Capítulo 5

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Los gemidos de mi vecina

Pierce trató de concentrarse en la escena, porque debía tener inteligencia emocional, su vida personal no debía interferir en su carrera, no debía distraerlo. Colocó todo su empeño por sacarse a su adorable tormento de la cabeza, por lo menos en su horario de clases.

Procuró sacar adelante la escena y dar lo mejor de sí como había sido siempre, después de su esfuerzo solo pasaron unos minutos para terminar el ensayo de aquel día.

  - ¡Corte y queda! -Dijo el profesor, simulando el papel de director de escenografía.

Pierce exhaló; ya era hora sinceramente, por fin habían podido terminar ese día de práctica, todo el elenco de la obra de la U tuvo que tardar tiempo de más a causa de sus constantes equivocaciones.

Tomó su morral, metió los libretos y se disponía a salir cuando una compañera de clases lo detuvo.

  - Hola, Pierce. -Dijo la atractiva chica.

Pierce le sonrió cordialmente. Keely era una mujer hermosa, morena de cabellos negros, ojos café y un cuerpo muy bien trabajado, pero solo tenía un problema: A Pierce no le gustaba ella y desde hace algunos meses ni ella ni ninguna otra, su gusto se limitaba a Meryl, y era una atracción que aunque no la definiera muy bien, transcendía lo físico.

  - Hola, Keely. ¿Todo bien? - preguntó sonriendo.

  - Todo muy bien. ¿Y contigo?-Dijo ella bajando su blusa rosada para que su escote fuese más evidente.

  - Muy bien, gracias. -Replicó alternando su mirada entre ella y la pared.

  - Has llegado tarde hoy, casi nunca te pasa. Todos estábamos preocupados por ti, querido. -colocó una mano en el hombro de Pierce y frotó suavemente.

  - Tuve un pequeño inconveniente. Pero no creo que se repita. Y... ya, ya me tengo que ir. -Sonrió y con sutileza se zafó de la caricia de su compañera de clases.

Keely una vez más fracasó en el intento, él ni siquiera le dio espacio para que ella le propusiera lo que traía en mente. Quería salir a alguna parte con él, pero por enésima vez no lo logró.

. . .

Se quitó el delantal, ya había terminado de hacer el almuerzo. Pasó su mano derecha por la frente en señal de cansancio y sujetó su cabello rubio en una coleta alta, el calor estaba siendo insoportable, un verano muy fuerte.

Después de almorzar decidió leer un poco, había un periódico en la mesa de centro, lo tomó y empezó a leer, algo decía sobre un atraco en algún barrio lejano, una lotería que dejó millonario a alguien, una niña que consiguió un record a nivel mundial...¡bah! Ella no podía concentrarse, no retenía el más mínimo porcentaje de lo que leía porque su mente no estaba en esas letras, su mente estaba divagando entre unos ojos azules y unos anchos pectorales. Pierce la estaba enloqueciendo.

Para dejar salir todos esos pensamientos dejó el periódico en la mesa y se fue hacia su "santuario". Entre esa cantidad de pinceles y pinturas encontraba siempre la calma, aquellas paredes blancas parecían tener la fórmula del mejor aliciente, pues siempre que se encontraba entre ellas hallaba descanso.

Se sentó frente al atril que sostenía la pintura que había comenzado en la mañana, solo había hecho un fondo en tonos grises, no conseguía pintar nada, la inspiración pareció desvanecerse a sus pies.

Con sus dientes mordió la punta de un fino pincel y luego frunció los labios...¿él era lo único que se le ocurría? ¿eran aquellos ojos la única fuente de inspiración en aquel día?
Ya Pierce le había coqueteado antes, pero en esa ocasión no era lo mismo, esta vez hubo cercanía, lujuria palpable, roce, ganas apunto de saciarse...besos.

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