Capítulo 4

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Capítulo 4

     Erika se levantó, excusándose por un momento. Ella debía preparar a los niños que asistirían al campamento por autorización de sus padres, además de buscar su equipaje. Quería obviar por un momento que tenía el deber de ayudar a aquel individuo que para nada le caía bien. Además de enseñarle cuáles iban a hacer sus actividades en ese campamento.



      Uno a uno se fue formando en una fila, mientras los guías decían sus nombres para ver si todos estaban presentes.



—Erika, ya estamos listos.— le dijo Ben al acercarse a ella—. ¿Te ayudo con tu equipaje?

— No te preocupes Ben, yo puedo con mi equipaje.— sonrió—. De todas maneras gracias.



    Él se alejó al instante en que lo llamaban para que atendieran otros asuntos. Aquello lo aprovecharía Garret al verla desde lejos, él también se preparaba para salir y ella era la encargada de guiarlo.



—Veo que sabes sonreír—le dijo al acercarse—. Aquí estoy como le informaron, poniéndome en sus manos. —agregó con picardía.

— Mire señor Garry o Garret, como se llame, quiero dejarle algo en claro, usted y yo no somos amigos para que me hable en ese tono. Es verdad, lo pusieron en mis manos, pero eso no implica que haya tanta confianza entre nosotros... Nuestro trabajo está en función de ofrecerle a esos niños que usted ve allí, una sonrisa en su cara y hacerles sentir que tienen el mismo privilegio que un niño sano, a pesar de su enfermedad— le dijo seriamente—. Yo con mucho gusto le iré informado cuáles serán las actividades que usted realizara, y cuál, serán vistas en el programa especial que se realizara a favor del apoyo que necesitamos. Pero hasta allí...con su permiso. — y tomó su equipaje.



      La observó alejarse y unirse al resto del grupo que se encontraba allí, por subir al autobús, al mismo tiempo que él decidía caminar detrás de ella, aún asombrado por su actitud. Nunca antes nadie le había hablado de esa manera. Ella no le interesaba si él era famoso. Ni se había inmutado por ello.


      Siguió observándolo en silencio. Estudiado, intentando adivinar quién era su compañera de campamento y si tenía algún punto débil. De pronto uno de los niños se acercó a ella.



— ¡Te he estado buscando! — dijo emocionado.

— Andrew... ¿Y se puede saber para que me buscabas? — le preguntó con una dulce sonrisa.

— Porque quería preguntarte si podía sentarme contigo... ¿Puedo?—expresó en tono de súplica.

—Hmmm...Déjame pensarlo...

— ¡Erika! —hizo una especie de puchero—... Por favor, ¿sí?


— ¡Está bien Andrew! — sonrió con más dulzura y algo de picardía_ Serás mi compañero de viaje...

— Gracias...— dijo al abrazarla.


     Al parecer con el único que era distante y seria era con él, comprendió Garret al conocer a esa Erika que él desconocía. Y todo gracias a lo sucedido en ese viaje a Manchester. Se sonrió con picardía al saber lo que le esperaba, centrándose en el objetivo de ese viaje. No era él, sino los niños los que realmente importaban. Y él había ido a ayudar. Por eso había aceptado participar en aquel evento y haría todo de su parte para ser útil en a esa fundación. En: "Una sonrisa que regalar".


     En el autobús Erika se mantuvo muy distante de él. Aún sus recuerdos le hacían recordar como Garret se había burlado de ella en ese avión a Manchester. Y no podía soportar la casualidad de ser ahora la que lo guiara y estuviera pendiente de él, en aquel campamento.



     Él solo se limitaba a observarla. Siendo honesto consigo mismo, en ocasiones admitía que si Erika no fuese tan odiosa y amargada, fuese aún más bonita de lo que era. No podía negar que tenía hermosos ojos y delicada figura. No obstante, su genio no la ayudaba.


     En comparación a otras. Él prefería que lo adularan, en vez que lo exterminaran con la miraba. Y finalmente había terminado conociendo a la horma de su zapato. Respiró hondo. Después de todo, seguro que sacaría algo positivo de todo eso.


— ¿Podrías leerme un poco de tu cuento?— le preguntó Andrew al verla algo ausente.

—¿Ah?— expresó al reaccionar—. ¿Me decías algo Andrew?

— Sí...si puedes leerme un poco de tu cuento.

— Veo que te ha gustado...—sonrió—. Está bien...Entonces empecemos con la lectura. — dijo al sacar su libro de su bolso.



    Andrew colocó su cabeza en el hombro de Erika. Le encantaba estar con ella, pues se sentía seguro a su lado. Ella era como una hermana... tal vez porque le hacía recordar la que había perdido.



    Garret fue contemplando esa escena al estar detrás de ella. Y aún se le hacía imposible creer que era la misma persona que había sido su compañera de viaje a Manchester. Junto a ese niño veía a alguien dulce, que le encantaba colaborar, además de tomar en serio su trabajo, como si fuese una madre adoptiva para cada uno de esos niños. Sonrió con algo de duda y a la vez fascinación al escuchar la narración de aquel cuento que ella le leía a Andrew con ternura. Algo intrigado al escuchar que era un libro valioso para ella.


    ¿Quién se lo había obsequiado? ¿Por qué era tan valioso aquel libro? Se preguntaba mientras se hacía el desinteresado. Intuyendo que bajo la capa educada de Erika, aunque algo orgullosa, se ocultaba un enigma.



    Afuera el sol brillaba con todo su esplendor. El viaje a Southampton era algo largo, por lo que algunos descansaban, otros trataban de animar el viaje y otros se limitaban a mantener algo de distancia.



      ¿Cuánto más soportarían y mantendrían todo por diplomacia?



      Aun así, en el campamento Erika se propuso poner de su parte y ayudarlo en las actividades que le habían asignado hacer con él, en especial en esa en donde el hablaría en un programa especial sobre la fundación y el apoyo que necesitaban. Pero su distancia era algo evidente para muchos, ella no solía ser tan áspera y odiosa con nadie. Pero con él lo era.



    Había intentado disimular que no lo soportaba, pero para ella él era un niño famoso que solo se escudaba de su fama, ocultando así, lo odioso y mal educado que era. Y cada día que pasaba le molestaba que muchos voluntarios estuvieran pendientes de él, más bien que por los niños.



      Él también se dispuso hacer lo mismo. Aunque en ocasiones no entendía, por qué le encantaba hacerla enojar cuando ella lo ignoraba.


Soñándote (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora