Cap. 5: Las Lágrimas de Uther Pendragon, parte 5.

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Arturo envió a Merlín para ayudar a Gaius a prepararse; vio a la gente arrastrarse por debajo, los caballeros corrían de un lugar a otro, los plebeyos llegaban en oleadas a la ciudadela.
Algunos de ellos no pudieron pasar al noche.
Algunos-

Un suave golpe en la puerta lo distrajo de sus pensamientos.

Se giró para ver a Gwen entrando vacilante en su habitación. — Lo siento, no quise... —Comenzó ella.

—No. Entra, por favor. —Arturo dijo, contento por la compañía.

—¿Cómo está tu padre? —Arturo resopló. —Bien, lo siento. —Dijo Gwen, sabiendo que ambos estaban pensando en el "Incidente de Emrys" —¿Cómo está el Rey?

Él suspiró en respuesta. —...Ya quisiera verlo aquí.

Gwen se acercó a Arturo y le dijo: —Debes tener más fe en ti mismo.

—¿Qué está diciendo el pueblo? —Preguntó, cambiando de tema.

—Se alegran de que te hayas hecho cargo. —Sonrió.

—Los comprometí a un estado de sitio. —Dijo monótonamente, con la cabeza inclinada mientras la miraba. Podía ver los músculos trabajando en su cuello, en su mandíbula. —Habrá bajas, Gwen.

—Confió en ti, Arturo. —Dijo Gwen con apoyo, poniendo su mano en su brazo. —Más que en Uther. Más que en cualquier hombre. —Arturo le prestó toda su atención. —La duda no es buena consejera; olvídate de todo. Debes hacer lo que crees que es correcto.

Arturo sonrió levemente; tan ligeramente que solo alguien tan cerca como Gwen podía verlo por lo que era. Puso su mano sobre la de ella, frotando círculos con su pulgar y mirándola a los ojos.

Gwen tomó una pequeña y silenciosa respiración mientras lentamente sacaba su mano de debajo de la de Arturo. —Debería irme, señor. —Dijo ella, dándose la vuelta para alejarse.

Arturo tomó su mano, lo suficientemente fuerte como para contenerla y no lastimarla. —No hay necesidad de llamarme así. —Dijo en voz baja.

Miró por encima del hombro, mirando sus manos entrelazadas, y de vuelta a la mirada inquebrantable de Arturo. —Hay todas las necesidades, señor. —Dijo mirando hacia otro lado.

Guinevere. —Rogó Arturo en voz baja. Ella lo miró a los ojos.

—Yo... —Dijo ella, ya no luchaba más. Gwen se movió primero, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Arturo.

Él envolvió sus brazos alrededor de su cintura, acercándola. El beso pareció durar siglos, pero no duró lo suficiente.

Un fuerte golpe sobresaltó a la pareja; se separaron, Arturo chocó contra su cubierta con un siseo mientras los papeles se dispersaban.

Gwen tímidamente se despidió.

Sus ojos se encontraron juntos hasta que ella se perdió de vista.

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Las horas pasaron en un borrón.

Arturo se queda quieto mientras Merlín lo ayuda con su armadura. Sus dedos tropiezan sobre la correa de vambrace. —Lo siento. —Susurra.

—Casi nunca te pones nervioso, Merlín. —Arturo sonríe, jugando con su guante.

—No estoy nervioso. —Niega Merlín, sacudiendo la cabeza.

—¿No?

—Porque confío en tu destino. —Dice sinceramente, girándose para agarrar la espada de Arturo.

Destino Retorcido, Destino Inmutable (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora