Capítulo 2: ¿Qué será de ti?

444 42 24
                                    

"Y quisiera tirar del cable anclado en la pared, y quisiera soltar de esa correa está marcando tu piel y quisiera poder gritar que ya soy libre. Pero duele soltar y el dolor me persigue"

(Ella baila sola)


Viernes 23 de Junio de 2017

—¡Wow! ¡Qué hermosas flores! —chilló Malú, entrando a la oficina que compartía con Melina, viendo que sobre el escritorio de su compañera había un ramo de rosas preciosas—. ¿Quién te las regaló? Cinthya debe estar feliz.

—¿Quién es Cinthya? —inquirió Melina, mientras tecleaba unas cosas en la laptop—. Y me las envió Andrés.

—La de la florería de la esquina, las rosas son de su local, parece que es muy conocida en la city. Y... ¡bonito detalle de ese galanazo!

—Sí —musitó Mey, ladeando su boca, algo confundida por el detalle que había tenido Andrés. Si bien había sido clara con él desde el principio, que no los uniría más que algo casual, él siempre tenía algún detalle romántico que la dejaba sin palabras—, solo que las rosas no son mis flores favoritas.

—¡Qué cosa seria contigo! ¿Nunca te conformas con nada? Ya quisiera yo que me enviaran tan romántico detalle.

Melina se quedó mirando a Malú, pensativa, porque sus palabras quedaban haciendo eco en su mente. "No te conforma nada, Melina. No soy lo que buscas en un hombre" le había gritado una vez Giovanni, en una de sus tantas peleas y volver a escuchar que alguien le decía lo mismo, era, inevitablemente, creer que quizás Giovanni no era el culpable de todos sus males. «¿Por qué nunca hiciste una autocrítica de tus actitudes?» se preguntó, porque tal vez, ella también había tenido cierta culpa en el fracaso de ese amor. Negó rápidamente, él nunca la había valorado y ella se había entregado sin medidas.

—¿Crees que no me conformo con nada?

—Bueno, ciertamente eres algo exigente en algunos aspectos de tu vida.

—¿Sabes qué? —Malú negó, mientras chupaba una paleta—. Voy a irme.

—¿A dónde?

—Ayer, en mi break¸ saqué turno para la psicóloga. Y me lo dio para las diez —Melina miró que el reloj de la computadora marcaba las nueve—. Solo que esta mañana me levanté dispuesta a no ir.

—¿Y ahora irás?

—Sí —admitió Melina, poniéndose de pie, mientras recogía todas sus cosas—. Me has iluminado la mañana, Malú —Le agradeció, dándole un sonoro beso en la frente—. Pon las rosas en agua, por favor.

—¡Éxitos con la salud mental!

Melina salió del edificio de Athilio con un frío que le recorría todo el cuerpo, cuando en realidad, hacía un calor de mala muerte. Suspiró, serenándose, porque de un arrebato había cedido dar su último paso para consultar con un profesional.

Sabía que no estaba loca, que ir a un psicólogo, no era de locos. Es más bien de personas que no pueden sobrellevar sus problemas y acuden a profesionales, que totalmente capacitados, ayudan a solucionar los males mediante el camino de la mente, que es tan extraño como admirable.

Los últimos dos psicólogos a los que había acudido, la hicieron sentir mal en primer momento y supuso que solo les interesaba el dinero. Por lo que con el primero solo acudió a tres sesiones; con el segundo, una sola. Ninguno de los dos, hombres, le habían puesto nombre a lo que a ella le sucedía y mucho menos la hacían sentir mucho mejor o liberada. Definitivamente no eran los adecuados.

Miradas eternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora