis brazos de un lado para otro, intentando arañar su cara. Me conformaba con meter mi dedo en su ojo, hundirlo hasta dejarlo sin visión... -. Voy a matarlo, voy a matar a ese...
-N-No te atrevas a tocarlo... -mi voz sonó algo ronca-. Te mataré.
Mientras mi respiración se ahogaba, mi corazón comenzaba a palpitar con más ansias.
-¿Por qué? ¡¿Por qué lo amas!? -me gritó y volvió a besarme-. Eres una maldita zorra... Por suerte para ti, sé exactamente como tratar a las niñas como tú.
La voz de Jack, sus mismas palabras.
Era él. Todo se repetiría de nuevo si no lo evitaba, necesitaba hacer algo. No podría soportarlo. No podría, no podría, no podría.
«-Estoy bien mamá. Yo siempre supe cuidarme sola».
De alguna manera, con tanto revolverme conseguí zafarme de él. Intenté correr, escapar de aquella habitación, de aquella ciudad, de aquel país y de aquel planeta.
Traté de girar el pomo de la puerta, solo me faltó un segundo. Maldita sea, ¡solo un maldito segundo más y habría podido huir y correr, de nuevo en busca de la felicidad! Pero sus manos agarraron mi pelo y me empujó con fuerza contra la cama, haciendome caer sobre el colchón mientras el golpe que me había dado contra la cómoda palpitaba dentro de mí cabeza.
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Con más de un millón de dólares en los bolsillos - FDA18
AcciónYo, Alexandra Johnson, antes era una chica normal que vivía una vida relativamente normal en un barrio tranquilo situado literalmente en el culo del mundo. Pero, ¿quién iba a decirme a mí que Dylan Gibbs, el chico más deliciosamente loco del mundo y...