Capítulo 4- Atardecer

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El Ángel del Rey

Era el colmo. Habían pasado tres semanas sin que supiera nada del ángel. Ni un solo rastro, ni un solo nada. El rey estaba más malhumorado que de costumbre, le irritaba hasta la más mínima cosa que pasara delante de sus ojos. Su cara de pocos amigos ahuyentaba a cualquier persona a su alrededor.

Estaba molesto. ¡Demasiado molesto! Tanto que se subió a todos los edificios altos que veía para gritar con furia.

"¡Ángel, te ordeno que te manifiestes ante a mí en este instante!"

La gente seguía mirándolo como si fuera un loco. Más de una vez le pidieron que se retirara, de forma no tan amable, irritándolo aún más.

A donde fuera que iba, arrastraba un aura oscura consigo. La desesperación que sentía era inmensa, no sabía hacia donde enfocar esos descontrolados sentimientos. Tan sólo deseaba que ese ser apareciera, lo más rápido posible, ya mismo...

—Oye, chico, no pongas esa cara, espantas a mis clientes. —Un plebeyo de edad madura con cabellos teñidos apareció frente a él. Parecía ser el dueño de la tienda que estaba detrás.

Se levantó indignado, desplegando su capa y alzando el mentón.

—Tranquilo, no te pongas a la defensiva. Anímate un poco. —El hombre le extendió la mano y le entregó una paleta helada sabor naranja. El rey lo inspeccionó con la mirada, como si de un producto mediocre se tratase, pero el color de esa paleta le recordó a los hermosos cabellos del ángel. Enseguida su expresión se ablandó y decidió aceptarla.

Tal vez era una señal, una corazonada. De alguna forma el sabor lo tranquilizaba. Caminando por el atardecer, también anaranjado, se sentía aliviado. Aún no lo había encontrado, pero de cierta forma parecía que ese día le había ido mejor que otros.

"Seguramente fue la tranquilidad de los colores..."

Iba disfrutando el paisaje, el helado y soledad de las calles. Caminaba colina abajo.

"Por lo que su corazón estaba distraído..."

—¡Cuidado! —Un grito a sus espaldas lo tomó por sorpresa. Frunció el ceño volteando a ver quién se atrevía a interrumpir su momento, pero fue demasiado tarde.

"Un impacto"

Su helado había salido volando. Escuchó unos quejidos demasiado cerca mezclándose con los propios. Sentía un peso encima y un fuerte dolor en su pecho.

"El ruido de una bicicleta cayendo"

—¡Lo siento! ¡¿Estás bien?!

Esa voz escandalosa volvió a retumbar en sus oídos. Abrió los ojos disgustado.

"Brillantes ojos dorados"

Pero su expresión cambió al instante.

—Emm... disculpa, venía muy rápido y no pude frenar a tiempo, ¡Lo lamento!  —Escuchar su voz ahora ya no era para nada desagradable. Incluso el dolor en su pecho se había transformado en calidez, suave.

"Cabellos anaranjados, justo como la paleta..."

Seguía encima de él, desconcertado al no recibir respuesta.

"Justo como el atardecer..."

—¿O-oye...? —Trató de levantarse, pero el rey lo sujetó fuerte de la cintura, demandante, posesivo.

—¡T-Tú...! —habló finalmente, con voz autoritaria, demasiada emoción contenida—. ¡¿En dónde diablos te metiste todo este tiempo, estúpido ángel?! —Los modales hacen al hombre.

El rey había encontrado a su ángel.

El Ángel del Rey [KageHina] Haikyuu!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora