Capítulo 7: Muerte

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"El destino rara vez nos concede aquello que deseamos sin obligarnos a sacrificar algo muy querido. El destino nos une a determinadas personas y pensamos que siempre formarán parte de nuestra vida. Sin darnos cuenta de que en cualquier momento el destino puede volver a separarnos"

(Las chicas del cable)


Lunes 10 de Julio del 2017

—Oh, maldita sea, al fin —susurró Melina, entrando a la sala común del hospital. Con sumo cuidado abrazó a Cat, porque la veía frágil, tanto, que temía quebrarla o lastimarla aún más. Al tenerla en sus brazos, recuperó la tranquilidad que había perdido de saberla en peligro. No quería despegarse nunca más de ella, deseaba protegerla, porque sentía culpa, culpa de no haber estado para evitar todo lo sucedido—. No sabes cuánto me hiciste preocupar.

—Bueno, al menos, eso te hizo volver a Madrid, guapita.

—No es gracioso —Le reprochó Melina, secándose una lágrima—. Pudiste haber muerto.

—Que va, guapa, nada de eso. El mundo sin mí y sin Eneas no es mundo. Somos la mejor creación humana que existe.

—¿Cómo es que puedes estar tan vital y decir estupideces cuando casi mueres?

—Porque esta vez, querida amiga, no volveré a ser la misma idiota que años atrás. Sí, me debo ver como la terrible mierda y me duele hasta respirar, pero a diferencia de años atrás, está vez, no volveré con él —Melina largó un sollozo y se abrazó nuevamente a su amiga, porque verla siendo Cat, le devolvía el alma al cuerpo—. Pude salir de esa mierda y no volveré a caer jamás. Estoy bien, eso es lo importante. Sé que Giovanni moverá sus contactos para mantenerlo encerrado.

—Me muero si te pierdo, Cat —confesó Melina, mordiéndose el labio—. Eres la hermana que nunca tuve.

—Y tú la mía, guapa.

—No vuelvas a darme un susto de estos.

—Lo prometo, cariño —Cat sonrió, con dolor, porque cada golpe que recibió en su rostro dolía como la mismísima mierda. Se incorporó con ayuda de Melina en la cama, pero lo cierto es que la costilla rota le dificultaba cualquier tipo de movimiento—. Estás preciosa, mujer. ¿Hacía más de un año que no te veía?

—Pues... algo así.

—¿Y qué tal la recibida de Madrid?

—¿En serio me lo preguntas, Cat?

—No, era broma, sé que te ha recibido como la mierda —admitió, riendo—. Me hace feliz verte, aunque sea en estas circunstancias tan... extrañas.

—A mí también.

—Oye, ¿me han traído rosas? Siempre envidié cuando luego del atentado tu cuarto parecía una florería.

—Supongo que algunas —meditó Mey, viendo las flores sobre una mesita—. ¿Sabes que Barbie estuvo aquí?

—¿La viste?

—No, Giovanni me dijo.

—Oh, no, la verdad que no lo sabía. Aunque... Bar sigue siendo Bar, solo que las circunstancias de la vida nos apartó de ella.

—A veces la extraño.

—Sí, yo igual. Pero... no lo sé, creo que nuestros caminos se han separado y... sería difícil volver a unirlos. ¿Cómo puedes volver a ser amiga de alguien con la que ya no compartes nada? Es decir, hemos cambiado, ya no somos las mismas, no sé si me entiendes —Melina asintió, porque pensaba lo mismo, le habían pasado muchas cosas personales a cada una para volver a ser amigas, a compartir algo, era difícil relacionarse cuando ya nada era lo mismo, ni ellas mismas eran iguales—. De todos modos, valoro muchísimo que haya venido a verme.

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