Capítulo 17: Es como una cuarentena

338 37 19
                                    

"—¿Puedes imaginar un mundo en el que terminamos juntos?

"—¿Puedes imaginar un mundo en el que terminamos juntos?"

—"No lo sé"

(La gran enfermedad del amor)



—No entiendo por qué demonios llamaste a Giovanni, Norma.

—Porque yo no sé manejar y tú, en tu estado, no puedes conducir.

—Tengo varicela, no estoy inválida, puedo irme al infierno y volver conduciendo sin que me pase nada —contestó, poniendo los ojos en blanco, mientras se cruzaba de brazos—. A veces pienso que te gusta hacerlo a propósito.

—¿A qué?

—A que él esté cerca o merodee todo el tiempo espacio.

—Giovanni tiene el derecho de saberlo y no fui yo quien lo trajo a tu vida. Fuiste tú solita.

—Él no tiene derecho a nada en mi vida. Es... ¡un imbécil!

—Sí, cariñito. Porque los dos, les guste o no, son padres de una criatura que tiene varicela y necesita tanto de ti como de él. No puedes negarle el derecho de estar con Sisy en este momento. Además, en unos días, no podrás ni moverte de la cama. Ya te lo dijo el médico que la varicela en adultos es grave.

Melina no respondió sobre eso, porque su parte racional, sabía que Norma tenía razón. Por mucho que no le gustara, Giovanni era el tutor de Alfonsina y debía saber todo sobre la niña. Además, ella también estaba enferma y aunque se mostrara fuerte, el médico había sido claro en que no debía tomarse la enfermedad a la ligera. La varicela en adultos llega a ser hasta mortal.

—Estoy maldecida —escupió, en la sala de espera del hospital, refrenando las ganas de llorar que sentía. Últimamente todo en su vida se estaba volviendo cuesta arriba—. Solo eso puede explicar el mes de mierda que estoy teniendo.

—Tienes las defensas bajas, cariñito, es por eso que te agarró la varicela. Además, estás muy estresada y con el corazón apretujado. Has pasado por mucho dolor en poco tiempo y el cuerpo pasa factura de todo, amorcito.

—Lo que tengo es mala suerte.

—¿Qué dices si vamos a una bruja? —inquirió Norma, pensativa. Melina la miró de costado fulminándola con la mirada—. El tarot es muy bueno. O tal vez deberías bañarte en agua bendita.

—Lo que yo necesito es que el tiempo vuelva atrás y deshacerme de tantas personas que joden mi presente.

—Oye, no culpes al presidentito de tu varicela y mala suerte.

—Pues déjame decirte que desde que él apareció mi vida es una terrible mierda.

—Eres una desagradecida, cariñito.

—Estoy cansada realmente...

Melina se interrumpió al divisar esa figura y puso los ojos en blanco cuando vio a Giovanni entrar al hospital, lo que menos deseaba era ver a ese imbécil egoísta y que él la viera en ese estado. Lo peor de todo es que se veía más guapo que el mismísimo Adam Levine, su estilo formal lo volvía irresistible y... ¿cómo demonios las mujeres no se iban a enceguecer con tanta belleza? ¿Cómo ella no iba a enamorarse de él? Sin embargo, lo que lo tenía de guapo, lo tenía de imbécil. Volteó la vista hacia otro lado, lo último que le faltaba era que ese idiota se pusiera en modo presumido; no tenía humor de pelear con él o decirle cuán estúpido era.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 27 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Miradas eternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora