Capítulo 9

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Los gemidos de mi vecina

Pierce quedó hecho una estatua, estaba resuelto a no moverse, Meryl aun respiraba agitada y tenía los ojos abiertos como platos. ¡Maldita sea, su mejor amiga estaba a solo unos pasos! Y ella ahí, liándose al hijo. Estaban aterrados, con la sensación de ya haber sido descubiertos.

  - Pierce, mi vida. ¿Estás aquí? -Insistió la pastosa voz de Mary May.

Meryl salió del trance, haló fuerte del brazo a Pierce y le hizo un gesto para que respondiera.

  - Ma, mamá...eh, sí. Yo, yo estoy aquí. -Respondió tartamudeando.

Meryl se bajó de la cama envuelta en una sábana y sin pensarlo se metió debajo de la cama.

  - ¿Y por qué no contestabas? -Preguntó frunciendo el ceño.

  - Es que...es que no te escuché. Tengo un dolor de cabeza que no te imaginas. -Respondió bajando de la cama y tomando una bata que tenía cerca.

  - Abre la puerta, Pierce. Quiero darte un abrazo. -Dijo su mamá feliz. Pocas veces podía ver a Pierce.

  - Voy, mamita.

Antes de abrir la puerta se pasó las manos por el cabello y secó el sudor de su frente. ¡Qué pánico!

  - Qué raro estás. -Dijo Mary May al verle.

  - Cosas suyas, señora Mary. -Atinó a decir con nerviosismo.

  - No importa eso. Ven, por Dios, dale un abrazo a tu madre. Tenía tantas ganas de verte.

Se acercó a su hijo y le abrazó con fuerza. Pierce tenía los nervios de punta y su sudor era frío.

Meryl seguía debajo de su cama, tenía que sacar a su mamá de la habitación de inmediato.

  - ¿Vamos a tomar café a la cocina mamá? -Le invitó haciendo un moviendo arritmico en sus manos.

  -Vamos, hace algo de frío ahora en la mañana.

Pierce asientió y justo cuando iban a dar el paso en giro para salir de la habitación se escuchó un estornudo.

  - Venga, ya. ¿Qué fue eso? -Preguntó Mary May.

  - Es...es, algún gato. ¡Qué sé yo!

  - No, Pierce. No fue un gato, fue como de una persona. Salió de tu habitación el sonido, la revisaré ya que a ti parece no importarte. -Se zafó del agarre sutil de su hijo y regresó a la habitación.

Miró con cuidado cada parte de la alcoba y Meryl contuvo la respiración cuando vio los pies de su amiga acercarse peligrosamente a la cama.

  - Al parecer no es nada. -Se encogió de hombros y salió al fin.

La rubia agradeció a todos los santos no haber sido descubierta.

Pierce se encargó de llevar a su mamá a la cocina y entablar con ella cualquier tipo de conversa para atrapar toda su atención, mientras Meryl aun con la sensación de poder ser descubierta empezaba a vestirse, luego se metería al baño a esperar alguna señal de Pierce. ¡Debía salir de ahí cuanto antes!

  - Y por qué has venido así tan de repente, madre? Digo, no me incomoda que hayas venido a visitarme, pero estoy acostumbrado a que siempre me avisas. -Dijo Pierce tratando de recuperar la calma y se recostó a la barra de la cocina.

  - Es que tu padre ha estado algo enfermo y he decidido hacer algunos deberes por él. Un pequeño asunto de papelería para el negocio en el que está incursionando y como estaba tan cerca no pude resistir a verte.

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